Me resulta extremadamente difícil poder llevar al papel todo lo que ronda en mi cabeza, pero tengo la necesidad de testimoniar mi agradecimiento a la Iglesia. Soy un cristiano de a pie que nació en el año 1940, a los diez meses de volver mi padre del frente de la Guerra Civil; que vivió la postguerra y las necesidades de una época tan dura para la inmensa mayoría de los españoles…
Cuando aprendí las cuatro reglas y poco más, me pusieron a trabajar con diez años; lo que era muy normal en aquel entonces. Poco después, con 14 años, viví la emigración a otra parte de España, desde Andalucía hasta Valencia, donde las costumbres y lengua eran distintas, donde en muchas ocasiones me sentía ciudadano de segunda, donde me recordaban que era “castellano”. Aunque en honor a la verdad, tengo que decir que no fue siempre, ni todos; también encontré personas maravillosas y amigos que me acogieron con mucho cariño (los niños no saben de esas diferencias, si los mayores no se las inculcan).
Todo esto, afortunadamente, ha pasado. Los que vinimos de fuera nos sentimos parte de esta tierra y la amamos como el que más. Es un lugar estupendo y unas gentes de magnífico corazón. Esta es mi casa, mi pueblo y mis gentes, pues no en vano aquí ha transcurrido la mayor parte de mi vida, la de mi esposa y la de mis hijos; aquí he echado raíces y es la tierra en la que quisiera morir.
soy feliz a la sombra de tus alas
¿Porque digo todo esto? No sé si es por todas aquellas vivencias de niño o porque Dios ha estado empeñado, lo ciero es que el Señor me ha llevado a conocer su Iglesia y formar parte de ella, con lo que sería muy desagradecido por mi parte no reconocerlo.
Dios me ha dado su Palabra, me ha enseñado el Evangelio, a vivir en la esperanza; siempre ha tenido una palabra de aliento, me ha puesto paz cuando no la tenía, me ha ayudado a perdonar y sentirme perdonado, me ha anunciado la Buena Nueva, a Cristo resucitado, a un amigo fiel que, a pesar de todos mis pecados y de tantas veces rechazarle, ha sido Verdad, Camino y Vida para mi matrimonio, para con mis hijos, mi familia, en el trabajo. Jesucristo es esta Verdad que me lleva a descubrirme pecador, pero a la vez a sentirme amado a pesar de mi infidelidad.
En la Iglesia, como en la vida, hay de todo, buenos y menos buenos; al fin y al cabo hombres, con nuestras flaquezas y debilidades (que tire la primera piedra el que no las tenga). El Señor ya pedirá cuentas a cado uno, y estoy seguro que lo hará desde el amor y la misericordia.
En estos tiempos en que la Iglesia está tan perseguida y criticada, resulta que quien más está en su contra es siempre quien menos la conoce. ¿Por qué no valoramos lo que está haciendo en estos tiempos de crisis?¿En nombre de quién está dando la vida tanta gente por los enfermos, los parados, los inmigrantes…?.
El hombre apartado de Dios vive actualmente inmerso en una sociedad rodeado de muchos dioses (el dios del cuerpo, el dios del dinero, del trabajo, del fútbol, del biernestar…), donde los medios de comunicación, que tanto poder tienen, le incitan a desear la felicidad a toda costa; donde lo feo o lo malo hay que apartarlo para que no moleste ni despierte la conciencia. Como el sufrimiento no tiene sentido en esta visión del mundo y de la vida, si alguna vez hablan de Dios lo hacen de una manera muy superficial; mostrando un Dios que no es amor y bondad, sino un dios exigente que viene a molestar más que a dar la vida (posiblemente los que nos decimos cristianos y participamos más asiduamente de los sacramentos tengamos algo que ver con ello).
En una sociedad donde el tener es lo más importante para ir por el mundo y triunfar en las relaciones, estamos muy preocupados en que nuestros hijos sean los primeros en todo; que disfruten de lo que nosotros no hemos podido; que no sufran…Les damos todo cuanto nos piden, aunque para eso los padres tengamos que hacer piruetas. Les apuntamos antes a clases de baile de la danza del vientre que a clases de religión, confiados en que, cuando sean mayores, ellos ya decidirán, y nos quedamos tan tranquilos. No caemos en la cuenta que para entonces puede ser tarde.
en Ti descansa mi alma
Por la seducción del diablo el hombre quiso “ ser como Dios” (Gén 3,5 ), y entonces, viene el caos. En el capitulo 1,2 del Génesis nos dice: “La tierra era caos y confusión, y oscuridad por encima del abismo”. Por poco que nos fijemos, encontramos cierto paralelismo con el mundo actual. Sin embargo, Dios, con su Palabra, puso en orden todas las cosas. Pues bien, la Iglesia, con la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, ha venido a mi vida a poner cada cosa en su sitio: me ha anunciado a Dios, vivo y presente, Padre misericordioso que me ama como soy y no por lo que soy. He conocido al Hijo de Dios, que ha venido a darme la Vida, la que dura para siempre, no la que se difumina ante los problemas; la que es plena en todos los momentos, aun en los más difíciles, como en la enfermedad, proporcionándome la seguridad de que todo lo que me ocurre es para mi bien.
Traer paz y esperanza, y mucho más, es lo que ha hecho la Iglesia en mi vida, por la Palabra de vida y el Espíritu Santo que están en ella. Las gentes creen que la Iglesia católica es como una ONG, es decir, como los organismos de Caritas y Manos Unidas, que cumplen con el Evangelio al dar de comer al hambriento, de beber al sediento, dar cobijo… Pero la misión de la Iglesia es más que eso: su verdadero cometido es anunciar y llevar el Evangelio a todos los hombres, anunciando que Cristo vive, que quiere darnos una vida plena, vivida en la fe y la esperanza, y que es más importante salvar el alma que la cojera o que las estrecheces económicas.
Doy gracias a Dios por haberme puesto en su Iglesia, a la que tanto debo.