Todo empezó por un amigo que tenía conocimientos de la montaña y las aves, y me llevaba en sus aventuras por la sierra. Con quince años empezó a engancharme la Naturaleza. Cada elemento del monte era un descubrimiento: las huellas, las setas, las aves, los colores… De una cosa estaba seguro, ¡quería dedicarme a esto de mayor! Con dieciocho años entré a estudiar Biología y me apasionó. Allí descubrí que había algo que me gustaba todavía más que las aves: las plantas. Y me decidí por la especialidad de Botánica.
En estos años comencé con la fotografía de Naturaleza sin tener ni idea, como una persona ajena completamente a los conocimientos fotográficos. Me gustaban aquellas fotos y no necesitaba más. En un principio mi afición se habría quedado ahí, pero Dios tenía sus planes…
Un mes antes de empezar la especialidad de Botánica, participé en la Jornada Mundial de la Juventud de Roma, en el año 2000. Aquello sería el verdadero comienzo de todo. Interrogado por el Espíritu Santo, mi interior susurraba: “Ahora ya tienes lo que querías, vas a comenzar lo que te gusta. ¿Y si Yo te dijera que quiero que seas sacerdote?”. Aquel susurro se convirtió en clamor y finalmente en necesidad de respuesta. Un mes después entraba en el Seminario Diocesano de Getafe, y siete años más tarde me ordenaban sacerdote. ¡Las cosillas de Dios!
En los años de seminario yo seguí con mi amor por la Naturaleza y con mi cámara de fotos. Me acabé comprando una cámara compacta digital —por fin— y le saqué buen partido. Todo parecía indicar que, ya de sacerdote, se acabaría la Naturaleza y la fotografía. Pero Dios seguía con sus planes…
En el año 2009, el fotógrafo encargado de las bodas de mi Parroquia me regaló un libro sobre cómo fotografiar la Naturaleza, y me apasionó de tal manera que decidí que no podía abandonar esta afición. Compré una cámara réflex digital, establecí contacto con el autor del libro, amplié mis conocimientos y en un año conseguí mejorar mis fotografías. Pero con el tiempo sentí la necesidad de pasar del simple pasatiempo a darle un sentido en mi vida. Primero quería mostrar la belleza de la Naturaleza para que fuéramos capaces de valorarla y respetarla —estamos arruinando ecosistemas y lugares increíbles, simplemente porque el que lo destroza desconoce su valor—. Sin embargo, eso no era suficiente para mí. La vida es Dios, y quedarse únicamente en la belleza de la Naturaleza es como quedarse embelesado con el envoltorio de un bombón y no comérselo. Tenía que utilizar la fotografía como medio de evangelización. Muy bien, pero ¿cómo se hace eso?
Busqué por Internet, pero no encontré nada. Además parecía que me metía en un camino inexplorado y enfangado, ya que mi misión es ser sacerdote, y la fotografía me iba a quitar mucho tiempo. Decidí no meterme en más historias. Pero como Dios está detrás de todo, apareció una persona que puso todos los medios posibles para hacer con mis fotografías una exposición de la presencia de Dios en la Naturaleza.
El Señor, que de nuevo me animaba a seguir adelante, me dio el empujón definitivo con las palabras de Mons. Joaquín María López de Andújar, mi obispo: “Tienes unas fotografías preciosas. Es el Año de la Fe y debes hacer lo que sea para valerte de la fotografía como medio de evangelización. Usa bien los dones que tienes”. Sus palabras eran la confirmación de que no podía utilizar la fotografía solo para mi disfrute. Entonces concebí la idea de ayudar a la imagen con la Sagrada Escritura; el texto conduciría a saber que todo proviene de un Amor que se ha hecho alcanzable, de un Dios que nos deja sus huellas desde la belleza natural.
Y así, de esta manera tan loca, hemos llegado a la exposición “Huellas de Su presencia”. Una exposición de 25 fotografías de Naturaleza con textos de la Sagrada Escritura y una reflexión espiritual, profunda y sencilla a la vez, para que al tiempo que contemplamos y admiramos, también recemos. Una exposición que se ve en silencio, que dura lo que uno quiera quedarse al pie de cada fotografía. En ella Dios llega al alma, y uno no sale igual que entra. Dios ha hecho algo grande.
La fotografía es una parte de lo que ven los ojos y de lo que habla el alma, por eso la exposición recorrerá todo el territorio español con el propósito de que aquellos que se acerquen a contemplar la Naturaleza, salgan habiendo encontrado a Dios, que habla con fuerza al corazón.
Más información en la web www.carlosdorado.com
Carlos Dorado
Sacerdote