No hay cristiano que no sea odiado por el mundo
Cada día nos sobresaltamos con alguna triste noticia sobre la persecución de los cristianos en cualquier rincón del mundo. Llama la atención que sean considerados una amenaza, precisamente, los fieles a un Dios pacífico que proclama el amor a los enemigos, el perdón, la paz… como es Jesucristo. La República Popular China cuenta con una población que supera los mil trescientos cincuenta millones de habitantes, entre la que únicamente ochenta y cinco millones son cristianos. ¿Por qué un minúsculo seis por ciento de la población inquieta tanto al poder civil? Marcos es un joven sacerdote chino que vino a España para ampliar su formación, y cuyo deseo es regresar a su país para seguir esparciendo semillas de fe entre sus gentes. Porque solo con Cristo se puede vencer la malicia del enemigo, sembrando perdón donde hay discordia, caridad donde hay materialismo.
¿Cómo conociste el amor de Dios en tu vida?
Soy del noroeste de China, nacido en una familia de tradición católica desde mis abuelos, en la que se me ha transmitido la fe. Pero he conocido su amor en los sacramentos, sobre todo en el perdón de Dios en la vida cotidiana. De una manera oculta, eso sí, pues estaba prohibido. Algunas religiosas iban de paisano por las casas a dar catequesis a los niños, nos prestaban libros… Mi tío era sacerdote en la clandestinidad y me preparó para mi primera confesión. Al día siguiente tomé la Primera Comunión en casa. No hubo nada especial, para no levantar sospechas, pero yo me sentí muy feliz de estar con el Señor.
Según fuiste creciendo en edad, ¿eras consciente de las dificultades que entraña seguir a Cristo en China?
Uno se acostumbra a vivir en un ambiente represivo. Ahora que estoy fuera de él, me parece más difícil. Cuando los catequistas nos contaban las historias de los mártires, todos teníamos ganas de serlo para ir al cielo directamente. En mi clase del colegio, de treinta alumnos solo dos éramos católicos.
¿Has pensado alguna vez que Dios se ha marchado de China?
No, eso nunca. Dios siempre ha estado allí.
¿Qué hacía que te mantuvieras firme en la fe?
Participar de los sacramentos, leer libros de vidas de santos. Me entusiasmó tanto la vida de Don Bosco que quise ser salesiano.
¿Cuándo descubriste la vocación al sacerdocio?
Al terminar los estudios de Bachillerato, un diácono vino a mi casa y me preguntó si quería ser cura. Como le dije que sí, me fui con él, sin saber adónde me llevaba. Fuimos al seminario, que era una cueva en medio de una montaña, cerca de una aldea de trescientos habitantes, todos católicos. La formación nos la daba el diácono y un sacerdote mayor. Teníamos clases de inglés, de Catecismo, introducción a la Sagrada Escritura, Teología, Literatura china, etc.
pesebre, cruz y altar
¿Por qué ser fiel a la Iglesia de Roma puede costar tan caro en China?
El poder del Estado considera a la Iglesia Católica una amenaza; tienen miedo a que se predique la doctrina católica tal y como es, porque ideológicamente es incompatible con el Gobierno de China. Para el Estado la supremacía la tiene el propio Estado, para la Iglesia la tiene Dios y la persona. Además la Iglesia tiene una estructura que no tienen otras religiones, y todo lo que es una comunidad organizativa asusta.
¿Qué diferencias hay entre la Iglesia oficial y la perseguida?
Nosotros somos fieles a la Santa Sede y la oficial no, o al menos no tanto, aunque depende de la zona; hace algunos años el Estado era más duro y ahora se han suavizado bastante las relaciones, pero sigue habiendo persecución. Al principio de establecerse la Iglesia oficial, cortaron toda relación con la Santa Sede; ahora manifiestan su disconformidad, sobre todo en la ordenación de los obispos. Ellos ordenan a quien les parece, no a los que decide el Papa. El Gobierno controla de tal manera a la Iglesia oficial que hasta prepara las homilías a sus obispos.
