Ideología de Género” no admite las diferencias sexuales entre hombre y mujer, puesto que considera que esas diferencias han sido culturalmente construidas. Sostiene que, sencillamente, han sido inventadas por el hombre para dominar a la mujer.
Sin embargo, tales diferencias persisten ya durante el embarazo. El modo de diferenciación, multiplicación y desarrollo embrionario del cerebro femenino o masculino está dirigido por las hormonas que produce la placenta: estas hormonas son distintas en función de que el embrión sea niño o niña. Este hecho sucede también en la diferenciación cerebral de todos los mamíferos superiores. Esto no quiere decir que el cerebro masculino sea más grande, más potente o que pese más que el femenino, como se decía en el siglo XIX. Hoy nadie sostiene que los hombres sean más inteligentes que las mujeres. Las comparaciones promedio entre ellos están muy bien contrabalanceadas. Lo que las neurociencias afirman y demuestran en la actualidad es que es diverso el modo en que funcionan los cerebros femenino y masculino. Esto está demostrado y admitido por la comunidad científica desde 1966, en el Congreso de París. Desde esta fecha, se vienen publicando cada año cientos de artículos en las mejores revistas científicas, constatando y profundizando en la diferenciación cerebral en función del sexo.
En cuanto que nace el bebé y se corta el cordón umbilical, el desarrollo del cerebro deja de depender de las hormonas de la placenta. Hay un cambio en la dirección del proceso. A partir de aquí el sistema hormonal de esa persona estará sometido al funcionamiento de su cerebro, que continúa diferenciándose durante toda la vida. Desde el punto de vista de la filosofía, esas diferencias entre la mujer y el varón tienen también un sentido: la finalidad de esas diferencias es la complementariedad y no la competitividad entre ellos.
La nueva anti-religión también es una religión
Detrás de la ideología de género palpita cierto odio a un sector de la población humana. Algunos piensan que sobra el 30% de la población mundial, que hay que eliminarlo. Se ha iniciado así un proceso de desnaturalización y “descivilización” que huele a diabólico. Este proceso es mucho más amplio. Entre sus pretensiones está la de sustituir los diez mandamientos de la Ley de Dios por nuevos principios éticos (mínimos), con tal de que se hayan aceptado por consenso mundial, lo que supone la fundación de una especie de nueva religión. De ahí que en la nueva ideología haya una decidida intencionalidad anti-religiosa, según la cual la Iglesia sobra.
A continuación se resumen algunas de las claves de esta ideología, fundamentalmente apoyada por el feminismo radical:
1. Aniquilación del patriarcado, es decir, de todas las estructuras sociales, económicas y culturales que —según esa ideología— privilegian al hombre. De aquí que la masculinidad esté hoy más en crisis que la feminidad; en el presente, es más complicado ser hombre que mujer.
Otra diferencia, que no se suele advertir, es que el desarrollo del varón no está en paridad con el desarrollo evolutivo de la mujer. No hay duda de que el hombre madura cuatro o cinco años más tarde que la mujer. Por tanto, una chica universitaria de segundo curso es —desde la perspectiva del desarrollo intelectual y la madurez de la personalidad— cinco años mayor que cualquier compañero de ese mismo curso. El ciclo vital del varón es diferente al de la mujer. Así, a los cincuenta años, a la mujer ya no le interesa tanto el trabajo porque lo que quiere es vivir; el hombre, en cambio, está todavía entregado al trabajo. Naturalmente, hay en ello muchas excepciones.
Como se puede apreciar, los procesos evolutivos de desarrollo y diferenciación hormonal, psicológico y biológico son evidentes, a pesar de que las feministas radicales continúen negándolos.
