Cuesta mucho entender y aceptar la idea de que se quiera, sin más, destruir la familia. En épocas normales, ¿se comprendería que se haya establecido, hegemónicamente, una cultura que busque evitar los hijos y matarlos en el seno materno? ¿O que pretenda establecer la eutanasia como una solución para algunos problemas de convivencia en el interior de la familia? ¿Qué interés puede tener inducir a los jóvenes -cuando no a los niños- a la promiscuidad sexual lo más precozmente posible? Es lo que el Papa Juan Pablo II acuñó como “cultura de la muerte” en su encíclica Evangelium Vitae y a la que Benedicto XVI tanto se refiere.
Monseñor Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos, afirma algo de extrema importancia y trascendencia para nuestra vida: “A lo largo de la historia han existido muchas revoluciones. Sin salirnos de los últimos siglos, encontrarnos algunas de tanta envergadura y trascendencia como la revolución francesa, la revolución marxista y la locura nazi. Sin embargo, todas ellas palidecen ante la “revolución sexual” que se inició en el famoso mayo francés, de 1968, la cual está en la base de la Ideología de género”.
Invito al lector a conocer con más profundidad y cuidado esta revolución y cómo encararla desde nuestra vocación cristiana.
Vivimos en una época de pesimismo y falta de esperanza pero no hay otra manera de buscar la solución a los males que sufre nuestra sociedad, sino que ella comience por darse cuenta de que está gravemente enferma. Más aún, que está siendo atacada por una revolución ante la cual las anteriores “palidecen”, en la expresión del Arzobispo de Burgos. Lo que hoy mueve a la juventud son modelos, formas de vida, tipos humanos, que se difunden mucho más por ósmosis que por adoctrinamiento.
el rechazo a la complementariedad
La Ideología de género defiende que las diferencias entre el hombre y la mujer son “construcciones culturales”, una práctica social independiente del sexo. El género -y no el sexo- caracteriza al ser humano. Género que cada uno escoge libremente y del que se puede variar según se prefiera.
La mujer habría sido la gran víctima durante la historia y en todas las civilizaciones de haber sufrido la explotación y el dominio por parte del hombre. No se trata solo de reivindicar -como el feminismo- la igualdad de la mujer y del hombre; es necesario abolir las propias identidades femenina y masculina, subordinadas al sexo biológico, y que las personas se dejen llevar por sus múltiples y variables orientaciones sexuales.
Los seres humanos tienen – según esta ideología – un mismo género que puede manifestarse como heterosexual, homosexual, lesbiana, bisexual, etc. Es lo que llaman una sexualidad polimorfa que permitiría un auge de placer, según los deseos del momento y que acabaría con toda dominación y desigualdad humana.
Sin ambargo, las consecuencias de todas estas teorías no se hacen esperar:
1.Abolición del matrimonio y de la familia
Evidentemente, la familia patriarcal, o sea, la familia de siempre, fundamentada en el matrimonio, es la primera de las instituciones a suprimir. La familia es de sí monógama, heterosexual, indisoluble, abierta a la procreación y, según esta ideología, culpable de imponer artificialmente los roles masculino y femenino a los hijos que educa.
En la familia, la mujer casada es esclava, según la descalificación de Simone de Beauvoir, “profetisa” de esta corriente de pensamiento y autora de su publicitado lema: ¡No se nace mujer! ¡Te hacen mujer!
2. Abolición de la maternidad
La figura de la madre constituye el auge de la sumisión y de la represión. Es necesario liberar a la mujer de la maternidad por medio de los anticonceptivos y del aborto. El lesbianismo se presenta como una relación ideal por no involucrar dominio del hombre sobre la mujer, ni posibilitar la procreación. La ideología de género propone otras vías de reproducción para la perpetuación de la especie: relaciones heterosexuales esporádicas y, sobre todo, las técnicas de reproducción artificial.
3. Abolición de la religión
La religión, según los ideólogos de género, es la causa principal de la opresión de la mujer. Numerosas ONG se empeñan en la crítica a lo que califican de fundamentalismo católico, evangélico, ortodoxo, hebreo y musulmán. La religión es una invención humana y los principales credos han sido inventados para oprimir a la mujer.
4.Acción persuasiva en el subconsciente y utilización de palabras-talismán
La persuasión explícita, directa y lógica ha tenido muy poco éxito debido al carácter antinatural y a la falta de sentido común de la ideología de género. Por ello, utiliza las técnicas de manipulación del lenguaje y de las imágenes que actúan en el subconsciente de las personas, preparándolas psicológica y tendencialmente para aceptar comportamientos e ideas que recusarían si se les presentasen abiertamente.
propaganda tendenciosa y confusa
Es lo que se llama el trasbordo ideológico inadvertido llevado a cabo por la utilización de las palabras-talismán. Se comienza con expresiones que el hombre de la calle ingenuamente acepta. Se habla de género y no de sexo. Embarazo no deseado e interrupción del embarazo, para hacer menos chocante el asesinato del hijo en el vientre materno. Salud sexual y reproductiva y sexo seguro para justificar los ataques a la vida mediante el uso de preservativos, anticonceptivos, abortos, etc. Orientación sexual y homofobia, son palabras talismán para defender las conductas homosexuales y lésbicas.