En el presente, doce obispos y once sacerdotes se encuentran privados de libertad por ser fieles a Cristo y a su Iglesia. ¿Qué sostiene a estos héroes de la fe?
Es el mismo Señor el que los sostiene, porque nadie puede resistir durante tanto tiempo. Mi obispo está preso desde el año 2001 y el obispo de la diócesis de al lado desde 1994. No tenemos ninguna noticia de ellos, solo que siguen vivos, puesto que si hubiesen muerto habrían avisado a los familiares. De momento no creo que haya mejoras en la situación de los obispos encarcelados, porque no existe ninguna presión internacional para que los liberen; a los gobiernos solo les interesa la economía, no los derechos fundamentales de las personas.
En una ocasión, un obispo ayudó a otro a escapar de la cárcel. ¿Cuéntanos cómo fue aquello?
Sí, me lo contaron los curas mayores de mi diócesis. Hace bastantes años el Gobierno decidió recluir a todos los obispos en un mismo sitio. Un día, el que entonces era obispo de mi diócesis le comentó a otro: “Tengo que salir de aquí. La Iglesia necesita vocaciones. Si la Virgen me ayuda a escapar voy a hacer un seminario”. Entonces el otro obispo, aunque era paralítico, le ayudó a subir por el muro y saltar. Como era de madrugada, se encontró a unos jóvenes que le preguntaron sorprendidos: “Abuelo, ¿adónde vas solo y a estas horas?”. “Voy a la ciudad”, dijo él. “Pues te llevamos, que está muy lejos de aquí”. Y subió a su tractor. Cuando a las pocas horas el Gobierno se enteró de su huida, lo buscó por todas las estaciones de autobús, pero no lo pilló. Al llegar a la ciudad, el obispo llamó a todas las puertas de las casas, pero nadie le abrió por miedo a las represalias, con lo que tuvo que pasar la noche a las afueras de la ciudad. La policía revisó todas las casas por si habían alojado al obispo. Está claro que se salvó providencialmente. Cuando se calmó todo fue una por una a las casas de los católicos preguntando a los jóvenes quién sentía la vocación al sacerdocio. A los que sintieron la llamada, se los llevó a una cueva para darles formación. A los tres meses los ordenaba sacerdotes, para así poder administrar los sacramentos, pero continuaban con la formación. Esto mismo me pasó a mí.
de su seno correrán ríos de agua viva+
Has celebrado los sacramentos en la clandestinidad: ¿ayudan las dificultades y la persecución a confirmar tu vocación?
Ayudan mucho porque aun en la clandestinidad, Dios está igual de presente. Esta situación te obliga a vivir en serio lo que predicas. No te permite estar tibio.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados; bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia… ¿Es real el Sermón de la Montaña?
Sí, claro que es real. No solamente porque los sufrimientos te ayudan a vivir la fe, sino porque sin la cruz no se entiende el Evangelio.
¿En qué consiste la opresión comunista a los católicos en China?
Ellos controlan todo lo referente a la Iglesia, sobre todo la ordenación de los obispos y los curas. Incluso envían vigilantes a las parroquias de los pueblos para controlar las celebraciones. Todos los sacerdotes están vigilados. Si un obispo sale de su casa debe pedir permiso a la policía y decir adónde va y con quién se junta. La persecución depende de las zonas; cuanto más lejos se esté de la capital, Beijing, más suave es, porque no hay tanto control del Estado ni está todo tan politizado. En el norte del país la gente todavía no conoce a Jesucristo, con lo que es más fácil hablarle de Él, construir iglesias…
El hecho de que hoy día la economía china sea más próspera, ¿favorece a la Iglesia perseguida o su situación es igual de dramática?
