Envía tu Espíritu Señor
sobre hombre y mujer,
sobre joven y viejo,
sobre alto y bajo,
sobre este y oeste.
Derrama tu fuego
en el corazón del hombre,
en la boca del hombre,
en los ojos del hombre,
en las manos del hombre.
Envía tu Espíritu
sobre los que creen,
sobre los que dudan,
sobre los que aman,
sobre los que temen.
sobre los que están solos.
Derrama tu fuego
en las palabras del hombre,
en el silencio de los hombres,
en las canciones de los hombres.
Envía tu aliento sobre todos,
sobre los que construyen el futuro,
sobre los que conservan los valores,
sobre los que protegen la vida,
sobre los que crean el arte y la belleza.
Envía tu Espíritu
y llena las casas de los hombres,
las ciudades y pueblos de los hombres,
el mundo de los hombres.
Ven, Señor, Espíritu Santo,
ven aquí y ahora
y permanece siempre con nosotros,
en nosotros.
¡Ven, Espíritu Santo!
Envía tu Espíritu, Señor,
que es agua y es fuego,
que es nube y es viento.
I
Llueve el agua de tu Espíritu,
que sea un torrente inmenso,
lave al mundo de sus manchas
limpie el corazón entero.
Manantial inagotable,
multiplica los veneros
de agua viva, que se sacien
todos los hombres sedientos.
Bautízanos en esta agua,
que renazca el hombre nuevo,
que toda la tierra seca
se convierta en semillero.
II
Espíritu, hoguera viva,
prende en nosotros tu fuego,
que purifique la escoria
y queme todo lo viejo.
Padecemos tanto el frío
de interminables inviernos,
sé Tú calor verdadero,
sé Tú nuestro horno secreto.
III
Una noche protectora
aparece en nuestro cielo,
presencia de Dios, Espíritu,
paloma de limpio vuelo.
Da sombra a los desvalidos
y da a los tristes consuelo,
acompaña al que está solo,
pacifica a los violentos.
IV
Brisa suave y penetrante,
soplo creador y viento,
dinamiza nuestras vidas
y ponlas en movimiento.
Créanos constantemente
pon espíritu en el cuerpo,
reanima nuestros cansancios,
líbranos de todo miedo.