Monseñor César Franco, obispo auxiliar de Madrid, aludía el lunes a esta cita, al inaugurar el curso en el Centro de Estudios Judeocristianos, institución erigida por el Arzobispado de Madrid en 1972, y encomendada a la Congregación de Nuestra Señora de Sión, para «trabajar contra los prejuicios y fomentar el conocimiento mutuo y la verdadera amistad» entre cristianos y judíos. «Las relaciones entre el pueblo judío y los católicos después del Concilio Vaticano II, a la luz de Nostra aetate», será el tema de las sesiones que se celebrarán cada miércoles, a las 7 de la tarde, hasta el 29 de mayo
La inauguración contó con la presencia de Lord Jonathan Sacks, que, hasta septiembre, durante 22 años, ha sido rabino jefe de la Commonwealth. Sacks, que tuvo una gran afinidad con Benedicto XVI, denunció que «los cristianos viven hoy bajo amenaza en Oriente Próximo y en partes de África y Asia». También «los judíos viven con miedo en muchos países», incluso en Europa, donde «ha vuelto el antisemitismo». Al mismo tiempo, «lo que solíamos llamar ética judeo-cristiana, que hizo de Europa lo que fue, está hoy siendo atacada. Y el resultado es que hemos perdido la santidad del matrimonio, la santidad de la vida… Nuestra cultura se ha vuelto muy egoísta. Nos hemos vuelto muy materialistas y consumistas», lo que, a su juicio, explica, entre otras cosas, la dura crisis económica que hoy padecemos.
Ésas son batallas que deben dar juntos hoy judíos y cristianos, porque «ambos somos minoría en un mundo muy secular», concluyó Lord Sacks. «Dios nos está llamando ahora a una amistad más estrecha. Y debemos responder».
Coincidió con él monseñor César Franco, que, «además de los cauces oficiales de la Santa Sede», sugirió que el diálogo «descienda a las capas más elementales de la sociedad, donde los prejuicios son difíciles de desarraigar. Me refiero -explicó- especialmente a la enseñanza y la catequesis habitual de la Iglesia en parroquias y colegios, subrayando el patrimonio común y superando la concepción de la Historia en dos etapas entendidas como historias de dos pueblos separados».
Se trata de «educar en el espíritu de la Nostra aetate». Hay trabajo pendiente en la divulgación de los estudios bíblicos, porque «se siguen difundiendo ideas erróneas basadas en interpretaciones superadas». Además, el prelado defiende un mayor «conocimiento de ambas liturgias», y «gestos de amistad, reflexión y trabajo común». Algunos gestos están al alcance de cualquiera. Monseñor Franco invita, por ejemplo, a «tener en cuenta en la oración personal y comunitaria los problemas que afligen a ambas comunidades, porque es reconocer que nos dirigimos a un Dios único, Padre de todos, y pedir por aquellos a quienes no sólo de palabra, sino de obra, consideramos verdaderamente hermanos».