Buena parte de lo que somos se debe a una historia que comenzó tiempo atrás, mucho antes de que naciéramos y que conforma el preámbulo de nuestra vida. Por eso los mayores, aquellos que nos preceden en tiempo y en experiencia, son riqueza para las familias. El abuelo Alfonso, con 91 años, sigue siendo el punto de referencia humano y espiritual de la familia Zufía. Su vida, marcada por una profunda entrega a sus hijos, nietos y en la medida que ahora puede, a sus bisnietos, es un testimonio vivo de sabiduría, fe y generosidad para las siguientes generaciones. Por el gran tesoro que suponen, a ningún niño ni joven se le debería privar de la presencia o el recuerdo de sus abuelos.
-¿Cómo conoció el amor de Dios en su vida?
-Desde pequeño en casa; sobre todo por mi madre, que ha sido una mujer con una gran preocupación por la formación religiosa de sus hijos.
-¿Qué experiencia de Dios tiene en todos estos años? ¿Se ha sentido acompañado por Él?
-Pues sí, así ha sido. A mí me enseñaron a vivir con el amor de Dios y con el temor de Dios, bueno, mejor dicho, con el santo temor de Dios. Los mayores antes te decían: “Jesús te ama pero no olvides que no sabes cuándo, ni cómo, ni dónde te puedes caer, así que estate preparado”. Eso lo he tenido siempre presente.
-Pero me imagino que sin entenderlo como una carga pesada.
-Ya lo creo. Yo he vivido muy alegre; en mi casa se ha reído mucho, pero hoy día observo que nosotros, tanto de niños como de jóvenes, nos hemos reído a carcajadas y ahora no saben reírse. Incluso en la televisión, si lo hacen, es a costa de burlarse de otros, pero no es una risa franca.
cúmulo de sabiduría y fortaleza en las pruebas
-¿Qué recuerdos guarda de aquellos tiempos?
-Fui muy feliz con mis padres y hermanos. Pero cuando tenía 18 años estalló la guerra y a nosotros nos cogió de un modo especial, pues el día de antes mi madre había dejado a mis hermanos y a mí con unos parientes en Villarreal, un pueblo de Vitoria, ya que tenían que operar a mi padre. El día del Alzamiento Nacional la familia se encontraba partida; mis padres en Bilbao y los hijos en territorio nacional. Yo me fui al frente de voluntario y viví allí la guerra entera como alférez provisional.
–Vivir una guerra debe marcar para toda la vida.
-Se pasan ratos muy malos. Nos bombardearon la artillería y la aviación; hubo muertos y bajas por todos los lados. Pero eso se olvida y sólo queda lo bonito, como la honestidad, la lealtad, la amistad, el compañerismo. Estar en un sitio peligroso hace que todos se ayuden como en una gran familia. Recuerdo que hirieron al capitán con un balazo terrible que le rompió el fémur. Yo, que estaba al lado, le puede hacer rápidamente un torniquete para cortar la hemorragia y pudo salvar la pierna. Eso no se olvida.
-¿Qué opina usted de este deseo actual de remover el pasado desde una visión partidista?
-La mitad de lo que se dice ahora respecto a ese tiempo no es verdad. Al año siguiente de terminar la guerra, cuando juré bandera, mi padre escribió unos versos que decían: “Con qué orgullo y emoción, conmovida el alma entera, veo jurar la bandera a mi hijo del corazón. La paterna bendición hijo mío te acompaña, ve tranquilo a la campaña, piensa en la patria querida ya que si pierdes la vida es por Dios y por España”. Estas vivencias son reales y así pensaba la mayoría. Pero muchas hechos que ocurrieron se han ido borrando y olvidando para ayudar a que los dos bandos se unieran, pues al fin y al cabo, todos éramos españoles. Se cedió por ambas partes y la cosa iba decente, hasta que ha llegado este señor de ahora y ha cambiado el procedimiento.
-Ha presenciado la persecución que sufrieron los cristianos antes de la guerra, ¿qué piensa del ataque actual a todo lo relacionado con el catolicismo?
-He vivido la quema de iglesias y el asalto a los conventos pero ahora llama la atención el odio tan espantoso que hay a la Iglesia Católica. Con el agravante de que se ha llegado a una situación en la que una misma persona cree que es compatible ser creyente con matar al compañero. Esto es lo que pasa con la nueva ley del aborto; aprobada con votos de quienes se consideran católicos. La tragedia que estamos viviendo es que la sociedad actual ve natural declararse católicos y estar en contra de la vida.
plenitud y alegría en el otoño de la vida
-La educación de los hijos es un tema preocupante para los padres de cualquier época, ¿qué línea ha seguido?