2. La destrucción de las instituciones como la familia, la Iglesia y las universidades, que han hecho posible la emergencia de la sociedad actual. Según la ideología de género estas estructuras han hecho que se articule el protagonismo del varón y la marginación de la mujer. Por eso buscan la liberación de la mujer a través del rechazo de la heterogeneidad, y la construcción y generalización de una nueva sexualidad en que todo sea permitido: desde el lesbianismo al autoerotismo. Esto acontece de forma muy marcada en algunos países. Una de las últimas consignas del colectivo de gays y lesbianas es que hay que sacar al lesbianismo del armario, de forma que ese comportamiento lésbico se manifieste en contextos públicos (estaciones de metro, trenes, aeropuertos, etc.).
3. La disociación entre sexo, maternidad y paternidad: el sexo va por un lado y la reproducción por otro.
4. La opción o imposición de una sexualidad liberada de toda referencia a las costumbres, tradiciones, roles, funciones, normas, religión, familia, etc.
5. El final de la familia biológica y de la represión sexual. El movimiento feminista defiende que la maternidad es incompatible con la igualdad entre hombre y mujer. Por tanto, ninguna mujer puede quedarse embarazada. Me imagino que si fuera así, dentro de nada se acabaría el mundo.
6. El regreso a la sexualidad polimórfica y perversa. Se parte del modelo “roussoniano”, y en parte también “freudiano”, de que el niño es un “perverso polimorfo” (sexual), por lo que todo vale y cada uno elige lo que quiere ser.
7. La promoción de la libre elección, la “Free Choice”, un concepto éste muy americano, según el cual cada uno elige lo que quiere ser, tanto en el comportamiento sexual como en la diversidad de las formas en la que se establece ese tipo de relaciones. Por ello se puede ser hombre heterosexual, mujer heterosexual, hombre homosexual, mujer homosexual y/o bisexual, con el peligro que todo esto conlleva. Es probable que en un futuro no muy lejano aumenten los problemas de identidad sexual, especialmente entre los jóvenes de trece a dieciséis años de edad. La fragmentación de la identidad sexual y personal o su indefinición prolonga el sufrimiento humano durante años; en ocasiones, durante toda la vida.
8. La oposición al matrimonio monógamo, hasta su extinción. Sostienen que es la institución matrimonial la que ha venido auspiciando las obsoletas “diferencias construidas” acerca del hombre y la mujer. A favor de la ideología de género habría que añadir otro factor: el aumento del divorcio y la separación (el pasado año se rompieron en España más matrimonios de los que se produjeron durante ese mismo periodo; alrededor de 120.000).
9. El desprecio tácito o explícito del trabajo doméstico y la eliminación de toda estereotipia de género en la educación infantil. Es cierto que los roles masculino y femenino se han transmitido de generación en generación, sin apenas reflexión ni crítica alguna, lo que puede haber contribuido a ciertos sesgos y errores. Ahora bien, si se cambiaran estos roles, de forma súbita —cosa poco probable, dada la resistencia biológica al cambio de los organismos humanos—, se fragmentaría todavía más la identidad personal y se acabaría por sembrar el caos social.
10. La eliminación de la religión como una invención de los hombres para oprimir a las mujeres. Las feministas radicales de EE.UU. llegaron a proponer en 1989 la creencia en una diosa.
Como puede observarse, la agenda feminista no cesa. El estudio de este feminismo radical es una asignatura obligatoria en algunas universidades de EE.UU. En España la agenda feminista e ideológica es también muy activa, sobre todo porque está subvencionada (cursos “on-line”, departamentos universitarios, etc.).
Por todo ello los padres tienen que hablar hoy día con sus hijos de sexualidad: el padre con el hijo y la madre con la hija y si pueden con ilustraciones, mejor aún. Si el origen de cada uno de nosotros corresponde a un acto sexual de nuestros padres, ¿por qué no hablar de ello? Cuando los hijos pregunten cómo nacieron, hay que responderles. Y si los hijos no preguntan, los padres deben tomar la iniciativa. Para ello pueden ayudarse de los muchos programas de educación afectivo-social, de orientación cristiana, de los que actualmente disponemos.
