Se conmemora este año los 1700 años del famoso Edicto de Milán. Este edicto fue promulgado el año 313 por el emperador Constantino y no sólo significó el reconocimiento oficial de los cristianos sino que trajo como consecuencia profundos cambios dentro del Imperio romano, así como el comienzo de la expansión de la Iglesia. El mismo Constantino años después fue bautizado para convertirse así en el primer Emperador Cristiano.
Según la leyenda, un día antes de la batalla de Puente Milvio junto al Tíber, Constantino tuvo un sueño : Vio como en el cielo aparecía un símbolo, X y P , que después de la batalla se conoció como Lábaro. Constantino también escuchó una voz que le decía: «In Hoc Signo Vinces» que significa, «Con éste signo vencerás». El emperador remplazó todos sus estandartes con este símbolo. Al día siguiente, venció a Majencio, en Roma. Muchos de los autores Cristianos de esa época y posteriores, atribuyen la victoria a Dios.
El Labarum es un símbolo maravilloso, no sólo por su significado sino por su legado. Puede decirse que es el símbolo que cambió la historia. El símbolo del cristianismo primitivo consistía en un monograma compuesto por las letras griegas chi (X) y rho (P) , las dos primeras en el nombre de Cristo (en griego: Χριστός).
El edicto imperial aprobado establecía entre otra serie de medidas lo siguiente: “Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la fe y observancia de su secta y religión… que a los cristianos y a todos los demás se conceda libre facultad de seguir la religión que a bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino y celestial pueda ser propicio a nosotros y a todos los que viven bajo nuestro imperio. Así, pues, hemos promulgado con saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o elegir la observancia y religión cristiana. Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle “.
Mil setecientos años después, Constantino vuelve a convertirse en la figura capaz de unir los dos pulmones de Europa, el oriental y el occidental. Tanto la Iglesia católica como las Iglesias ortodoxas están recordando esta figura. El primer gran congreso sobre su figura tuvo lugar en el Vaticano, el pasado mes de abril y el Patriarcado ortodoxo, está organizando un gran congreso para el actual año. De este modo, su figura se convierte en nexo histórico de la unidad perdida con el cisma de Oriente, que separó a católicos y ortodoxos en 1054.
Mil setecientos años después, San Constantino (así es considerado por los ortodoxos) , sigue asistiendo a la división de sus hijos. Habrá que esperar para ver si este año 2013 sabemos aprovechar la oportunidad que la Historia nos ofrece. De momento en esta semana en que celebramos la Semana por la unidad, es un buen momento no solo para recordar aquella gran efemérides, sino para rezar y contribuir a devolver a la iglesia la unidad perdida.