En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre» (San Mateo 10,16-23).
COMENTARIO
Mirad -dice Jesús a sus discípulos en el Evangelio de hoy- que os envío como ovejas en medio de lobos. Lo que a primera vista nos parece terrible, se nos llena de luz al ver que Jesús está explicitando la identidad entre Él y sus discípulos, dado que fue enviado por el Padre como Cordero inocente en medio de lobos que así somos los hombres. Para que la identidad sea completa y perfecta, Jesús fue enviado al mundo lleno del Espíritu Santo, y nos envía a nosotros también al mundo con la fuerza del Espíritu Santo derramado sobre la Iglesia el día de Pentecostés.