Lucha de sexos y sexo sin lucha
Si la primera percha donde se apoya el “Nuevo Orden Mundial” es el feminismo radical y la ideología de género, la segunda percha es el “neomarxismo”. Son muchos los que suponen que con la caída del muro de Berlín se ha acabado el comunismo y no es así. A mi entender, es más peligroso el “neomarxismo” que el marxismo tradicional. Este último trabajaba sobre un eje vertebral: el trabajo. Según la dialéctica marxista, el capital se situó por encima del trabajo y como consecuencia de ello se produjo ese gran desequilibrio de fuerzas (“opresores” contra “oprimidos”), cuyo resultado era la “alienación”. Después del rotundo fracaso del marxismo y de sus injustas consecuencias —repárese en los países que lo han sufrido—, no parece sino que ya se ha extinguido; pero el marxismo sigue vigente, aunque sirviéndose para ello de una nueva dialéctica.
Se diría que ha rebrotado en otra forma mucho más sutil y dolorosa para la persona: el neo-marxismo. La ideología de género reduce su argumento a un silogismo: “Si se admite que el hombre y la mujer son diferentes, y toda diferencia es una injusticia, entonces todo lo que es injusto hay que arreglarlo con la revolución”, con lo que acaban por justificar la violencia. La antigua “lucha de clases” se ha transformado hoy en “lucha de sexos”. Además, como sostienen que el opresor ha sido el varón, y la mujer ha estado oprimida, hasta que no llegue la absoluta igualdad no se alcanzará la utopía del hombre nuevo y feliz. La trama sobre la que trabaja el actual neomarxismo no es la dimensión capital-trabajo, sino la de hombre-mujer. Algo mucho más peligroso y deshumanizador que el marxismo tradicional, por cuanto el neomarxismo atañe a la misma sustancia humana.
La ideología de género propugna la lucha de sexos en la relación hombre-mujer (algo mucho más peligroso que la lucha sobre el capital-trabajo). De aquí que vaya en contra de la familia, del amor humano hombre-mujer y, naturalmente, contra la generación de nuevos hijos. Sin duda alguna, la ideología marxista ha rebrotado de una manera más radical aunque también más sibilina. Un dato estremecedor: actualmente, alrededor del 30% de los jóvenes europeos menores de 32 años han decidido, por el momento, no casarse ni tener hijos.
Cuando todo vale, nada vale
Otra de las perchas en que se sostiene la ideología de género es la “educación” ideológica de niños y jóvenes. A los niños se les está enseñando a que sean ellos quienes elijan su orientación sexual y se constituyan en arquitectos de sí mismos, sin depender para nada de su sexualidad biológica, ya definida y determinada.
De otra parte, conviene tener presente que algunas empresas apoyan el nuevo modelo educativo, subvencionando ciertos “lobbys” —con fines lucrativos— para así fidelizar a sus futuros clientes. En efecto, una persona soltera y sin cargas familiares es más propensa a consumir y a gastar en actividades de ocio que cualquier padre de familia.
La evolución experimentada por la sexualidad humana, en las últimas décadas, ha sido muy deshumanizadora. En los años sesenta se comenzó a experimentar con los anticonceptivos. Desde Adán y Eva hasta 1960, cualquier acto sexual estaba abierto a la posibilidad de que hubiera un embarazo. A partir de entonces es segura la represión de la dimensión reproductiva de la sexualidad. Con ello se ha logrado la disociación entre sexo y fecundidad.
Del “sexo sin reproducción” de aquellos años sesenta, se pasó a la “reproducción sin sexo” en la década de los setenta, con la aparición de la fecundación “in vitro”. En los años ochenta, como un eco lejano de Mayo del 68, se inicia una nueva revolución sexual, pero no ya la de “haz el amor y no la guerra”, sino la de la abolición del amor, la de la total separación entre sexualidad y afectividad.
