En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«ld y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.
Gratis habéis recibido, dad gratis.
No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.
Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies.
En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquella ciudad». (Mateo 10, 7-15)
Que fuerza, qué potencia tiene la Palabra de Dios. Es realmente sobrecogedor comprobar cómo el corazón se nos esponja cuando escuchamos a Cristo Jesús. Realmente es un milagro cómo el Señor cambia los corazones. Hoy esta Palabra también destila sabiduría… no os procuréis oro, plata, alforja, túnicas, sandalia, bastón… no os procuréis nada, porque todo lo recibiréis graciosamente de manos de vuestro Padre, que se ocupa de vosotros, que os conoce por vuestro nombre, que os ama tanto que os lleva grabados en la palma de su mano… vivid libres, hablad con libertad, anunciad que el reino de Dios está cerca, que ya está entre nosotros, que ha llegado ya… anunciadme a mi, que traigo palabras de vida eterna, curad enfermos, echad demonios, resucitad muertos… Esto hoy se cumple, la Iglesia en el nombre de Jesucristo sigue sanando exterior e interiormente a las personas, sigue resucitando muertos -cuántos muertos hay a nuestro alrededor que gracias al anuncio de la muerte y la resurrección de Cristo Jesús han vuelto a la vida… cuántos resucitamos, revivimos después de tomar el cuerpo y la sangre de Cristo… cuántos somos sanados, curados de nuestras lepras después de cada eucaristía…. hermanos, lo que hemos recibido gratis, sin merecerlo, hemos de darlo también generosamente. Esa es nuestra misión. Eso es lo que Dios quiere de cada uno de nosotros. Que los que estábamos muertos y ahora vivimos por su Nombre, demos también esta luz a los que todavía permanecen en la ignorancia.
Ánimo. Ten fe.