<<Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo? Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa» (San Lucas 6, 43-49).
COMENTARIO
El final del Sermón de la Montaña, de la “llanura” en Lucas, que contiene el diseño del Hombre Nuevo que Jesús ha encarnado en su vida y glorificado con su muerte, termina con esta afirmación contundente en la versión paralela del Evangelio de Mateo: “No todo el que me diga ´ Señor, Señor` entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7, 21).
No se puede seguir a Jesús de boquilla porque no nos serviría para nada, a un discípulo, a un seguidor de Jesucristo, se le pide que crea y viva conforme a la verdad Evangelio, es decir, que lleve a la práctica el espíritu del mensaje revolucionario y transformador que nos ha enseñado en el Sermón de la Montaña. De lo contrario, estaremos expuestos a la reprimenda que el profeta Isaías hacía a los creyente de su tiempo: “13«Este pueblo me alaba con la boca | y me honra con los labios, | mientras su corazón está lejos de mí, | y el culto que me rinde | se ha vuelto precepto aprendido de otros hombres;” (Is 29, 13).
Buscar hacer, cada día, la voluntad de Dios ha de ser el programa vital de todo cristiano. Pero, ¿en qué consiste hacer la voluntad de Dios? ¿Cómo podemos saber cuál es? Hay dos modos de saberlo, el primero acogiendo su Palabra e intentar llevarla a la práctica, no contentándonos con escucharla, como oyentes olvidadizos que por un oído nos entra y por otro nos sale. Jesús compara a quien escucha y pone en práctica la palabra con un hombre que construyó y edificó su casa sobre roca y quedó bien protegida contra tempestades, tormentas y riadas, el cimiento era el acertado. El segundo modo de saber cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida, lo obtenemos a través de la oración. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, es una petición del Padrenuestro. En el Catecismo de la Iglesia Católica se nos recuerda que “por la oración, podemos discernir cuál es la voluntad de Dios (Rm 12, 2; Ef 5, 17) y obtener constancia para cumplirla (Hb 10, 36). Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los cielos, no mediante palabras, sino haciendo la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mt 7, 21) [nº 2826]. Por otra parte, sabemos “que si alguno cumple la voluntad de Dios, a ese le escucha (Jn 9, 31; cf 1 Jn 5, 14). Tal es el poder de la oración de la Iglesia en el Nombre de su Señor, sobre todo en la Eucaristía; es comunión de intercesión con la Santísima Madre de Dios (cf Lc 1, 38. 49) y con todos los santos que han sido agradables al Señor por no haber querido más que su Voluntad: Incluso podemos, sin herir la verdad, cambiar estas palabras: ‘Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo’ por estas otras: en la Iglesia como en nuestro Señor Jesucristo; en la Esposa que le ha sido desposada, como en el Esposo que ha cumplido la voluntad del Padre (San Agustín, serm. Dom. 2, 6, 24)” [nº 2827].
Decían los santos Padres que hay dos formas de vivir, la de aquellos que viven solamente pensando en sí mismos y viviendo para sí mismos, haciendo siempre su voluntad, y éstos, nunca están contentos ni felices; y, otra forma de vivir, la de aquellos que siempre están procurando vivir haciendo la voluntad de Dios y, por más trabajos que tengan, siempre están contentos y felices. El secreto de la felicidad está en el material con el que has edificado tu existencia: si es arena o roca. No resisten lo mismo cuando vienen las crecidas…, unos son prudentes, otros, necios. Y, tú, ¿Qué quieres ser?