El cardenal Gerhard Müller defiende en un artículo que Lutero no llevó a cabo una reforma, sino “una revolución”, un cambio total de los fundamentos de la fe católica y advierte de que no se puede buscar la reconciliación a costa de la verdad.
“Hoy hay una gran confusión al hablar de Lutero“. Así comienza el artículo del cardenal Gerhard Müller, publicado en la La Nuova Bussola Quotidiana poco después de conocerse algunas polémicas declaraciones sobre la Reforma protestante provenientes del ámbito católico, entre ellas las del secretario de la Conferencia Episcopal Italiana Nunzio Galantino.
“Debe quedar claro que, desde el punto de vista de la teología dogmática, desde el punto de vista de la doctrina de la Iglesia, no fue en absoluto una reforma, sino una revolución, es decir, un cambio total de los fundamentos de la fe católica”, afirma Müller.
El cardenal sostiene que no es realista argumentar que la intención de Martin Lutero era solo luchar contra algunos abusos con las indulgencias o los pecados de la Iglesia del Renacimiento. Los abusos y las malas acciones, recuerda Müller, siempre han existido en la Iglesia y aún hoy existen: “Somos la Iglesia santa por la gracia de Dios y los sacramentos, pero todos los hombres de la Iglesia son pecadores, todos necesitan perdón, contrición y penitencia.”
El que fuera hasta hace unos meses prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe explica que en el libro escrito en 1520, De captivitate Babylonica ecclesiae, se muestra de forma clara que “Lutero ha dejado atrás todos los principios de la fe católica, la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica, el magisterio del Papa”.
Müller recuerda que, entre otras cuestiones, Lutero negó la Eucaristía, la transustanciación, el carácter sacrificial del sacramento.
“No podemos aceptar que la reforma de Lutero se defina como una reforma de la Iglesia en el sentido católico”, asevera el purpurado, ya que una reforma católica es una renovación de la fe vivida en la gracia, de las costumbres, la ética, una renovación espiritual y moral de los cristianos, pero no una nueva fundación, una nueva Iglesia.
Llegados a este punto, Müller responde directamente a las declaraciones de monseñor Galantino recogidas en los medios italianos y declara: “Es inaceptable afirmar que la reforma de Lutero ‘fue un acontecimiento del Espíritu Santo’”.
“Por el contrario, -continúa el prelado- fue contra el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo ayuda a la Iglesia a mantener su continuidad a través del magisterio de la Iglesia, sobre todo en el servicio del ministerio petrino”. “El Espíritu Santo no se contradice a sí mismo”.
El purpurado advierte de la extensión de voces que hablan con demasiado entusiasmo de Lutero, “sin conocer exactamente su teología, su controversia y los efectos desastrosos de este movimiento”.
“Ciertamente, han pasado 500 años, no es el momento de la polémica, sino de buscar la reconciliación: pero no a costa de la verdad“, concluye Müller su artículo, indicando que una cosa es el deseo de tener buenas relaciones con los cristianos no católicos y otra la falsificación de lo que sucedió hace 500 años y del efecto desastroso que tuvo. “Un efecto contrario a la voluntad de Dios”.