“Cuando está Dios, el amor no tiene fronteras”
Abrazar el Evangelio implica desocupar espacio propio para que lo ocupe Dios. No es mal trueque este, pues cuanta más vida se entrega más Vida se recibe. Ramón García Guardado así lo entendió y así ha hecho desde que Dios le llamó a apacentar sus ovejas, aun las de pastos lejanos. Para este capellán de Nubledo (Asturias), la milicia ha sido la mies desde donde abrir sus brazos sacerdotales y esparcir semillas de esperanza. Ni las bombas ni la metralla han logrado hacerle desistir de su misión apostólica. Allá donde las luchas étnicas, los enfrentamientos, las vulneraciones de los derechos humanos acorralan al ser humano, ha estado este sacerdote tendiendo puentes conciliadores. Porque por mucho que la obstinación del hombre a veces se empeñe, Dios no es una muralla que enemista sino una presencia viva y amorosa que hermana.
¿Cómo conociste el amor de Dios en tu vida?
Primero en la familia y luego en el colegio y la parroquia. Para estudiar Bachiller me fui al seminario de Oviedo y allí comenzó a forjarse la vocación. Al ordenarme diácono, estuve en Arriondas y otras once parroquias de la comarca del Sueve (Asturias), en las que continué como sacerdote hasta que me marché a hacer el servicio militar. Allí estuve como un soldado cura más, prestando los servicios religiosos y atendiendo espiritualmente a las unidades militares. Me animaron a presentarme a las oposiciones de teniente capellán, lo hice y saqué la plaza.
buscaré a la oveja perdida, vendaré a la herida…
¿Qué te atrajo de la vida militar?
Es una iglesia muy viva. El mayor espíritu de trabajo y alegría lo he encontrado en el Ejército; siempre hay voluntarios para todo. Cuando el servicio militar era obligatorio había mucha gente joven. Ahora, con el Ejército profesional, el personal no es tan joven pero sí muy preparado: licenciados en Derecho, Matemáticas, Medicina, ingenieros, etc. En general, gente que responde y trabaja.
¿Cuáles son las funciones de un cura castrense?
Acompañar a los soldados y a los mandos en su vida de fe, administrar los sacramentos, ofrecer cursillos prematrimoniales, catequesis… Es decir, ¡hacer presente a Jesucristo y a su Iglesia! El militar tiene doble jurisdicción eclesiástica: la civil y, como militar, tiene derecho a celebrar los sacramentos bajo la castrense. La elección queda a criterio del interesado.
¿Cuál fue tu primer destino?
Nada más aprobar la oposición me mandaron a Lérida, Jerez de la Frontera y Santa Cruz de Tenerife. En la diócesis de La Laguna, como había escasez de sacerdotes, atendía además en tres parroquias civiles. Desde entonces he combinado la vida castrense con la parroquial. Después fui a Badajoz y desde allí he participado en ocho misiones internacionales de nuestras Fuerzas Armadas. Hace poco más de un año que estoy en Valladolid y, aparte de las unidades militares, ayudo en la parroquia. Estoy muy ocupado pero feliz. ¡Me gusta hacer la voluntad de Dios!
¿Cómo fue marcharte a las misiones militares en el extranjero?
En todas las misiones internacionales tiene que haber un capellán, y generalmente es el propio de la unidad que se marcha a la misión. Como muchas veces no puede ir por problemas de salud o de edad, se recurre a cualquier capellán castrense dispuesto a ir. Yo quisiera volverá la misión, pero de momento no tengo quien me sustituya aquí.
el Señor es mi defensa, ¿quién me hará temblar?
¿Engancha ir de misión?
Sí. Las misiones son como los dedos de la mano, no hay uno igual a otro. Aunque se desarrollen en el mismo lugar, son diferentes porque no coincide ni la población civil ni la militar. En las misiones he hecho amistad con gente de distintas confesiones religiosas: ortodoxos, coptos, rusos, maronitas, musulmanes de varias ramificaciones, etc. y todos hemos convivido armónicamente. Lo malo es cuando la política usa la religión para conseguir sus intereses. ¡Eso es la pólvora y la mecha! En Bosnia, desgraciadamente, todavía permanecen los rencores entre etnias.
¿En qué medida el riesgo ayuda al militar a vivir la fe de un modo más serio y comprometido?
Si en la calle hay un porcentaje de jóvenes que no conocen a Dios ni les interesa conocerlo, esa misma proporción la encontramos en el Ejército, puesto que es una muestra de la misma sociedad con sus mismos problemas. Pero en los momentos difíciles toda persona se plantea los grandes interrogantes de la vida: ¿qué es la muerte?, ¿qué viene después de ella?, ¿para qué estoy aquí? Esa inquietud la tenemos todos, seamos militares, médicos o panaderos. He estado en operaciones militares arriesgadas en Irak, Afganistán, Líbano, Kosovo, Bosnia, Kurdistán…; y cuando los soldados vienen de patrullar, habiendo arriesgado su vida, llegan a la capilla —que está abierta día y noche— y buscan al sacerdote aunque solo sea para hablar y desahogarse.
¿Tanta es la tensión vivida?
Mucha. ¡No sabemos dónde nos vamos a encontrar con la muerte! No es la primera vez que, celebrando misa, nos caen esquirlas de granada por encima. A veces, incluso he tenido que celebrar con chaleco y casco antifragmento.
¿Qué encuentran en el sacerdote que no hallan en un amigo?
