La Historia nos muestra cómo la Iglesia construyó la civilización occidental, y sin duda, la nueva evangelización la reconstruirá. Tras la caída del Imperio Romano se transformó en la institución más importante del Medievo: fue la educadora de Europa y, gracias a los monjes y a los monasterios, ayudó a mejorar la agricultura, extender la cultura y la tecnificación en el trabajo. “En su faceta de educadora de Europa, la Iglesia fue la única luz que sobrevivió a las constantes invasiones bárbaras» (1). Son muchos los logros conseguidos con el favor y la disposición de la Iglesia Católica: el surgimiento de hospitales y universidades, la difusión de las literaturas griega y latina gracias al trabajo de monjes copistas, etcétera.
Es un hecho que la ciencia y el método científico nacen y se desarrollan precisamente en el Occidente cristiano, y no por casualidad, sino gracias a la idea cristiana de un universo creado por Dios como algo racional, ordenado, predecible e inteligible. La concepción del Derecho Natural por encima de todo poder terrenal y la defensa del carácter sagrado de toda vida humana, por muy débil o miserable que parezca, son aportaciones del cristianismo a la civilización occidental.
las fuentes de Occidente
Así, la levadura que transformó la barbarie en civilización fue el anuncio del Evangelio: “La Iglesia hubo de asumir la tarea de introducir la ley del Evangelio y la ética del Sermón de la Montaña entre gentes –los bárbaros- para quienes el homicidio era la más hermosa de las ocupaciones y la venganza era sinónimo de justicia” (2). El mismo afán de progreso es inherente al cristianismo: “Dios entregó al hombre la tarea de operar sobre el mundo, haciéndolo progresar” (3). Con lo cual se puede afirmar que fue la caridad cristiana la que transformó el mundo, y concretamente, sobre la que se construyó Europa. “Cualquier viajero será recibido como si de Cristo se tratara” , apuntaba la regla monástica que Benito de Nursia escribió a principios del siglo VI destinada a los monjes. Esta regla benedictina, acogida por la mayoría de los monasterios fundados durante la Edad Media, se centraba en el precepto “ora et labora”, que ponía especial atención en la regulación del horario para conseguir un equilibrio entre el trabajo (generalmente trabajo agrario), la meditación, la oración y el sueño.
La más que evidente proliferación de monasterios en la Europa ocidental contribuye a considerar a San Benito, el padre de Europa, y los benedictinos, sus hijos, los padres de la civilización europea (3).
Asimismo, el cristianismo otorgó un sentido nuevo a la economía. El trabajo pasaba de estar mal visto y ser propio de los esclavos, como ocurría en las sociedades paganas, a considerarse un medio de colaborar en la creación. “El trabajo es un medio de vida y una forma de realización plena del ser humano, y no un simple medio para obtener ganancias… una empresa que no obtuviera beneficios pero permitiera vivir a un grupo importante de personas, estaría cumpliendo con su deber; otra en cambio, que lograra óptimas ganancias eliminando puestos de trabajo, no.”(3).
amor en acción: ser y hacer
Aunque la Iglesia no tiene por misión construir ninguna civilización, sino anunciar el Evangelio, indudablemente el cristianismo es, por sí mismo, un nuevo modo de vida. San Agustín separa la Ciudad de Dios de la Ciudad de los hombres: “Los que por amor a Dios llegan incluso al desprecio de sí mismos y los que por amor a sí mismos llegan al desprecio de Dios”. Así, como el árbol bueno produce frutos buenos, el anuncio del Evangelio trae consigo progreso y civilización.
La Academia de Ciencias Sociales de China tras varios años de analizar la superioridad de la civilización occidental, llegó a la conclusión de que esta no se debía a sus potentes armas ni a su mejor sistema político, ni siquiera a su sistema económico, sino que el secreto residía en su religión: el cristianismo (6).
Hoy, después de dos mil años de cristianismo podemos decir que: “Hay un mapa del cristianismo y un mapa de los países desarrollados que se superponen. El Evangelio es una herramienta de desarrollo económico y cultural de la sociedad” (7). Pero también hoy, tras la descristianización de muchos países de occidente, podemos decir que el mapa de descristianización coincide con el mapa de países que sufren atrozmente el sida, el aborto, la eutanasia, el divorcio, la prostitución, las drogas, el alcoholismo, etcétera. De ahí la urgencia de la Nueva Evangelización: Caritas Christi urget nos. Solo hay un camino para salir de esta crisis tan profunda, social, moral y económica que sufrimos hoy en todo el mundo desarrollado: Cristo. “La difusión de esta mentalidad -del relativismo moral- ha generado la crisis que vivimos hoy, que es crisis de significado y de valores antes que crisis económica y social”, señala Benedicto XVI.
“Resulta una pura ilusión, cuando no un alarde de vana soberbia, pretender que entre la actual crisis económica y social y la negación persistente y despectiva de sus raíces morales y religiosas no hay ninguna relación de causa y efecto”, apunta Antonio Mª Rouco, cardenal arzobispo de Madrid.
Los monjes, constituyendo una “minoría directiva”, sirvieron como modelo a la sociedad medieval, a modo de las minorías creativas a las que se refiere Benedicto XVI: “que están y serán las protagonistas de la Nueva Evangelización”.
