En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era licito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista». El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús. (Mateo 14, 1-12)
He querido encabezar este comentario bajo el mismo título del libro que estoy releyendo y disfrutando en estos días estivales. Lo había leído deprisa con motivo de la presentación por parte de su autora dentro de la cárcel de Valdemoro y como este verano todo hay que hacerlo “desss-pa-cito”, pues rumiando sin prisas y a sacarle jugo. El libro es una novela biográfica de la escritora y periodista Teresa Gutiérrez de Cabiedes sobre los años que estuvo injusta y cruelmente preso en las más inhumanas condiciones el entonces obispo y después cardenal Van Thuan. Es un auténtico canto a la esperanza y a la libertad. Lo recomiendo.
El verano comienza con la festividad del nacimiento de Juan el Bautista y precisamente el evangelio de ese día termina con una pregunta ante el acontecimiento de la natividad del precursor: “¿Qué va a ser este niño?” (Lc.1, 66). Pues bien, a modo de “spoiler” este es el desenlace: Encarcelado, decapitado y objeto de escarnio y burla en la orgía de los disolutos, y todo por ser fiel a unos principios. Van Thuan podría haber sido liberado por firmar una declaración con “la verdad oficial”; a Juan Bautista le hubiese bastado con ser “políticamente correcto”. El mismo Jesús podría haber “negociado” con Pilatos una salida airosa. ¡Si es que son todos iguales! Hasta el mismísimo Herodes que tuvo la cabeza de Juan en bandeja de plata lo confunde con otro “cabezota” en el que actúan los mismo “poderes” que en él, o sea, que también es insobornable.
Es el destino de todos los profetas, de todos los tiempos: Jesucristo ha sido perseguido en Abel, José, Jeremías, Daniel, Pedro, Pablo, Santiago, Esteban, Sebastián, Águeda, Inés, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, Oscar Romero, Van Thuan… y la larga lista de mártires desde Roma, hasta la guerra civil española y los cristianos de Siria, Irak, Nigeria, Egipto .………………………………………………..(me faltan puntos suspensivos).
Y todos pasaron por su “noche oscura”. Juan el Bautista ha oído hablar en la cárcel de las obras de Jesús. Y, visto el contexto del evangelio de Mateo, parece ser que ya no es un “líder indiscutible”. En el evangelio de ayer: cuestionado en su propio pueblo (con el debido respeto, era “el hijo de Pepe Virutas”). Y si alguien se ha escandalizado por esta expresión, pues nada, basta con leer unos versículos antes donde le llaman directamente “Belcebú”. Incluso se puede intuir hasta un cierto distanciamiento por parte de su propia familia.
Y a todo esto el pobre Juan Bautista en la cárcel, cuestionándose si ha valido la pena todo esto. Él, “niño de papá”, sacerdote oficial del templo oficial, hijo de la vejez, por tanto, alta probabilidad de ser un niño consentido, deja todo y se va al desierto para ser la voz que grita en el desierto (vamos, que no le escuchaban ni los alacranes) ¿Y todo para este final?
No es extraño que mandase a sus seguidores a Jesús a preguntar si era él quien había de venir, o se había equivocado de cordero. (Cf. Mt. 11, 2-6). Y la respuesta, no te la pierdas: Se cumple todo lo profetizado por Isaías (los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios…) Todo, menos lo que a él le afecta: Isaías profetiza como signo mesiánico la libertad de los cautivos y Jesús, esta parte se la salta. La sustituye por un contundente: “Dichoso quien no halle escándalo en mí”.