En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío» (San Lucas 14, 25-33).
COMENTARIO
Hoy, la Iglesia celebra la Natividad de la Virgen, o sea el cumpleaños de María, la de Nazareth. Pero al caer en domingo, la liturgia de este prevalece sobre aquella.
El texto del Evangelio este tomado de san Lucas. El evangelista parte de una situación y nos transmite una doctrina.
La situación es que “mucha gente acompañaba a Jesús”. Mucha gente acompañando a un Profeta, es un signo de éxito. Jesús disfruta de éxito, o eso parece. Sin embargo Jesús no parece fiarse demasiado de un éxito de masas. Las masas suelen ser tornadizas. Jesús mismo lo experimentó. Una masa entusiasmada después de la multiplicación de los panes quiso “arrebatarlo para proclamarlo rey”. Jesús no se dejó. Se retiró sólo al monte para orar (Jn 6).
Hoy, en este relato, no se retira físicamente, pero toma distancias morales, establece una condición, al parecer imposible, o casi.
“Si alguno viene a mí y no pospone a su padre o a su madre… “En el texto original suena a escandaloso: “si no odia a su padre o a su madre…” “Odiar” en este pasaje, según los expertos es un hebraísmo, una expresión lingüística del hebreo cuyo sentido en nuestra lengua sería mejor “posponer”, poner después.
El sentido es bien claro, poner después significa ante todo “no poner delante”. Nada se ha de poner antes que Jesús.
¡Cuántos han sido impedidos de seguir a Jesús, de seguir su llamada, por unos padres, por unas esposas, por unos hijos! Y hay buenas razones para ello. Amar a los padres, a los hijos, a la esposa…es mandato de Dios. “Honra a tu padre y a tu madre…” es la cuarta Palabra de Vida. Y sabemos que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 4,19).
¿Estamos ante una contradicción insalvable?
Miremos al mismo Jesús. Él es la luz. ¿Qué ha hecho Él? Dejo a su Padre para acercarse a nosotros. Dejo el cielo para venir a la tierra a compartir con el hombre, con cualquier hombre y cualquier mujer, una existencia llena de azares, momentos de alegría y de dolor, de gozos y de penas, de vida y de muerte, y muerte de cruz.
El pospuso a su Padre, al cielo, a la felicidad plena, para seguir nuestro rastro como el pastor sigue el rastro de las ovejas dispersas…
En evangelista tiene sin duda esto en cuenta. Cuando escribe este relato Jesús ya ha experimentado la cruz. La cruz ya ha sido incorporada a la salvación como medio, como camino. No de otra manera se puede entender la frase que sigue: “Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío” (Lc 14, 27).
No es una cita extemporánea de Lucas. Seguir a Jesús no es una generosidad excepcional para gente elegida, esforzada y valerosa; es caminar tras El, no delante, por el único camino del discipulado, la cruz.
Y siguen las dos comparaciones que Jesús, seguidamente desplegó ante los ojos asombrados del gentío.
“¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos…?”
Construir una torre no es una necesidad, es un proyecto libre y voluntario.
Enfrentar al enemigo que viene con un ejército de veinte mil guerreros… es un apremio nada voluntario. O lo haces o estás liquidado. La decisión es perentoria.
Si dispones de fuerzas suficientes, puedes pelear, en caso contrario hay que negociar cuanto antes seguramente a pérdidas, pero siempre será más ventajoso que salir derrotado.
Seguir a Jesús por el camino de la cruz, por el que Él va delante siempre, es ser atraído por Él a la felicidad que Él distribuye.
¡Felices cuantos la han seguido, le siguen y le seguirán!