Para el historiador inglés Christopher Dawson los bárbaros no se convirtieron al cristianismo solo por la doctrina de los monjes, sino, sobre todo, por su manera de vivir. Esta belleza de vida que tenía lugar en los monasterios interpelaba. Si el testimonio de los primeros mártires convirtió a los romanos al cristianismo, el nuevo modo de vida en los monasterios convirtió a los bárbaros. Podemos decir que lo que necesitan los “nuevos bárbaros” de hoy para convertirse, es el testimonio de la belleza de vida de las familias cristianas.
el influjo de la Cruz
“Ha llegado la hora de comenzar una Nueva Evangelización”, exhortaba Juan Pablo II, en Santiago de Compostela en 1989. El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, enumera cuatro olas de evangelización en la historia de la Iglesia: 1) la expansión del cristianismo en todo el Imperio Romano durante los tres primeros siglos; 2) la reevangelización de Europa y los pueblos germanos, entre los siglos VI al IX; 3) la conversión al cristianismo de los pueblos del “nuevo mundo” en el siglo XVI; y 4) la época actual con la Iglesia comprometida en una reevangelización del Occidente secularizado.
Hoy podemos aprender de la experiencia de cómo se extendió el cristianismo en los primeros siglos: “la propagación de la fe se confiaba a la iniciativa personal”. Eran “profetas itinerantes, que se trasladaban de un lugar a otro, como recoge la Didaché (la regla u ordenanza religiosa utilizada por las primitivas comunidades cristianas) y por los que a través del contacto personal, el trabajo común, las relaciones comerciales, etcétera se propagaba el anuncio de la buena nueva. Hacia el final del siglo III, la fe cristiana penetró prácticamente en cada estrato de la sociedad. No fue Constantino quien impuso el cristianismo al pueblo, sino el pueblo quien le impuso a él el cristianismo.
Jesucristo ya nos había indicado el secreto del éxito de la evangelización en dos parábolas: la de la semilla que crece de noche y la semilla de mostaza. Y es que el fracaso aparente de la predicación nunca desanimó a los primeros cristianos, porque estaban convencidos del éxito del Evangelio. “Sembrar y ¡después…. irse a dormir! –dice Cantalamesa-. Es decir, sembrar y no quedarse allí todo el tiempo a mirar, a ver dónde surge, cuántos centímetros crece al día. El arraigo y el crecimiento no es asunto nuestro, sino de Dios y del que escucha”.
“Tenemos ante nosotros, es verdad, un mundo cerrado en su secularismo, embriagado por los éxitos de la técnica y por las posibilidades ofrecidas por la ciencia, que rechaza el anuncio evangélico. Pero ¿era quizás menos seguro de sí mismo y menos refractario al Evangelio el mundo en el que vivían los primeros cristianos, los griegos con su sabiduría y el imperio romano con su potencia? Si hay una cosa que podemos hacer, después de haber ‘sembrado ‘ es la de ‘regar’ con la oración la semilla sembrada”.
La Cruz de Cristo ha revolucionado la historia de la humanidad. La historia nos demuestra que “en esto consiste verdaderamente el progreso: un crecimiento que aproxima al modelo de Cristo en quien se da de modo perfecto la naturaleza humana” (5).
reiniciar en la fe, vivir en la verdad
“La nueva evangelización es inseparable de la familia cristiana”, apostilla también Benedicto XVI. La humanidad actual, esta generación de nuestros días, que camina y sufre en tinieblas, espera una luz, por muy pequeña que sea, que ilumine su vida y dé sentido a su historia: una sola familia cristiana en una gran ciudad moderna es esa luz diminuta que brilla en la oscuridad. Y a mayor oscuridad, mayor brillo, por insignificante que la luz sea.
Ánimo. A nosotros nos toca sembrar el anuncio del kerygma, y rezar para regar. El resultado, como gustaba decir a la madre Maravillas: “cuando Dios quiera, como Dios quiera y donde Dios quiera” . Porque, como dice el Cardenal Iván Dias, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y Arzobispo de Bombay (India): “No olvidemos que la evangelización debe ser considerada en el contexto más amplio de la lucha espiritual, que ha de ser dirimida entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal”.
Nosotros, con nuestra debilidad pero apoyados en la fuerza de Dios, hemos sido llamados a manifestar al mundo con alegría la belleza del amor gratuito de Dios manifestado en Cristo Jesús. Cristo, la única verdad, quiere manifestarse a los hombres y mujeres de esta generación que están aguardando escuchar esta buena noticia.
(1) Thomas E. Woods Jr “Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental”. Ciudadela. Madrid 2007. (2) Christopher Dawson “La religión y el origen de la cultura occidental” Ediciones Encuentro. Madrid, 1995. (3) Luis Suárez Fernández “Los creadores de Europa. Benito, Gregorio, Isidoro y Bonifacio”. Ed. Universidad de Navarra. Pamplona 2005. (4) Luis Suárez Fernández “La Europa de las cinco naciones”. Ariel. Barcelona 2008. (5) Luis Suárez Fernández “La construcción de la cristiandad europea”. Homolegens. Madrid 2008. (6) Niall Ferguson, “Civilisation”. (7) Eric Jacquinet, Sección Jóvenes del Pontificio Consejo para los Laicos.