El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, exhortó a los fieles a aprovechar laCuaresma para la conversión personal, porque si bien la paciencia de Dios es infinita, el tiempo se acaba.
“Llegar a ser hijos de Dios en plenitud, llegar a la santidad que Dios nos ofrece no puede ser fruto de nuestro esfuerzo. La conversión es ante todo gracia de Dios, y la cuaresma está llena de tales gracias, que nos mueven a cambiar”, afirmó.
Por ello invitó a aprovechar este tiempo privilegiado “para esperar el cambio radical de nuestra vida” y de otras personas conocidas o desconocidas, “por las que intercedemos, como el viñador, con el compromiso de cuidar esa planta”.
“La conversión la produce Dios, que es el único que puede cambiar las voluntades humanas, y El nos invita en este tiempo de gracia a colaborar activamente en esta tarea, en nosotros y en los demás”, aseguró.
Recordó que para ello la Iglesia recomienda hacer énfasis en la oración, ayuno y limosna. “Cuidar durante este tiempo todos los actos de oración: lamisa, el perdón, las devociones, de manera que alimentemos un clima de fe, de donde brota todo lo demás. La primera llamada de la conversión es la de volver a Dios, acercarnos más a Él”, afirmó.
Indicó que “el ayuno consiste en privarse incluso de lo necesario, para abrir la mente y el corazón a Dios, espabilados para oír su voz. Y por el ayuno, abrir nuestro corazón a las necesidades de los demás”.
“El ayuno nos capacita para la relación con Dios y la relación con los demás. En definitiva, el ayuno rompe el egoísmo que nos encierra en nosotros mismos, el ayuno nos hace libres y capaces de amar. Lo que muchas veces nos parece imprescindible, por la mortificación y el ayuno podemos desprendernos de ello, ayudados siempre por la gracia de Dios”, aseguró.
Mons. Fernández afirmó que con un hombre con el corazón libre “sale al encuentro de las necesidades de los demás, desbordándose en la caridad”.
“Si Dios nos ama tan generosamente, cómo no amar nosotros en la misma línea a nuestros hermanos. Ponernos al lado del que sufre, nos pilla los dedos, compromete nuestra existencia, y nos hace crecer en el amor. Esta es la misericordia que Dios quiere”, finalizó.