Violencia de género para culpar al sexo masculino de subyugar a la mujer. Sexismo, feminismo y machismo, son términos que preparan psicológicamente al lector para aceptar la teoría de la “lucha de clases” entre los sexos. Pareja, para evitar el sentido heterosexual que tienen las palabras matrimonio o esposos. Modelos de familia: cambia el único sentido que tiene la palabra familia por el de otros tipos de uniones. Educación sexual, Educación para la ciudadanía, Plan de Salud Sexual y Reproductiva, son las expresiones-talismán para enmascarar un colosal programa de iniciación precoz de los niños en el sexo, con el respectivo adoctrinamiento de género que lo justifique.
La ideología de género tuvo su plataforma de lanzamiento publicitario en la revolución estudiantil de la Sorbona, de 1968. En las universidades -especialmente norteamericanas- se realizaron estudios para “demostrar” que la diferenciación de roles que el hombre y la mujer representan en la sociedad es una “construcción social”, una imposición de la cultura dominante.
“Si a las niñas se les viste de niñas y se les regalan muñecas para jugar, resultará que ellas optarán por ser mujeres y les atraerá la maternidad. Si a los niños, se les viste de niños y se les dan armas de juguete o balones de fútbol, escogerán ser varones”, defienden las tesis universitarias de los ideólogos de género . Por increíble que parezca, estas y otras simplistas teorías análogas, se transformaron rápidamente en “dogmas” que pasaron a ser enseñados en la mayoría de las universidades.
Conferencias y organismos internacionales han adoptado el lenguaje y las teorías de género; importantes leyes han impuesto en la práctica esta ideología en España. Las mencionamos por el nombre que son conocidas: Protección integral contra la violencia de género, Matrimonio homosexual, Divorcio exprés, Educación para la ciudadanía, Reproducción asistida, Rectificación registral de la mención relativa al sexo, Aborto, etc.
un temperamento pernicioso
Entretanto, toda esta promoción de la revolución sexual nunca llegaría a triunfar si no fuese porque ella sabe explotar las debilidades y las pasiones humanas. El secreto del éxito de la ideología de género está en saber incitar nuestra triple concupiscencia: de la carne, de los ojos y la soberbia de la vida. (1 Juan, 2, 16).
Dos pasiones son especialmente exacerbadas para que esta revolución arraigue e incendie las almas: el orgullo y la sensualidad. Dos son los valores que nos traerían el estado de felicidad permanente: igualdad absoluta y libertad completa.
El orgullo nos lleva a odiar toda autoridad, toda superioridad y toda diferencia. El igualitarismo absoluto, que hiciese desaparecer hasta las disparidades de sexo, sería lo único que satisfaría nuestro amor propio . La espontaneidad de la lujuria traería al hombre su total liberación y la máxima felicidad que puede alcanzar.
“Las pasiones más irracionales son sabiduría y razón”. “Allí el hombre está finalmente en armonía con su naturaleza”. Es la “locura del deseo”, propuesta por Michel Foucault, el autor más aclamado por la ideología de género . Todo límite a la pasión de la carne y al egoísmo es una tiranía insoportable. Estas pasiones son el combustible que alimenta el incendio de la lucha entre los sexos y del frenesí erótico.
La revolución sexual ha traído a nuestra sociedad una multitud de dramas personales que los medios de comunicación y los poderes políticos ocultan. Sufrimientos que afectan a cuestiones fundamentales de la vida como son los fracasos matrimoniales; la soledad de hombres amargados y hartados por sus insaciables y al mismo tiempo frustrantes experiencias sexuales; el abandono de los mayores; los traumas post aborto; el vacio afectivo de los niños sin padre o sin madre; la desprotección en que queda toda persona que le falta una verdadera familia y un largo etcétera .
La ideología de género, de hecho, le está robando al hombre contemporáneo la verdadera felicidad, que es alcanzable en este “valle de lágrimas” y, además, la bienaventuranza eterna. La felicidad no está en el desenfreno de las pasiones, sino en la templanza. No está en la lujuria, sino en la castidad. No está en el orgullo, sino en la humildad. No está en el odio de clases o de sexos, sino en el amor y mutua admiración entre los desiguales.
En el orden natural, no existe otro modelo ni otra escuela de estos valores que no sea la familia fundada en el matrimonio indisoluble, monógamo, abierto a la procreación y educación de la prole.