«En aquel tiempo, dijo Jesús: “Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: “Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”». (Jn 10, 1-10)
Es difícil entrar de lleno en este texto ya que nos queda muy lejos la vida pastoril y el saber lo que es una oveja y su forma de comportarse. En la historia muchos hombres se han querido hacer pregoneros de los dioses pero solo uno nos ha mostrado LA VERDAD; solo uno nos ha presentado el verdadero rostro del único Dios y se ha convertido en la piedra angular, en la única puerta que nos lleva al buen redil. Pero la primera pregunta que me planteo y os transmito, ante estos textos de Juan sobre el mundo pastoril es: ¿En verdad tu quieres ser oveja?, o mejor dicho, ¿Quieres ser manso? ¿Quieres ser guiado y no guiar? ¿Quieres caminar sin discutir, sin poner pegas, sin murmurar? La única forma de pasar por esta puerta es con el espíritu de Siervo. Dirá San Pablo «hemos venido a ser la basura del mundo» y Teresa de Calcula en medio de la sequedad de falta de sentimiento de Dios con sabiduría y mansedumbre musitará: «Estoy contenta porque no soy nadie, inclusive para Dios». Estas son las ovejas que pasan por LA PUERTA. Esta puerta: es Jesucristo en la historia de cada hombre, en el sufrimiento de cada ser humano que se convierte en un paso que lleva al redil: a la Iglesia. A esa Iglesia que describe el Apocalipsis vestida de blanco (como las ovejas) y que vienen de la gran tribulación.
Pero la Palabra nos aporta algo muy interesante. Este espíritu de mansedumbre nos garantiza discernir entre la voz del verdadero Pastor y de otros que quieren ocupar su puesto como guías de nuestra vida. Las ovejas que apacienta el Buen Pastor no se quedan en el aprisco sino que dice la Palabra que las saca y le siguen. Caminan en la libertad de seguirle o perderse. Si tenemos fe seguiremos su voz e iremos detrás de Él en búsqueda de la Tierra Prometida. Es importante estar cerca de Él para poder escuchar su voz y no confundirnos, por eso es imprescindible la oración, la participación en los sacramentos y la comunión con otros, que como tú, van detrás del único Pastor que se sabe el camino que nos lleva a disfrutar de una vida abundante.
Ángel Pérez Martín