No cambia nada porque la cultura en sí se ha vuelto muy materialista. Las dificultades para creer son las mismas que en Europa; la visión de las cosas se ha vuelto muy horizontal. En China no hay un respeto a la persona en sí. Es decir, la dignidad del ser humano no existe. Ni siquiera en nuestro idioma, el mandarín, tenemos el término de persona. Si un anciano se cae en la calle, nadie se atreve a levantarlo porque hay miedo a que pueda denunciarte alegando que lo has empujado, y así conseguir una indemnización; los padres abandonan a sus hijos si estos nacen con alguna enfermedad… En la mente de la gente solo existe el dinero. La persona no vale nada para la sociedad, ¡y no digamos para el Estado!
En China a los católicos no se les respeta ni los derechos más básicos, pero dan un testimonio vivo de amor a Dios hasta las últimas consecuencias. ¿Con Dios se puede ser audaz?
Sí, claro. Solo con Él y su gracia se puede ser valiente. Cuando estaba allí, la gente me preguntaba qué leía, qué pensaba, y yo nunca escondía que era sacerdote. He venido a España para seguir formándome; pero cuando acabe los estudios, volveré a China. En un principio será para ayudar en un seminario, pero Dios dirá. Habrá persecución, pero no tengo miedo porque sé que Él irá conmigo.
un único Dios que existe y asiste
¿Cómo es tu diócesis de China?
Es tan pequeña que en realidad no llega a ser diócesis, sino prelatura apostólica. En ella hay solamente novecientos católicos, pero tenemos cincuenta curas, veinte seminaristas y casi cien religiosas, aunque la mayoría de estos curas trabajan fuera, en lugares del interior y noroeste de China donde no hay clero.
Actualmente, hay más de ciento cincuenta millones de cristianos perseguidos en todo el mundo, ¿por qué se les considera una amenaza?
Ya lo decía Jesucristo: “Como el mundo me ha odiado a mí también os odiarán a vosotros…”. No hay cristiano que no sea odiado por el mundo.
¿Qué podemos hacer cada católico por vosotros, cada uno desde donde nos encontremos?
En primer lugar, rezar. Sin la oración no se puede hacer nada. Y luego, que la Iglesia en Europa —sobre todo la de España, Italia y Francia— continúe haciendo como hasta ahora, es decir, ayudando a formar el clero de China. Actualmente, la mitad de los seminaristas están estudiando en Europa. En España, la Iglesia ayuda mucho a los seminaristas chinos trayéndolos a estudiar a Pamplona, Salamanca, Madrid, etc., a través de los misioneros españoles que están allí. En una ocasión, un obispo chino que había sufrido pena de cárcel dijo: “Para que la Iglesia salga adelante en China mis preocupaciones son tres: que no tengamos miedo, que seamos fieles y que se formen bien nuestros sacerdotes. El resto, se solucionará”. Y es así. Quisiera aprovechar esta entrevista para decir que si algún sacerdote tiene libros de Teología y Filosofía y no sabe qué hacer con ellos, que me los regale, por favor, aunque estén en español. En China no es fácil encontrar libros de estas materias, y como somos unos cuantos los que nos hemos formado en España, los podemos traducir. Así, al menos, que el seminario pueda tener una biblioteca.
¿Cómo han sido todos estos años en España?
Mi experiencia en España es espiritual y de estudio, pues vine ya ordenado sacerdote para seguir formándome. Mientras he ido a estudiar a la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid los dos años de Filosofía y los tres de Teología, he ejercido mi ministerio en la Parroquia de San José, en Madrid. Desde hace unos meses vivo en Valencia, en una parroquia que tiene a su cargo una comunidad de quinientos chinos católicos. Allí organizamos peregrinaciones, catequesis, cursos de Catecismo y de Biblia, clases de ortografía, de canto. Celebramos eucaristía diaria a las 17:30 horas porque la mayoría trabaja en restaurantes.
¿Crees que Dios ha sido bueno contigo?
Sí, ha sido y es muy grande conmigo.