«EL PAPA HA QUERIDO DEJAR OSTENSIBLEMENTE CLARO QUE NO PUEDE SALUDAR A TODOS LOS PRESENTES CON EL CEREMONIAL CLÁSICO, Y QUE BASTA CON UNA LIGERA Y RESPETUOSA INCLINACIÓN DE CABEZA PARA SALUDARLE»Antonio Camuñas con el Papa
Ayer nos hicimos eco de unas imágenes del Papa Franciscoque dieron la vuelta al mundo y generaron reacciones de desconcierto entre los fieles. En ellas se podía ver al pontífice rechazando que le besaran el anillo en repetidas ocasiones, durante el saludo que tuvo lugar tras la Eucaristía celebrada por él en el Santuario de Loreto, en Italia.
Muchos lo vieron como una falta de respeto, otros como un gesto de humildad y una voluntad de romper el protocolo, otros simplemente pensaron que fue una cuestión de agenda y de querer que el saludo terminara rápido para seguir con los compromisos que estaban fijados para esa visita.
Antonio Camuñas es consultor político y de medios, presidente de Global Strategies y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Centesimus Annus. Ha conocido a los últimos pontífices, con los que ha estado en varias ocasiones debido a su actividad con una fundación y ha querido explicar en Twitter su versión de los hechos, analizando la polémica.
Empieza diciendo que el ceremonial o la etiqueta civil o religiosa “obedecen a un sentido anclado en la tradición por razones muy sensatas o de índole práctica”. Conocerlas, continúa Camuñas, “es pues conocer la tradición y los motivos que llevaron a que adquiriesen la prominencia necesaria para que que se impusieran y aceptasen a lo largo del tiempo”. “Son una manifestación de la historia y de la civilización misma”, dice.
Camuñas nos recuerda que el ceremonial, la etiqueta y el protocolo Vaticano han ido evolucionando a lo largo de los siglos y “muy particularmente en el último siglo, donde la Corte Vaticana, la estructura de sus fuerzas de seguridad y el ceremonial ha ido rebajándose de forma acelerada”. Entonces pone ejemplos, como el de Pablo VI, que fue el primer Papa “que no usó la Tiara, la Triple Corona, con su hondo significado” o el de Juan Pablo II, que “desechó la Silla Gestatoria (por su altura mejor que el Papamóvil para poder ser visto por los fieles) aunque reñida con su buena salud y la velocidad de los tiempos”.
También nos recuerda Antonio que “se han producido innumerables cambios en todos los aspectos de simbología externa de los Papas y de la alta jerarquía eclesiástica en tocados, y ornamentos de todo tipo, siempre en la línea de buscar su simplificación”. Para él, la excepción la marcó Benedicto XVI, quien “en base a su vasta cultura y exquisito carácter, quiso recuperar algunos de los símbolos tradicionales, siendo duramente criticado por ello” dice, poniendo el ejemplo de aquel gorro -camauro- que se puso un día, siendo Juan XXIII el último Papa que lo había usado.
También recuerda Camuñas las críticas que recibió Ratzinger, “desde la más profunda ignorancia”, por los zapatos “color carmesí” utilizados por él y todos sus predecesores “al ser el símbolo de que la Iglesia avanza sobre la sangre de sus mártires” que fueron “desechadas por Francisco con notable aprobación general”.
Entrando en la polémica del saludo del Papa de ayer, Camuñas sostiene que aunque no lo parezca a simple vista, el caso que nos ocupa “tiene una explicación tan sencilla como distante de las diversas, y generalmente desatinadas, interpretaciones que leído por aquí”, entendemos que se refiere a las interpretaciones que se pudieron ver en la red social, y para él, la explicación estaría en el “deseo del Papa de saludar a cuantos fieles le resulte posible”.
Señala con razón Camuñas que, salvo las audiencias estrictamente privadas del Papa, las que se dispensan a los jefes de Estado o de gobierno y personalidades destacadas en los apartamentos papales, el resto están compuestas por grupos muy numerosos, y pone como ejemplo las celebradas en la Sala Clementina, que pueden albergar entre 200 y 500 personas y las audiencias celebradas en el Aula Pablo VI, con capacidad para más de 2.000 personas, y que se celebran todos los miércoles como mínimo -también hay audiencias ahí con diferentes grupos en otras ocasiones-, siendo en la Plaza de San Pedro cuando se supera el aforo o cuando el tiempo lo permite.
Cuando son las audiencias son en la Plaza de San Pedro, Camuñas dice que el Papa sólo saluda a los que “se encuentran en primera fila de la zona conocida como ‘El Sagrado’”. Aquí hay que añadir que en esas audiencias también saluda a todas las personas con discapacidad y enfermas, que suelen situarse al pie de las escaleras que dan acceso a la basílica.
“Siguiendo este mismo criterio de conjugar la economía de tiempo con la preeminencia de determinadas personas por distintos motivos, el criterio seguido hasta ahora era que sólo las dos o tres primeras filas saludarán al Santo Padre. El resto no tenía oportunidad de hacerlo” sigue diciendo Camuñas, añadiendo que “estar tan cerca y no poder saludarlo generaba cierta frustración”.
Antonio recuerda el “privilegio” que había supuesto para él, el poder haber estado tan cerca “de quienes para mi son efectivamente, los vicarios de Cristo en la tierra, uno de ellos declarado oficialmente como Santo por la Iglesia”, en referencia a Juan Pablo II. “Ello se debió a mi condición de miembro y representante del Consejo Internacional de una importante fundación vaticana (no confundir con pontificia) durante los últimos 15 años”, añade.
Antonio explica que hace dos años Francisco decidió, “en un gesto que le honra”, saludar a todas las personas presentes en las audiencias. Dice recordar que la ceremonia del saludo, inclinación y breve cruce de palabras “tomó más de una hora”, un tiempo “excesivo para el Papa (y para el resto)”.
Explica que el año pasado fueron advertidos “de que obviáramos el gesto para aligerar la ceremonia” aunque él ignoró el aviso, “supongo que por el hábito de tantos años”. La interpretación de los hechos de ayer, según Camuñas es que “tras un año de ignorar la instrucción”, el Papa “ha querido dejar ostensiblemente claro que no puede saludar a todos los presentes con el ceremonial clásico, y que basta con una ligera y respetuosa inclinación de cabeza para saludarle”.
Recuerda que esto último “ya venía ocurriendo desde hace años, entre otras cosas porque no todos los que le saludan son católicos, ni es infrecuente que las personas no puedan hacerlo debido a su edad”. “No creo equivocarme al decir que son mayoría las personas que en caso —de tener oportunidad—preferirían saludar al Papa antes que no hacerlo. Pues bien, esta es la única manera de que esa feliz circunstancia pueda llevarse a cabo. Tan sencillo como eso”, agrega.
Dice que este nuevo ceremonial no implica en absoluto que “se esté faltando al respeto debido a quien ocupa la silla de Pedro” y añade que “por encima de los gestos externos, están los sentimientos que alberga nuestro corazón”. También dice que tampoco, ni mucho menos, es “un gesto de menosprecio del Papa hacia las personas que se acercan a saludarle” sino que precisamente está motivado “por las razones contrarias”, en hacer el esfuerzo de “saludar a todos los presentes dentro de los límites de un horario exigente”.