Normalmente, con la llegada de las Navidades y del nuevo año vienen los buenos propósitos, los grandes proyectos y las nuevas esperanzas. Volvemos a utilizar el cuaderno y la carpeta en la que pusimos nuestros nombres a principio de curso y que hemos olvidado durante un tiempo. ¿Y quién nos va a ayudar a que ocurra todo lo bueno que queremos que suceda este año? El año pasado se lo pedí a los Reyes Magos y puse a mis padres y a mis amigos a hacer el trabajo con el que no había contado cuando hice mis propósitos.
Este año las cosas van bien en casa, aunque se nota por todos lados que las dificultades aumentan. Creo que no me equivoco si digo que la gente que pasa necesidad, ahora lo va a pasar peor. Se nota mucho más la pobreza en las calles, en la gente que me encuentro y en las preocupaciones cotidianas. Lo que me entristece, sin embargo, es que tengo la sensación de pasar más tiempo mirándome al ombligo, pensando en lo que no voy a tener este año, en lugar de meter en mis propósitos lo que quiero ser este año, lo realmente increíble que quiero hacer de mi vida.
Por eso este año voy a tener muy presente a los demás en todo lo que haga. Sabiendo todo lo que puedo hacer para ayudar a mis padres, para vivir de verdad en familia, va a ser más fácil. Hay muchas cosas en el mundo que deberían cambiar y algunas de ellas están en mi mano. Tal vez haya gente esperando a que yo dé el primer paso, así que me voy a arriesgar. Ya sé que solo no voy a conseguir lo que me proponga pero quiero ser yo quien pueda ilusionar a los demás. No lo voy a escribir en un papel. ¡Lo voy a hacer! Este año no voy a pedírselo a los Reyes Magos. ¿Y tú?