-Mi primera mujer, Matilde, la madre de mis seis hijos, murió cuando tenía 48 años y luego me volví a casar con Manuela, quien tenía una hija. A todos desde siempre les he intentado educar en la fe; he estado encima de ellos en todo momento. Según me educaron a mí lo he hecho con mis hijos. Por ejemplo, he seguido la tradición de la promesa que le hizo el Corazón de Jesús a Santa Margarita de Alacoque, que decía que aquel que confesara y comulgara los nueve primeros viernes de mes estaría atendido y acogido a la hora de la muerte. Yo lo he creído y he llevado a mis hijos uno por uno para que lo hicieran, pues su salvación es lo que prioritario para mí.
A Dios gracias estoy encantado porque todos ellos tienen un fondo religioso buenísimo y además veo que con sus descendientes quieren seguir el mismo camino. Tengo muchos nietos que son de caérseme la baba.
-Resalta Benedicto XVI la importancia de recuperar la figura de los abuelos, tan necesaria para los jóvenes por su sabiduría frente a la vida. ¿Cómo se lleva con sus nietos y bisnietos?
-Muy bien; tengo treinta y cinco nietos y otros treinta y cinco bisnietos, y lo que puede ir viniendo. Este año se me han casado dos nietas, con lo que hay dos hombres nuevos en la familia y han nacido tres bisnietos. Como ves la familia va subiendo.
-¿Cómo se puede ganar el cariño de un joven?
-¡Uf, eso es muy complicado! Me imagino que estando ahí en todo momento. Con mis nietos he tenido una relación muy especial. Según han ido creciendo les he enseñado a nadar y a conducir, y eso ha permitido abrirnos e irnos conociendo. Conseguíamos una relación extraordinaria. Se ha dado el caso de hacerme una confidencia a mí antes que a los padres para pedirme consejo. Yo siempre les he dicho que su obligación es la de contárselo a los padres y no he parado hasta conseguirlo. ¡Abuelo ya he ido!, me decían. Anécdotas de ésas he vivido muchas.
Ahora estoy mayor y no puede ser como antes, pero en cuanto tengo ocasión organizo alguna partida o una barbacoa para que vengan con los novios y novias y así los cazo. Cuando se van a casar cojo a la pareja y les digo aquello que sus padres no les pueden decir.
También organizo una comida en Navidad para toda la familia y ninguno se la quiere perder. Incluso me ha ocurrido que si alguno se ha ido un poco de las manos, por lo menos a la comida no ha dejado de asistir.
“la fe abre una esperanza que no defrauda”
-¿Tiene miedo a la muerte?
-No. Cuando yo era pequeño se vivía la cultura del alma; se hablaba de la muerte, del juicio y del infierno o la gloria y eso te preparaba. Así he intentado transmitírsela a los míos ya que la muerte es una realidad; no por ocultarla no va a llegar. No te digo nada en la guerra, los muertos que he visto yo. A mí me ha ocurrido estar hablando con alguien y caer redondo al suelo, muerto por un tiro.
Como sé que va a llegar estoy preparado. Mi madre me enseñó a rezar a san José para que me conceda una buena muerte y lo hago todas las noches. He estado a un tris en varias ocasiones pero no la he visto nunca. No me quita el sueño aunque sé que llegará, como le ha llegado a muchos conocidos míos.
-¿De qué manera le ayuda la fe para estar sereno frente a ella?
-Pienso por ejemplo en mi abuelo, que se murió hace no sé cuántos años, y en tantos otros que están ahí en la eternidad, donde dentro de poco voy a ir yo, y estoy tranquilo. Aunque somos pecadores, pues eso no hay quien lo evite, tenemos el amor y el perdón de Dios. Además siempre he tenido la agarradera de un director espiritual que me ha ayudado a tener serenidad y esperanza en la vida y en la muerte.
-Con 91 años y después de tanto vivido, ¿por qué cree que la gente anda sin ilusión, cuando precisamente antes la vida era más dura?
-Vivimos en la cultura del cuerpo, yo no entro en ella pero la veo muy peligrosa porque se descuida la belleza interior, que es lo que importa, y se quiere convertir el alma en nada. Entonces es cuando uno no puede hacer frente a los problemas. Hemos llegado al punto de que en un autobús ponga que como Dios no existe, pásatelo bien. Ésa es la idea que circula por España y por todo el mundo, con el agravante además de que el Islam se aprovecha de ello y se le permite.
-Haciendo balance de todos estos años, ¿cree que Dios ha sido bueno con usted?
-Pues claro que sí. Y le doy gracias todos los días por tantísimo; por lo que me ha sucedido, por haberme cuidado en la guerra, por la familia que tengo…