En los años noventa se inicia otra nueva etapa, la de buscar formas nuevas de placer sexual que nada tienen que ver con el amor entre un hombre y una mujer. Se trata de fórmulas innovadoras en las que “todo vale” y “aquí te cojo y aquí te mato”, que se ha generalizado entre muchos jóvenes.
Evidentemente, los comportamientos anteriores son consecuencia de una ideología radical sustentada en el feminismo radical, el neomarxismo y el constructivismo acerca del género (ideología de género).
Un ejemplo para entender lo que está pasando. ¿Puede separarse la ingesta de calorías del placer que acompaña a la conducta alimentaria? En realidad, hoy puede llevarse a cabo. Bastaría con introducir una cánula en el aparato digestivo de forma que los alimentos se degusten en la boca (placer) y se consuman cuanto quiera la persona, en la seguridad de que no aportarán ninguna caloría, puesto que se expulsarán al exterior a través de esa cánula. Algo parecido es lo que ha sucedido con el comportamiento sexual humano. Se han disociado los diversos componentes de una misma función biológica y espiritual, como es la sexualidad; se han reprimido algunas de esas dimensiones (procreación, afectividad, cogniciones, compromiso y comunión interpersonal), a fin de satisfacer una sola de ellas (la placentera). Es decir, se ha fragmentado la unidad y humana naturalidad de este relevante comportamiento, con lo que la misma función sexual se deshumaniza. Se nos quiere hacer creer que cada persona construye su propia identidad y adopta la forma de placer sexual que quiere, ya que dispone de una libertad absoluta y de una total autonomía para hacerlo. Pero si “todo vale”, entonces es que ya nada vale.
Adiós cigüeña, adiós
La nueva deriva introducida hoy en el comportamiento sexual, hace todavía más exigente el deber de los padres de educar a sus hijos en la sexualidad, sin esperar a que lo hagan otros. A los hijos varones hay que hablarles de paternidad con once, nueve, incluso siete años y si se puede, aún mejor sería hacerlo en connivencia con los abuelos varones, para que así el niño forme mejor su identidad y deje de tener miedo a ser padre. Lo mismo habría que hacer en lo que se refiere a las hijas. Las madres deben hablarles y educarlas en la sexualidad y maternidad, desde temprana edad. Es mejor llegar antes que no llegar o llegar después, dada la confusa orientación existente en la sociedad actual acerca de estos contenidos.
La tasa para el relevo generacional en España es ahora de 0,9 (para que no se pierda población tendría que ser de 2,1); la de la mujer musulmana es de 8,9. De continuar con esta tendencia en menos de treinta años Europa será mayoritariamente islámica. Este paradójico y extraño “recambio poblacional”, según los expertos, constituye uno de los principales problemas que habrá que solucionar en el siglo XXI. Las actitudes consentidoras europeas a este respecto, si no se corrigen, predicen la futura extinción de Europa.
Ahora es urgente la educación de los hijos. Hoy muchos jóvenes son inmaduros porque se les ha acostumbrado a lo fácil, no se les ha exigido y, sobre todo, se les ha privado del contacto con sus padres; un contacto necesario que ha de ser más denso en diálogo, tiempo, amor y exigencias, en el marco de una armoniosa normativa familiar. Es preciso educar a los hijos en la sobriedad, en la veracidad y en la confianza. Así se irá vertebrando en ellos la necesaria madurez para que conduzcan con libertad su propio comportamiento.
Hay que coeducar en valores y virtudes para formar a una juventud que sepa afrontar, con libertad, las incertidumbres de la vida. ¿Qué es lo que alienta la obsesión de algunos gobiernos al sostener la ideología de género? Probablemente, el hecho de que una persona con problemas de identidad sexual o sin familia carece de espíritu crítico, está desmotivada por el bien común —o el interés general, como hoy gustan llamar— y es más fácilmente manipulable. Cuando se está obcecado por la particularidad e instantaneidad del propio placer, el bien común no interesa en absoluto.