Triste, muy triste es descuidar el palmario hecho de que necesitamos a Dios para encontrar y aplicar las mejores soluciones a los problemas con que hemos de enfrentarnos. Nuestra Santa Teresa lo entendió muy bien cuando nos dejó esta magistral recomendación nacida de su extraordinaria fe en la presencia amorosa de Dios:
«Nada te turbe
nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Solo Dios basta»
Para llegar a la constatación de que “solo Dios basta”, es mucho el lastre del que nos tenemos que desprender, siempre desde el amoroso afán por profundizar en la Fe para así empezar a ver en todo lo que nos rodea la presencia de Dios.
Cuando poniendo la idea de Dios entre paréntesis, se nos dice, “tendrás que demostrarme que Dios existe para introducirlo en mi vida”, son muchos los argumentos que encontramos para replicar mientras que el que niega la existencia de Dios no tiene otro que ese tan manido de que “yo no creo más que en lo que veo”.
Es, entonces, cuando podemos responderle: empezarás a salir de tu obcecación en cuanto creas que alguien hizo lo que ves: todo lo hecho requiere un Hacedor, así como todo lo bueno requiere una fuente de bondad, todo lo bello una fuente de belleza, etc., etc., Al respecto nos dice el Libro de la Sabiduría:
“Vanos son por naturaleza todos los hombres que ignoran a y no alcanzan a conocer por los bienes visibles a Aquel-que-es, ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo los consideraron como dioses, rectores del universo. Si, seducidos por su belleza, los tuvieron como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de todos ellos, pues es el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si se admiraron de su poder y de su fuerza, debieron deducir de aquí cuánto más poderoso es su Creador; pues, de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se llega por razonamiento al claro conocimiento de su Autor. Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y queriéndole hallar. Ocupados en sus obras, se esfuerzan en conocerlas, y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a sus ojos! Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; porque, si llegaron a adquirir tanta ciencia y fueron capaces de investigar el universo, ¿Cómo no llegaron más fácilmente a descubrir a su Señor?” (Sabiduría 13, 1-9).
Cierto que claro enemigo de la fe es el animal que llevamos dentro pugnando continuamente por dejarse arrastrar por los instintos primarios más que por la llamada de la propia conciencia. Ante ello, es el propio San Agustín el que nos dice que él mismo orientó su vida hacia el amor de Dios cuando captó la apabullante lógica de un San Pablo:
‘No en comilonas ni embriagueces; no en fornicaciones y deshonestidades; no en rivalidad y envidia; sino vestíos de nuestro Señor Jesucristo, y no hagáis caso de la carne para satisfacer sus concupiscencias’ (Rom 13, 13-14).
Es nuestro Señor Jesucristo quien nos enseñó a creer apreciando lo divino de la naturaleza como reflejo del amor que Dios nos tienes y, según el cual, estamos invitados a amar al prójimo como a nosotros mismos.
Aún así, cara a los que dicen saber mucho e ignoran lo principal inspirados doctores como Santo Tomás de Aquino nos han apuntado, al menos, cinco vías para no vacilar en cuestiones de Fe:
1.- Nada se mueve si no hay Alguien que lo mueva
2.- No puede haber un efecto sin una Causa .que lo produzca.
3.- Todo ser procede de otro hasta llegar al Ser, que es principio de toda existencia.
4.- Los distintos grados de bondad en lo contingente requieren la existencia de una Bondad Suprema.
5 – La ordenada y precisa interrelación entre criaturas y fenómenos requieren la eterna presencia de un Artífice, Creador y Ordenador Supremo que, por su propio carácter existe desde siempre y está por encima de toda contingencia derramando sobre ella raudales de orden, previsión y amor.
Superadas las irracionales obcecaciones de los que dicen no creer en Dios, ciertamente que encontramos el camino para acercarnos a Él por las huellas que de su presencia nos ofrece todo lo que nos rodea e inquirir con San Juan de la Cruz:
¡Decid si por vosotros ha pasado!
¿Sabremos captar entonces la respuesta de todo lo visible?
Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.
Antonio Fernández Benayas.