En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes» (San Mateo 24,42-51).
COMENTARIO
Un tema importante para el mundo en este año es la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, cuya celebración está prevista del 3 a 28 de octubre. Se viene preparando de muchos modos. Es ilusionante recordar que en el mes de marzo en Roma hubo una reunión presinodal con jóvenes de todo el mundo, del que llegaron a un documento final mostrando los desafíos y las oportunidades de los jóvenes de hoy.
Al leer el Evangelio de este domingo, ya a finales de este caluroso verano, y en el que ya se nos avecina un retomar las actividades ordinarias, me parecía que valdría la pena afrontar la colaboración de los adultos ¡y de todos! en el discernimiento vocacional de los jóvenes. “Estar en vela”. Jesús en este Evangelio nos da ejemplo de claridad en sus palabras, de juicio en lo que puede ocurrir en quienes le escuchan, de libertad para todos…y los males que pueden avecinarse…
Ayudamos a los jóvenes cuando defendemos la Verdad, cuando exponemos la doctrina certeramente, sin aguar las exigencias de la vida cristiana. Ayudamos a los jóvenes con la una decisión sin componendas de seguir al Papa y, por último, ayudamos cuando ven en nuestra vida la gran certeza sólo Jesús y tiene palabras de vida eterna. Animar a esos jóvenes,” primavera de la Iglesia” los llamó San Juan Pablo II, no a “jóvenes envejecidos” dice el Papa Francisco. Que los animemos a formarse, a recibir con agradecimiento la doctrina, siendo fieles a la Tradición y al Magisterio, conociendo las directrices de Pedro, y convencidos que así descubrirán y descubriremos cada vez mejor a Jesús.
Es preciso estar en vela, es necesario sacar nuestro mejor yo. No conformarnos con los resultados a corto plazo. Enseñar, y también aprender de los jóvenes, a ver el sentido positivo de lo negativo, que, si no estamos en vela, faltará en nuestra vida la transcendencia, la vida en Dios con su apertura infinita.
Sí, hay múltiples vocaciones, cada una adecuada sus características, pero hay que ayudar a descubrirla y a cuidarla. Una misión de la que no debemos escaquearnos ninguno, pues “…el hermano ayudado por su hermano es como una ciudad amurallada».