Los envió a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?». En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!» Lucas 7,19-23
De esta Palabra tuya que hoy me propones como alimento para meditar ¿Con qué me quedó?… Hoy me haces ver mi cobardía tantas veces manifiesta para salir de mi y contar sin miedo lo que he visto y oído durante estos años en los que te siento tan cerca en mi camino. Son muchas las maravillas que al abrírseme los ojos y los oídos por medio de tu Iglesia he podido contemplar. Con que dulzura y cariño poco a poco y año tras año esta madre estupenda que es la Iglesia me ha ido enseñando tu rostro Señor. Que pedagogía tan paciente y misericordiosa para quitarme poco a poco las telarañas de los ojos que tantas veces distorsionan mi realidad y los tapones de mis oídos para poder escuchar tu voz en medio de cada acontecimiento de mi vida. Fue María esa sencilla virgen la que te cuidó durante años para que llegaras a cumplir tu misión redentora de mostrar al mundo cual es el camino la verdad y la vida del auténtico “AMOR”. Y de la misma manera has delegado en tu Iglesia, como figura de tu madre, la tarea indelegable de llevarme a tu encuentro. Yo ya no creo de oídas porque me lo han dicho o contado si no porque ciertamente te han visto, en los acontecimientos, mis ojos. Se que eres y estas presente, que me quieres y me cuidas y que nada de lo que me sucede es por casualidad. Por eso hoy te pido Señor que me ayudes a ser valiente y a no desconfiar y recibiendo de tu fuerza tenga el valor de ser testigo ante quienes pongas en mi camino que habiendo sido un ciego tu me has dado la vista, que caminando como un cojo tu has dado firmeza a mis pasos y que condenado a la muerte hoy tengo la seguridad de que de tantas muertes tu me has rescatado. Ya sé que no debo hablar mucho… será suficiente con que tu estés dentro de mi.
¡Buen dia me espera contigo Señor!