Manuel Ortuño«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido’. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?’. Le respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña’. Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: ‘Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros’. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: ‘Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno’. Él replicó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”». (Mt 20,1-16)
La parábola de los trabajadores es un texto desafiante para una sociedad materialista como la nuestra. Pero también es un texto radical al leerlo en un contexto humano y social tan marcado por la generalización de las injusticias en todos los ámbitos y la multiplicación del egoísmo y la insensibilidad de los unos hacia los otros.
La parábola contada por Jesús resulta ser una invitación a un tipo de generosidad que trasciende incluso el cumplimiento de la justicia. Justicia es pagar a cada uno por su trabajo, pagar de más no es injusticia, es generosidad. Concepto que para muchos puede ser extraño porque no están acostumbrados a experimentarlo. La generosidad es difícil de explicar si no es con ejemplos, porque es sobre todo una práctica de vida. Si tú eres diariamente tacaño, difícilmente podrás pasar la enseñanza a quienes te rodean sobre cuán importante es dar, compartir, y hacerlo generosamente, es decir pasando el límite esperado.
El comentario de la Biblia de Jerusalén a Mateo 20 dice que: «contratando hasta la tarde a los obreros sin trabajo y dándoles a todos el jornal completo, el dueño de la viña da pruebas de una bondad que sobrepasa la justicia, sin lesionarla…. Así es Dios que admite en el Reino a los que han llegado tarde, como los pecadores y los paganos. Los llamados a la primera hora (los judíos beneficiarios de la Alianza de Abrahám) no deben escandalizarse por ello».
Ciertamente la parábola nos permite hacer una mirada introspectiva, confrontarnos sobre el momento de la vida en que nos encontramos y, especialmente, el momento de la vida en que Dios nos encuentra. Y darnos cuenta que —antes o después, al inicio, al medio o al final de la vida— Dios siempre nos ha dado lo que no merecemos y eso no es injusticia, sino generosidad. Nosotros merecíamos y merecemos castigo y maldición, pero la bondad de Dios y su misericordia hacia nosotros es tan grande que Él, en su amor, perdona todo nuestro pecado, limpia toda nuestra imperfección y nos da lo que no merecemos: la vida, la salvación, la fuerza, su bendición.
El texto de hoy nos invita a entrar en el secreto de la bondad de Dios, a través de una parábola que desconcierta, porque quizás nos hemos acostumbrado a vivir de lo calculado y planificado.
He aquí una de nuestras principales tentaciones: considerarnos “los de siempre” y decirle al Señor que no puede tratar igual a quienes han venido después o no se entregan tanto a las tareas del Reino. ¿Cómo les va a pagar lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el calor y el trabajo de toda la jornada? ¡Qué sabia es la Madre Iglesia cuando traduce las renuncias que acompañan el Bautismo y nos pregunta: “¿renunciáis a Satanás?”, esto es: ¿renunciáis a estar muy seguros de vosotros mismos, a consideraros ya convertidos del todo, a creeros superiores a los demás…?