«Jesús puso en relación directa el perdón que le pedimos a Dios con el perdón que debemos conceder a nuestros hermanos», dijo el Papa durante el rezo del Ángelus
La parábola de este domingo contiene la parábola del siervo a quien su amo le perdona una enorme deuda, pero a su vez es incapaz de condonarle una muy inferior a un compañero. «En la oración del Padrenuestro –recordó el Papa durante el rezo del Ángelus–, Jesús quiso incluir la misma enseñanza de esta parábola» y «puso en relación directa el perdón que le pedimos a Dios con el perdón que debemos conceder a nuestros hermanos».
Francisco explicó que «el Padre Celestial, nuestro Padre, está lleno, lleno de amor y quiere ofrecérnoslo, pero no puede hacerlo si cerramos nuestro corazón al amor por los demás».
Pero un mínimo gesto abre todas las puertas. «Él nos perdona todas las culpas tan pronto como mostramos sólo un pequeño signo de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso», dijo el Pontífice a los fieles congregados al mediodía en la plaza de San Pedro».
«El perdón de Dios –insistió el Papa– es el signo de su abrumador amor por cada uno de nosotros; es el amor que nos deja libres de alejarnos, como el hijo pródigo, pero que espera nuestro regreso todos los días; es el amor emprendedor del pastor por la oveja perdida; es la ternura que recibe a cada pecador que llama a su puerta».
Ese amor debe tener después consecuencias en la propia vida. «Quien sea que haya experimentado la alegría, la paz y la libertad interior que viene del ser perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar a su vez», afirmó el Obispo de Roma.