Dios no llama al móvil, pero se le ve detrás de todo
Podemos correr el riesgo de pensar que Dios busca la capacidad, cuando en realidad lo único que pide es disponibilidad, que de lo primero ya se encarga Él. Esto mismo ha hecho con Marifrán, directora de la casa de acogida Centro ISLA Merced, que la Asociación EPyV (Entre Pinto y Valdemoro) posee en Casarrubuelos (Madrid) para la reinserción de presos. Para esta madrileña licenciada en Ciencias Económicas, el mundo penitenciario era un absoluto desconocido hasta que comenzó a colaborar como voluntaria. Entonces el servicio al más débil y desatendido se convirtió en su prioridad, de tal modo que accedió a la propuesta de dirigir la casa, con la confianza de quien sabe que tras de sí está Cristo sustentando la misión. Reconoce que no es fácil abrazar diariamente la tarea de la escucha, la compañía y el consejo a los dieciocho reclusos que acuden al centro, pero ella entrega sus esfuerzos a Dios y le deja obrar…
¿Cómo conociste el amor de Dios en tu vida?
Me crié en una familia cristiana y tuve unas tías que me mantuvieron muy cerca de la Iglesia. De joven participé en varios grupos cristianos de la diócesis de Toledo y siempre he estado muy vinculada a ella.
¿Cómo has llegado a trabajar en el mundo penitenciario?
Ha sido una llamada y una lectura de acontecimientos lo que me ha ido trayendo hasta aquí. Mi vida no tenía nada que ver con la cárcel, pero conocí a Pablo Morata, párroco de Casarrubuelos, y comencé a participar en las actividades pastorales de la parroquia. A partir de 2006 colaboré con el grupo de música de la cárcel de Valdemoro y poco después se me dio la oportunidad de trabajar en la “Asociación EPyV”, que en ese momento contaba con un piso de acogida en Alcorcón y comenzaba la apertura de esta casa.
¿Te ayuda la fe para tu trabajo?
Muchísimo, es la clave de mi vida. Sin la fe no estaría aquí; humanamente hubiera dejado este trabajo hace tiempo. Pero el ver en el otro a Cristo y, al mismo tiempo, el saber que es Él el que me ha puesto aquí y que cumplo la misión que me encomienda, es lo que me mueve a venir a trabajar. Cuando llego a mi casa, a veces triste, cansada, otras muy contenta le digo a Dios: “Señor, he hecho lo que tú me has pedido. He cumplido con mi trabajo”.
«caridad que viniste a mi indigencia»
¿En qué consiste tu función de directora?
Aparte de la gestión burocrática, económica y administrativa que conlleva esta casa y la asociación en sí misma, y del seguimiento de los expedientes de cada una de las personas que vienen, hago talleres de crecimiento personal tanto aquí como en la cárcel de Valdemoro y en la de Navalcarnero. También busco recursos económicos, actúo como mediadora en los conflictos que pueden surgir entre ellos, les doy una atención personalizada a cada uno, voy a la compra, atiendo a los voluntarios, etc.
¿Qué te aporta la dedicación a los presos?
Muchas cosas positivas y, a veces, algún que otro disgusto. Hay muchos prejuicios por desconocimiento sobre el mundo de la cárcel, y cuando comencé a conocerlo se me cayeron todos los esquemas que pudiera tener establecidos. Como colaboraba en el área cultural —en la que participan los reclusos con ganas de hacer actividades, de superarse, etc.— me encontré con gente muy normal; gente como yo, como mis amigos, como mi familia, que habían cometido un delito tipificado en el Código Penal y estaban presos. Trabajar la reinserción es complicado, ya que si educar es difícil, reeducar es mucho más, porque se tienen vicios adquiridos. Pero merece la pena ver cómo las personas que pasan por aquí salen adelante.
¿Qué tipo de formación previa has necesitado?
Estudié Ciencias Económicas y había trabajado en administración de empresas relacionadas con el mundo del automóvil. Pero dentro de mí no me sentía útil y notaba un vacío que no era suficiente llenarlo con el voluntariado. Cuando me propusieron trabajar aquí me fié de Dios.
¿Es más complicado trabajar con personas que con automóviles?
Mucho más, porque no es fácil llegar a casa, colgar el abrigo y dejar también en el perchero los problemas. De lo que más me cuesta desligarme es de los conflictos entre ellos por la convivencia. Aunque sé que no está en mi mano el resolverlos, muchas veces me quitan el sueño.
¿Ves que Dios los ama?
Por supuesto. He visto a gente muy destruida física y psíquicamente pero siempre se es una persona con dignidad. ¡Somos hijos de Dios hasta el final! Una de las cosas que más he aprendido de Pablo Morata es que hay que leer en los acontecimientos. Evidentemente, Dios no te va a llamar al móvil, pero si uno hace una lectura evangélica y creyente de los hechos, se le ve detrás de todo. Diariamente no paro de recibir mensajes de su parte a través de todo lo que nos ocurre. Que a pesar de la crisis económica y de tantas asociaciones que cierran, Dios nos esté cuidando como lo hace, es evidente que los quiere.
«devuélveme la alegría de tu salvación»
Cuando un preso comprende y asimila que Dios le ama, ¿cambia su vida?
El amor y el perdón —pues ambos están tan relacionados que no puede haber uno sin otro— es la experiencia más liberadora que hay. En la cárcel he conocido a presos con una fe muy profunda que viven la prisión como un tiempo en el que el Señor se ha encontrado con ellos. Eso hace que tenga un sentido y quieran sacarle el mayor partido. ¡Es un verdadero milagro! No son todos pero los hay.
¿Realmente la cárcel sirve para algo?
Conozco a una persona muy cercana a mí que dice que por la cárcel deberíamos pasar todos, no por haber cometido un delito sino por la experiencia que supone. Muchos internos me han reconocido que si no llega a ser por la prisión no saben dónde estarían, quizá ya muertos; a otros les ha servido para detenerse, para valorar su vida, valorar la libertad, a la familia, etc. Algunos mejoran en la cárcel y otros empeoran, sin embargo, el que quiere puede aprovechar los recursos que aquí se les ofrece para estudiar. Lo que ocurre es que la sociedad castiga en lugar de curar las heridas. En los medios de comunicación vemos como ante todo se busca la venganza. Aunque el dolor ajeno nunca llegue a reparar lo perdido, se fomenta el castigo.
¿Crees que Dios ha sido bueno contigo?
Si, cada día lo veo más claro. Lo primero que hago cuando me levanto es leer a los profetas de las Escrituras y el Evangelio, y siempre encuentro una respuesta para mí. Solo Dios me da la fuerza para seguir, no la recibo de otro lado.
Victoria Serrano Blanes