La serie casi toca a su fin. No creo que al “improbable lector” le haya resultado entretenida; para quien la transcribió del “guión amigo”, les aseguro que altamente provechosa sobre algo pocas veces dicho y recibido información tan clara y provechosa. Resumen del tema: Existe un orden sexual que está en la misma estructura del ser humano. Se puede enunciar así: El uso de la facultad de engendrar (y su placer) debe reservarse al matrimonio. Todo uso fuera de él, es gravísimo desorden. Todo esto no es un tema religioso sino antropológico; es propio de todo ser humano.
Fundamentación.
1.-El fundamento está en la dignidad que tiene la facultad generativa, como consecuencia de que puede engendrar la vida humana. A causa de que:
a) En el origen de toda vida humana hay un acto creador de Dios, que crea el espíritu y otorga la persona, lo cual acontece implicado en el acto procreador de los padres.
b) Al transmitir la vida, la persona coopera, pues, con el poder creador de Dios. En ello existe una implicación inseparable. Por esto, la facultad generativa es un don de Dios de trascendental dignidad.
c) Como consecuencia, esa dignidad de la facultad generativa exige excluir cualquier uso de ella ajeno a la destinación del Creador. (Cosa que no ocurre con ninguna otra facultad humana).
d) El hombre y la mujer, pues, no son dueños de esa capacidad; son depositarios responsables, a quienes se pide gravísima custodia.
2. La destinación que tiene la facultad generativa es el matrimonio
e) La sexualidad y el uso de la facultad generativa, en el hombre no son algo puramente biológico, sino algo que afecta al núcleo íntimo de la persona. Y resulta evidente que en la persona, la transmisión de la vida está ligada por naturaleza al amor hombre-mujer. Es decir, el amor personal varón-mujer es el ámbito propio para engendrar la vida humana.
f) Pero la dignidad de la transmisión de la vida es tal, que pide que ese amor que la acompaña, sea verdaderamente personal (de toda la
persona); que sea amor de totalidad. Es decir: que sea único (con sólo esa persona); y que tenga intención irrevocable, porque si la persona se reservase algo, o la posibilidad de decidir de otra manera en el futuro, no habría en ese amor una donación de totalidad y no estaríamos ante un amor personal verdadero. Ese es el que exige una facultad que tiene la dignidad que venimos considerando.
g) Esta cualidad de “totalidad”, sólo está presente de modo pleno después del compromiso matrimonial. El amor previo al matrimonio, tiene
intención irrevocable; después, tiene la realidad de compromiso irrevocable. Con el pacto conyugal, el amor parece que no cambia
psicológicamente, pero es distinto: se hace vínculo, comunidad de vida, compromiso matrimonial irrevocable. Es lo que diferencia ese amor antes de la boda y después de ella.
CONCLUSIONES:
1ª. Matrimonio verdadero y uso de la facultad generativa (y del placer pleno que inseparablemente forma parte de ello) están indisolublemente unidos en la naturaleza del hombre, tal como el Creador lo ha hecho.
2º. El uso de la facultad generativa (y de su placer) debe reservarse, pues, al matrimonio verdadero. Todo uso fuera de él es gravísimo desorden (dada la dignidad y santidad de la materia). A este desorden se le denomina lujuria.
3º. El orden sexual afecta a una de las dimensiones más importantes del hombre. Por ello, guarda relación profunda con el bien moral del hombre y con su dignidad. Custodiar el orden sexual es materia de grave responsabilidad personal, puesto que es cada persona quien debe libremente custodiarlo en sí misma. Es responsabilidad ante uno mismo; responsabilidad ante Dios; y responsabilidad ante la sociedad. Se trata de un bien para la persona humana que la Sociedad debe promover, respetando la libertad de las personas.
4º El orden sexual es precepto positivo (no prohibición negativa): es aprecio profundo a la dignidad que tiene la vida humana; a la dignidad de la tendencia sexual; a la dignidad del matrimonio.
COROLARIOS
La gravedad antropológica y moral del desorden de lujuria, procede de ser desorden de la facultad prevista para cooperar con Dios en el don supremo de la Creación: la vida humana. Además es desorden en un aspecto esencial que pertenece y sirve al amor matrimonial.
No es una gravedad que se mida por las consecuencias que trae (como ocurre, por ejemplo, con la droga); su gravedad se mide por lo que
significa para el ser humano. Siendo siempre grave el desorden sexual, se da una diversa gravedad según la materia. Por ejemplo: máxima en la fornicación; luego, los actos de lujuria sin fornicación; y luego, los pensamientos y deseos con lujuria plena (sin acto). (En los actos contra la naturaleza, por ejemplo la lujuria entre homosexuales, la materia es aún más desordenada).
La materia de pecado es la lujuria, es decir el deleite sexual pleno. Esa materia se convierte en pecado cuando es aceptada por la voluntad. Si se insinúa ese deleite en la persona (como puede ocurrir fácilmente y por muy diversos motivos), incluso si la insinuación o tentación fuese muy fuerte, pero se rechaza el deleitarse con esa lujuria, no existe pecado. La vista, el pensamiento, la conversación sobre lujuria, no son en sí mismos el pecado. El pecado está en la lujuria que se produzca y se acepte como consecuencia.
Dado que la tendencia sexual es muy fuerte, la responsabilidad pide la vigilancia y el cortar desde el principio aunque aún no haya pecado, porque es así como se puede controlar fácilmente. Por lo mismo, esa responsabilidad exige también evitar las ocasiones graves de lujuria. La práctica de esta vigilancia y cuidado, es tema de lealtad con Dios, y del sentido de responsabilidad de quien sabe que está cuidando un tema serio de su propia vida. Trivializar esto, es muestra de frivolidad intelectual, vital, y moral; o es inconsciencia.
Carlos De Bustamante.