En aquel tiempo, dijo el Señor: «Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa» ¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»» (Lucas 17, 7-10)
Hace años que me aplico cada dia esta conocida frase del prolífico escritor José María Pemán que dice “No hay virtud más eminente que hacer sencillamente lo que tenemos que hacer”.
Hoy con esta palabra tuya Señor se vuelve a hacer presente en mi vida la necesidad de saber qué es lo que tú me mandas hacer concretamente en este dia. Bien sé yo que hacer lo que tú me mandes es la clave de mi felicidad de hoy y de mi ahora. Por eso te pido que me ayudes, que me des discernimiento para descubrirlo.
Tantas veces me pongo metas elevadas. Tantas veces me confundo porque no te escucho a ti sino que me dejo llevar por los ruidos que me rodean; por mi afán de ser y de hacer sin contar contigo, De ahí muchas veces me llega el cansancio. Por eso hoy te pido que me ayudes a llevar la poca o mucha carga de este día y que todos mis esfuerzos se centren en hacer “sencillamente lo que tengo que hacer”. Ese sencillamente que encierra la simplicidad de las cosas cotidianas y la humildad que requiere hacerlo sabiendo que uno mismo es tu siervo. Ese siervo inútil en quien tu te has fijado al que tanto estás queriendo y que nunca es agradecido.
¡Que bueno eres Señor! Y especialmente con los pecadores por eso me puedo refugiar en el inmenso paraguas con el que me proteges de las tempestades de cada dia.
Yo…te amo Señor. Sé tú mi refugio y mi fortaleza y mantén encendidas las lámparas que pones en mi vida para que nunca me pierda en el camino.