Sucedió que un sábado atravesaba él un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas. Los fariseos le preguntan: «Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Él les responde: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?». Y les decía: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado» (San Marcos 2, 23-28).
COMENTARIO
El Evangelio trae a la memoria el suceso, en tiempos del rey David, que le sirve a Jesús para justificar a sus discípulos, cuando estos arrancaron espigas en sábado porque tenían hambre: “Dame cinco panes o lo que haya». El sacerdote le dijo: «No tengo a mano pan común, sino pan consagrado; bastaría con que los criados se hayan guardado al menos de mujer». David le respondió: «Ciertamente. Siempre que salgo a luchar, nos abstenemos de mujeres y los criados se mantienen puros. Aunque es un viaje profano, hoy están puros sus cuerpos». El sacerdote le entregó el pan consagrado, pues no había otro pan que el de la proposición, que se retira de la presencia del Señor para poner pan reciente ese día” (1Sam 21, 4-7).
Jesús, quien defiende la ley mosaica hasta la última tilde, antepone sin embargo a la persona como máxima ley. Y no cabe refugiarse en el precepto para despreciar, ni marginar, ni juzgar a nadie.
Si algo consta en los evangelios es la presencia del Maestro en la sinagoga los sábados. Y en algún caso también vemos cómo en el mismo espacio sagrado pospone la ley del sábado a la necesidad de salud de enfermos que le solicitaban ayuda.
Jesús nos da hoy una lección importante para que no incurramos en la autojustificación legalista, y menos aun cuando se trata de tener entrañas de misericordia.
Además de la defensa de la persona por encima del legalismo cultual, el Evangelio revela no solo a quien tiene un corazón magnánimo, como es Jesús, sino a quien es Señor del sábado, del día más sagrado para los judíos.
Es importante el descanso dominical, y dedicar un tiempo a la oración, pero nunca el precepto religioso excusa de la caridad, ni obliga en caso de tener que acudir a atender alguna necesidad. San Vicente de Paúl decía en sus exhortaciones que si se deja el oficio divino para atender una necesidad de los pobres, es dejar a Dios por Dios.