En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: – «Sígueme». Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice: – «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.». Natanael le replicó: – «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: – «Ven y verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: – «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Natanael le contesta: – «¿De qué me conoces?». Jesús le responde: – «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: – «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: – «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: – «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.» (Jn. 1, 43-51)
“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. Escuchábamos en la liturgia del día de Navidad, y por si no había quedado claro, como a alumnos poco aventajados, se nos repetía el domingo pasado. Enmanuel, Dios con nosotros. El Dios eterno asume lo temporal. El Dios intangible se hace materia, además, asumiendo el desprecio.
Esta Palabra, treinta años hecha silencio, comienza a manifestarse públicamente (epifanía). Primero a su Israel. Luego a los gentiles, festividad de mañana.
Como en el Pueblo de Israel; en Jesús, el Jordán marcará un antes y un después. Lo que antes del Jordán era promesa, ahora se hace cumplimiento. Juan, como Moisés, ha preparado un “Pueblo” en el desierto y ambos entran en retirada ante la realidad de la Promesa.
El “adviento” de Juan no ha sido en vano. Andrés, discípulo del Bautista, sigue a Jesús. Comienza el “boca a boca”, primero con Pedro. Luego Felipe que responde rápida y generosamente a la invitación de Jesús para iniciar su vida pública en Galilea. Quién mejor que alguien natural de la comarca para hacer de “cicerone” y embajador de la misión.
En este contexto hay que enmarcar el pasaje de hoy. El evangelista Juan narra de forma sumaria, casi telegráfica, lo que es todo un “itinerario catecumenal”. Describe en segundos lo que en muchos creyentes es una experiencia de años y, si nos fijamos en el personaje Natanael (Que significa “regalo de Dios”) como figura paradigmática del Pueblo de Israel, ya no es un itinerario de años, sino de siglos. Además, creo que en eso estamos.
Natanael es figura del hombre sabio, erudito, docto. Es costumbre en la cultura semita representar este modelo de persona debajo a la sombra de la higuera. (Los que hemos tenido la suerte de echarnos una siestecita en pleno verano a la sombra y el aroma dulce intenso que brota de sus frutos, sabemos muy bien por qué es prototipo de sosiego y serenidad). En definitiva, Natanael representa al pueblo de Israel a quien un apóstol de Jesús, Felipe en este caso, anuncia el “Kerigma” diciendo más o menos: “Lo que tú estás buscando escudriñando las Escrituras, lo hemos encontrado.” El problema es que el perfil no se ajusta a lo esperado. Tendría que tratarse de alguien de “alta cuna” (¿un pesebre?), alumbrado en algún lugar importante, no sé, tal vez un palacio o, por aquello de ser el portador de la “Nueva Alianza”, en el Cedars-Sinaí de Beverly Hills, ¡pero en una cuadra!… “¿No es este el hijo de José, el carpintero?” Le dirán despectivamente en la sinagoga de su pueblo. Y como está feo que los de Nazaret se metan con ellos mismos, tendrá que ser alguien de un lugar de mejor tronío quien siga con la cadena de desprecios: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”… y esto se comentaba en una comarca que a su vez era menospreciada por los “pata negra” de Jerusalén quienes se referían despectivamente a la “Galilea de los gentiles”. Si al final va a resultar que lo de José ni siquiera era un taller, que era una “tienda de los chinos”.
Pero lo cierto es que, no pocas veces, el primer obstáculo que hay que vencer son nuestros propios prejuicios: “De tal familia, de tal grupo eclesial, de tal movimiento… ¿puede salir algo bueno?. Si hasta el propio Papa tiene que hacer bromas con los tópicos argentinos.
Felipe, en cambio, propone a Natanael hacer un “camino de conversión”: “Ven y ve”. Pasar de la mirada superficial a una mirada profunda. Eso es precisamente lo que hace Jesús ante el desprecio inicial. Responder a Natanael desde un conocimiento profundo: “¿Queréis saber lo que un auténtico descendiente de Israel?, pues ahí lo tenéis. Como después sucederá con la Samaritana, Natanael tendrá que romper sus esquemas y prejuicios para rendirse ante alguien que le conoce más que él mismo. Cómo decía S. Agustín: “Lo que hoy es cada uno, apenas si uno mismo lo sabe”. En Natanael esto provoca la confesión de Fe. Antes era escriba ahora es testigo. Como Job podrá decir, antes te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos.
Dios siempre inconformista. Dios siempre va más allá: “Has de ver cosas mayores”: “El cielo abierto, los ángeles subir y bajar sobre el Hijo del Hombre”… O sea, ¡la escala de Jacob!. (Cf. Gn. 28) Las promesas hechas al pueblo de Israel son irrevocables (Rm. 11, 29). Como dice S. Pablo “No es que Dios haya faltado a su palabra, es que no todos los descendientes de Israel son pueblo de Israel” (Rom. 9,6). Los verdaderos israelitas creen en Jesús. Natanael, como Nicodemo, están dispuestos a acercarse a la luz. Por eso son los representantes del Israel creyente. También el “Israel obtuso” ha jugado su importancia en la Historía de la Salvación. Su rechazo, representado en Herodes, nos ha abierto la puerta a nosotros, los gentiles. Ellos son el tronco, nosotros el injerto. Lo importante es nutrirse de la savia y no secarse.
“Ven y verás”. Y es precisamente que vemos como algo brota del viejo olivo. Cómo se superan viejos prejuicios. Cómo se va creciendo en aprecio mutuo. Signos hay; y hemos de ver cosas mayores: “Pues, si su rechazo es reconciliación del mundo ¿qué no será su reintegración sino volver desde la muerte a la vida?“ (Rom. 11, 15)