¡¡¡Hola a todos!!!
Ayer fui a ver la exposición “Sorolla y Estados Unidos” en la Fundación Mapfre y está hasta el 11 de Enero. Os la recomiendo como plan para estas navidades. ¡Es espectacular! Yo al principio pensé: “¡Uf, qué pereza otra exposición de Sorolla! Vale que me gusta pero lo tengo ya muy visto”… ¡¡Pues os he de decir que sorprende!! Sobre todo los cartones con las vistas de pájaro de la maratón de NY de 1911 pintadas desde la ventana de su hotel. ¡Absolutamente único!
Quería sobretodo comentaros un cuadro enorme que me impactó a la entrada, se titula “Triste Herencia”. En él aparece la figura enorme de un monje rodeado de multitud de niños desnudos ayudándoles a meterse en el agua. Y me pregunto, ¿por qué un tema de una belleza temática y pictórica tan espectacular podría ser mal interpretada y casi censurada hoy en día? Prejuzgamos enseguida sin preguntar más allá de las apariencias. Esta obra enseguida sería manchada con la duda de la pederastia y no se miraría más. Pero si en vez de emitir juicios inmediatos descubriéramos la maravillosa obra de caridad que en este cuadro se refleja, donde un monje de la orden hospitalaria de San Juan de Dios acompaña y vigila atentamente a varios niños discapacitados mientras toman un baño terapéutico de mar. Está él solo ante una jauría de niños pequeños, muchos con problemas motores y muletas, emocionados por bañarse en el mar. ¿Cuántos de nosotros nos atreveríamos solos con tal responsabilidad? Solo un hermano mendicante de hacer el bien —“Fatebenefratelli”, como se les llamaba— se atreve desbordando atención y cariño con los más débiles y olvidados, ya que posiblemente estos niños procedían de orfanatos.
Este monje es un héroe, un santo, y como tal, la obra es comprada en 1904 por un coleccionista americano, John Berwind, que la dona a la iglesia de la Ascensión, situada en pleno 5th Avenue en Nueva York. Es alucinante pensar que hace cien años esta gran obra de casi tres metros de tamaño presidía la capilla de una de las iglesias más importantes del mundo, y que hoy en día sería totalmente inconcebible exhibirla en una parroquia, por la posibilidad de ser malinterpretada. ¿Cuántas actuaciones de sacerdotes volcados en sus más jóvenes feligreses han sido tachadas de abuso, e incluso ellos condenados públicamente por rumores de la prensa sensacionalista, sin ninguna prueba concreta que les acuse?
Yo recuerdo un amigo mío sacerdote que paseando por el jardín de la parroquia confesó a una adolescente problemática que se puso a llorar y él intuitivamente la cogió de la mano. Acto seguido su madre les vio y montó tal número injustificado que le tuvieron que destinar a otra ciudad. Era un sacerdote amoroso, tierno, con una empatía y un cariño espectacular, y con la simple intención de consolar un alma en pena fue juzgado y machacado injustamente.
Me duele tanto que nuestros sacerdotes, héroes de este tiempo, sean atacados por alguno que falla, pero como decía aquel whatsapp que nos llegó a todos: “Los sacerdotes son como los aviones, solo son noticia cuando caen. ¡Y hay tantos volando!”. Recemos por los sacerdotes, para que sean siempre hombres de bien y luz en nuestro horizonte. Doy Gracias a Dios por la valentía de su vocación. ¡Que es un honor y una gloria!
María Tarruella