En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre» (San Lucas 21, 34-36).
COMENTARIO
¡Cómo pasa el tiempo! Último día del año litúrgico. Mañana, primer domingo de Adviento (en realidad ya esta tarde), comienza un nuevo periodo litúrgico que, aunque se denomine “ciclo”; no es circular. No estamos sometidos al “mito de Sísifo” esforzándose una y otra vez en subir la piedra que acaba cayendo antes de conseguir la cima y vuelta a empezar.
Es cierto que el tiempo vuela, y según pasan los años, más deprisa aún. La Iglesia, en su pedagogía del sentido del tiempo (que no es circular, sino más bien una espiral lineal) hace hincapié en el sentido escatológico de la historia en general y la propia vida en particular. Aunque lo experimentamos en cada instante, nos cuesta admitir que la vida tiene un aspecto temporal, efímero, precario, que estamos de paso y ¿qué pensaríamos si, por ejemplo, haciendo el Camino de Santiago nos encontrásemos con un peregrino que se detiene y se pone a construirse un chalé para instalarse en mitad del trayecto solo porque ese día se asomó el sol y paró el molesto orvallo?
Suelo repetir machaconamente que el evangelio, o es “buena noticia” o no es Evangelio. Si este sitio “web” no anuncia la “Buena Nueva”, que le cambien el nombre. Por tanto, el pasaje evangélico de hoy; como todos los demás textos de los Evangelios no son para asustar, sino una llamada a la verdad: recordar que, ante la fugacidad de las cosas, es urgente estar preparados, prestar atención para no ser sorprendidos.
¿Sorprendidos en qué? En nuestra vida hay “sorpresas” que en realidad no lo son tanto o no lo deberían ser. Al precio que está la luz, si no se cuida el apagar las habitaciones vacías, si se derrocha calefacción y además se abren las ventanas… no debe sorprender que cuando llegue el recibo esté por las nubes. Al estudiante que no estudia el lógico que “le sorprenda” lo difícil que le han puesto el examen; seguramente alguien, acertadamente, le dijera: “¡Menudo PORVENIR te espera!”. Mi madre era una gran “profetisa” en este aspecto. Cada vez que nuestros juegos derivaban en peleítas con lanzamiento de juguetes y otros enseres voladores debidamente acompañados de risitas nerviosas e hilarantes mi madre sentenciaba: “¡Esas risas terminan en llanto!”. Y, ¡vamos que si atinaba! Entre otras cosas porque, para contribuir al exitoso cumplimiento del oráculo, ella solía aportar la zapatilla. Era fácil acertar lo que estaba “por venir”.
También puede suceder lo mismo en sentido positivo. De nosotros puede depender en gran medida que muchas situaciones de futuro puedan acabar bien. Un buen profesional, emprendedor, responsable, es más fácil que se lleve la sorpresa, o al menos así debería ser, de ser propuesto para un ascenso. Hoy ordenan obispo auxiliar de Getafe al hasta ahora vicario general D. José María Avendaño. A mí, personalmente, me ha alegrado, pero no me ha sorprendido entre otras cosas por he visto en él desde hace años lo que a partir de hoy es su lema episcopal: “Caritas et Humilitatis”.
Esto es realmente ponerse en plan “apocalíptico”. Los que meten miedo ante lo que está “por venir” no son apocalípticos son agoreros de la desesperanza. Hoy el salmo nos invita a repetir “Maranatha, ¡ven Señor Jesús! Termina el año litúrgico como termina el Apocalipsis: ¡Maranatha!, grito que continuaremos durante todo el Adviento.
Eso es lo que está “por venir”: el mismo Jesús y nuestro deseo de que venga pronto hace que el “porvenir” sea esperanzado y al mismo tiempo activo. La mejor preparación es vivir tan plenamente como podamos la presencia del Dios siempre presente. Buscarlo, encontrarlo y responderle en las experiencias de la vida diaria.
Marta y María esperaban la venida de Jesús a su casa. Una inmersa en los afanes, la otra a la escucha. No creo que nadie ponga en duda el cariño y afecto de Jesús por esta familia. “Marta, Marta andas inquieta por tantas cosas y solo un es importante.” Y la inquieta Marta descubrió lo más importante al ser la primera en oír de labios de Jesús: “Yo soy la Resurrección y la Vida”.