Primero, que hoy día nadie escucha a nadie, por lo que es muy difícil abrir el corazón. Por eso, cuando ven que el sacerdote los escucha, se sienten reconfortados. A veces, los soldados han tenido malas experiencias en la vida y les cuesta acercarse a la Iglesia. Suelen empezar con una buena relación con el cura y poco a poco se involucran y piden los sacramentos. Los sacerdotes somos la puerta de acceso para encontrarse con Dios.
¿Necesita el cura castrense poseer alguna virtud especial?
No, simplemente tiene que reflexionar mucho antes de actuar para no dejarse llevar por los impulsos, y debe mantener un diálogo abierto con los demás. También, ser accesible y estar dispuesto a ayudar siempre. Ni más ni menos que acompañar en todo momento como representante de Dios y de su Iglesia.
¿Cómo se materializa ese acompañamiento?
En la misión hay mucho tiempo libre y constantemente se celebran confesiones y misas. La base está ubicada en un lugar y hay pequeños destacamentos a cinco y diez kilómetros. Yo celebro misa en cada uno de los destacamentos. Son muchos los militares que hasta ese momento no han pisado la Iglesia, pero en la misión se acercan con curiosidad a la capilla y acaban pidiendo formación católica. Muchos se preparan para la Confirmación e incluso se han celebrado bautizos de adultos. ¡Dios se vale de cualquier cosa!
un solo Dios y Padre de todos
¿Cuál el la función del Ejército español en estas misiones?
Por los acuerdos bilaterales a nivel de los gobiernos, los países en conflicto solicitan seguridad para su población civil. Generalmente está formada por más de mil efectivos entre todos los destacamentos de agrupación logística y de fuerza. En Afganistán, por ejemplo, me tocó ir con la de los ingenieros que iban a reconstruir puentes, colegios, tuberías, etc.
¿Has llegado a tener miedo?
Nunca. He vivido momentos muy difíciles —como por ejemplo, al sufrir impactos de cañón 25 en la habitación—, pero no he tenido miedo. En una de las misiones en Irak no podía ir a celebrar misa a los destacamentos por carretera sino por helicóptero. En Bagram, cerca de Kabul (Afganistán), el Ejército español habilitó un hospital de campaña dentro de la base aérea americana. El país estaba enteramente minado, lo que provocaba una verdadera carnicería para la población civil. ¡Era muy lamentable!
¿Qué enseñanzas has extraído de estas misiones?
Todo el mundo tendría que pasar una temporada en estos lugares para valorar y aprender. He podido comprobar cómo el ser humano tiene necesidad de rezar y amar, y que todos compartimos la fe en un mismo Dios. También que, cuando está Dios en el corazón del hombre, el amor no tiene fronteras. La población civil de estos países, aunque esté sufriendo, tiene un gran espíritu de alegría. Cuando vino el arzobispo de la Iglesia maronita al Líbano, tuvimos una celebración conjunta todas las confesiones —incluso los musulmanes— y se vivió un auténtico ecumenismo. A mí nunca me han negado la entrada a una mezquita, igual que yo tampoco he impedido entrar en la capilla. He visto cómo la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. En Croacia, por ejemplo, me quedé admirado cuando en el seminario había 120 seminaristas a punto de ordenarse.
imagen visible de lo invisible
Eres un coleccionista de iconos y los has expuesto recientemente en el Palacio Real de Valladolid. ¿Desde cuándo esta afición? ¿Qué es un icono?
Me gusta desde siempre y en 1992 empecé a asistir a clases de Iconografía en Tenerife. Con el tiempo he ido reuniendo —entre adquisiciones, obsequios y otros que he pintado yo— una colección de iconos de los lugares donde he estado: Jordania, Bulgaria, Rusia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Lituania, Ucrania, el Turkestán… Es una expresión artístico-religiosa propia de la Iglesia oriental y un medio eficaz de conocer a Dios. El icono es la representación del Pantocrátor, de la Virgen o de algún santo —Santa Bárbara, Santa Tecla, San Jorge, etc.— y el iconostasio es lo que para la Iglesia católica sería el retablo; es decir, en el centro se representa a Cristo en forma de Pantocrátor, a un lado la Virgen María y al otro San Juan Bautista. Hay mucha tradición de iconos en la Iglesia oriental.
¿Qué características determinadas tienen?
No tienen unas dimensiones específicas. Se pintan sobre madera; algunos directamente sobre la tabla y a otros les añaden siete manos de estuco —que es una composición con yeso y una imprimación llamada cola de conejo, que luego se lija— y pintan sobre ella. Cristo tiene siempre un rostro adulto como señal de respeto hacia las personas mayores. No existe el desnudo y la boca siempre se perfila cerrada. Antiguamente, aparte de los monjes también había gente que se ofrecía pintar iconos a cambio de comida y alojamiento. En el centro se representa a Cristo, en el lado derecho a la Virgen María bajo la advocación que se quiera, y en el izquierdo al santo cuyo nombre lleve el dueño de la casa. Se puede saber la antigüedad de los iconos por los travesaños de la parte de atrás. Algunos son totalmente una catequesis.
¿Crees que Dios ha sido bueno contigo?
Sí, muy bueno. En todos los lugares donde Él me ha puesto, tanto en parroquia civil como castrense, he estado satisfecho. La mies es tan abundante que el obrero se va adaptando como los piñones del coche. Con la ayuda de Dios me he ido amoldando a todas las circunstancias, momentos y lugares y he sido muy feliz.
Victoria Serrano Blanes
1 comentario
Hola buenos dias, pueden porfavor darme un correo donde me contacte con el P Ramon . Gracias