El fin de semana pasado estuve en Barcelona y aproveché para visitar la exposición +HUMANOS. El futuro de nuestra especie, que se exhibe hasta el próximo abril en el Centro Cultural Contemporáneo de Barcelona (CCCB).
Enseguida me intrigó el titulo y más aun las cuestiones que se planteaban en el cartel de entrada;
¿Evolución o extinción? ¿Qué significa ser humano hoy? ¿Cómo será la humanidad dentro de cien años? El potencial tecnológico avanza con gran rapidez; ¿debemos seguir modificando nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra vida cotidiana, o hay unos límites que no podemos rebasar? La exposición explora los posibles caminos de futuro de nuestra especie teniendo en cuenta especialmente las tecnologías emergentes y nuestro contexto cultural y ético.
Me parecía muy interesante el planteamiento a través de preguntas a las que esperaba encontrar respuesta pero más bien me frustró y preocupó profundamente hasta tal punto que tuve que acelerar mi visita por la angustia que me invadía en cada sala.
El propio comisario admite que dudaron si titular la exposición + – HUMANOS definiendo lo que implican los avances tecnológicos en el desarrollo de la raza humana. Yo incluso creo que hasta lo hubiera dejado en – en vez de +, ya que poniendo en una balanza el peso de la realidad virtual con nuestra realidad intrínseca temo que el futuro se está comiendo nuestra identidad real. Pero mi pregunta va más allá… con todos estos avances que rediseñan ecosistemas, tecnologías emergentes que transforman nuestro cuerpo, mente y hasta la forma de relacionarnos, que quedará del ser humano original? Yo siento que perderemos nuestra humanidad y con ello nuestra alma.
En la exposición plantean un mundo donde tendremos que llevar a cabo una polinización manual por falta de abejas o donde los humanos medirán 50 centímetros para ahorrar energía. También imaginan una realidad en la que los bebés serán operados para resolver dificultades futuras y así evitar enfermedades congénitas. ¡Qué miedo! Es un ansia por eliminar el dolor del mundo pero sin entender el sentido del sufrimiento, o de la enfermedad como instrumento de fortaleza, de valentía o de lucha vital hacia un crecimiento interior mucho más elevado que el físico.
Es verdad que hay avances que han facilitado la vida a muchas personas como las prótesis o mismamente los marcapasos – de los que justamente tengo dos hijos portadores – pero es un arma de doble filo, ¿Dónde está el límite? Donde nosotros decidamos… pero ahí entramos en la conciencia de cada uno. La ultima sala por ejemplo exponía un invento “revolucionario” que se llamaba “La montaña rusa de la Eutanasia” se trataba de una máquina imaginaria para dejar morir con humanidad, “elegancia y euforia” a una persona. Consistiría de una instalación de 7,5 km de largo y 500 metros de alto que llevaría el cuerpo humano hasta el límite y provocaría una pérdida de consciencia y finalmente la muerte por falta de oxígeno en el cerebro. Este dispositivo está basado en investigaciones en medicina aeroespacial, ingeniería mecánica, tecnología de materiales y efectos de la gravedad. Muy inteligente, pero un drama.
Creo que el problema de base del planteamiento del desarrollo de la raza humana en la exposición es que trata solo el cuerpo como un ente, como un tejido, casi como un muñeco al que manipular, olvidando lo más importante del ser humano y lo que nos define como tal : EL ALMA.
María Tarruella