En este blog querría acompañaros virtualmente cada vez por una exposición de actualidad y adentraros en una percepción trascendente de la misma. La mayoría de las veces serán artistas no cristianos e incluso ateos, y las obras que observemos puede que de interés estético, histórico o simplemente anecdótico, pero las observaremos desde el prisma de la Fe. Todo a nuestro alrededor nos habla de Dios y me encanta cuando observo un cuadro e intento leer lo que me están comunicando desde arriba a través de las imágenes.
Dios nos va dejando mensajes a lo largo del día para comunicarse con nosotros, a veces en las palabras de alguien, en una caricia, en una flor, en una música o en una imagen… Son signos dejados como migas de pan en nuestro camino para llegar a Él. Lo importante es que entendamos que estos símbolos de la presencia divina son una experiencia personal para cada uno y que, en muchas ocasiones, nadie más detecta. Son mensajes más bien dirigidos al receptor y no tanto al emisor, así es que… ¡Caminad conmigo, visitemos exposiciones y leed entre líneas la presencia de Dios en todo lo que veamos!
Ayer, por ejemplo, me lancé a la exposición de Cézanne, “Site/non-site”, que está teniendo lugar en el Museo Thyssen en Madrid. El propio título hace alusión a la pintura al aire libre frente al trabajo en estudio. Es decir, desde mi prisma; exterior versus interior, cuerpo y alma, dos fuerzas que deben ir unidas en armonía y plenitud.
La exposición en sí, desde un prisma objetivo, es floja. Tiene pocas obras y ninguna relevante del pintor… Pero todo sea dicho, no debemos quedarnos en la carátula del libro, sino que al adentrarnos en la pincelada descubrimos la razón de por qué el Señor nos ha llevado ante esos cuadros y a experimentar esas sensaciones pictóricas.
Para empezar, lo primero que me saltó a los ojos fue la composición —sobretodo de los paisajes construidos sobre ejes de cruces— como si me hablara de tomar la cruz de Cristo como base que estructura mi vida. Concibiendo la cruz como el esqueleto que sostiene mi cuerpo y mi alma, al igual que compone la imagen del cuadro.
En el catálogo explicativo que ofrecen al visitante destaca en el último párrafo la composición de las obras: “Un primer plano vertical, un plano horizontal y otro plano vertical al fondo. Esta configuración en escalera, que empuja nuestra mirada hacia arriba y hacia el fondo”. Para mí, esas horizontales y verticales no son perpendiculares; se cruzan creando cruces y, efectivamente, alzan mi mirada hacia lo alto, hacia Dios… Si bien, todo es una cuestión de percepción personal.
También me gustaría resaltar las acuarelas, que me impresionaron más que los oleos, ya que veía la libertad de la mano movida por el soplo del Espíritu Santo —aunque el propio artista no fuera consciente de ello—, por el viento interior del alma, sin restricciones y fluyendo hacia el espectador con frescura y vida. Sin embargo, los óleos estaban más controlados, hasta me daban la sensación de saturación y de claustrofobia. Solo conseguí respirar con los bocetos, más sueltos, y con espacios abiertos por donde dejar a Dios actuar, sin forzar la acción del hombre o la razón por encima de la Fe.
Abro mi blog a que me hagáis partícipe de vuestras experiencias pictóricas. ¡Hasta la próxima visita!
Maria Tarruella
Experta en Arte