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Queridísimos Stilumcuriales, hemos recibido de don Ettore Gotti Tedeschi esta reflexión sobre la Santa Casa de Loreto, que publicamos con gran placer. Buena lectura.
(Stilum Curiae)- Estimado señor Tosatti:
Le pido que acoja en su blog una reflexión que he escrito sobre la Santa Casa de Loreto, por la que siento mucho afecto porque es la casa donde la Virgen María nació, creció y recibió la Anunciación, iniciando con su «fiat» la Redención.
El periódico Avvenire (con fecha del 18 de septiembre, pág. 17) publica un mensaje (a la Provincia picena de los Frailes Menores) de Su Santidad el papa Francisco, en el que dice: «La ciudad de Loreto, donde he querido firmar la exhortación post-sinodal Christus Vivit, custodia un tesoro precioso: ‘algunas piedras de la casa de la familia de Nazaret’…».
Con esta consideración, el Santo Padre parece estar excluyendo la «traslación milagrosa» y la autenticidad e integridad de la Santa Casa, aceptada por su predecesor, según la tradición, sobre la base de documentos, investigaciones y pruebas que duran desde hace siglos.
Estamos hablando de la casa donde tuvo lugar la Anunciación, por lo que deseamos implorar al Santo Padre que instituya, a este respecto, una Comisión formada por historiadores, arqueólogos, arquitectos y científicos con el fin de verificar (o desmentir) que en el Santuario de Loreto hay tres partes completas, formadas por piedras unidas por mortero procedentes de Nazaret, que tienen más de dos mil años, que nunca han sido desmontadas y montadas de nuevo, que están íntegras como lo estaban en Nazaret, adosadas a la Gruta.
Si así fuera, la traslación fue milagrosa; es impensable que la casa haya sido transportada por mar por los cruzados, desmontando y volviendo a montar las paredes cinco veces. Por poner un ejemplo, el mortero original ya no existiría.
O se trata de un hecho falso en la sustancia y/o en la traslación milagrosa.
Creo que el riesgo de querer hacer creíbles los misterios es elevado y complejo, y tengo fuertes dudas de que el progreso científico consiga explicar lo que en los siglos oscuros se explicaba con el milagro.
La fe no es en absoluto superstición, como pretenden algunos. Hay quien considera que, al no existir cámaras en el momento de la traslación (1291-1296), dicha traslación milagrosa no se pueda demostrar «científicamente»; por lo tanto, la Iglesia, que parece querer respaldar sólo lo que es inmanente y «creíble», parece no aceptar ya la tesis del milagro.
Pero sucede que un milagro es un hecho extraordinario que no se puede explicar por las leyes naturales, algo considerado intolerable para los racionalistas (a los que respetamos), pero nos cuesta comprender por qué teólogos y apologetas que se dicen católicos niegan el milagro, aduciendo como explicación el hecho de que se opone a la inviolabilidad de las leyes naturales, que contradirían a Dios mismo.
Me recuerdan a Voltaire, que sostenía que, si Dios hiciera milagros, corregiría la naturaleza y a sí mismo que la ha creado.
Por suerte, a veces la ciencia sale a nuestro encuentro cuando dice que la naturaleza es mucho más compleja de lo que parece en el microscopio, y tiene un potencial aún desconocido.