Dicen que no hay políticas cristianas sino cristianos que hacen política; hombres y mujeres coherentes con los valores del Evangelio en medio de las circunstancias siempre complejas del ámbito político. Éste es el caso de Manuel Pizarro, quien tras desempeñar diferentes cargos de responsabilidad en la empresa pública y privada, aterriza en la política con una marcada vocación de servicio y compromiso con el bien común. Afable y cercano, se define como un hombre trabajador que procura pasar por la vida haciendo el bien.
¿Cómo conoció el amor de Dios en su vida?
Por la misma vida familiar, que es como generalmente se conoce en las familias cristianas; por los abuelos, los padres…
La familia es la principal escuela de humanidad. ¿Qué enseñanzas le transmitieron sus padres?
Ante todo un buen ejemplo: un ejemplo de trabajo, de cariño por los hijos, de fortaleza siempre.
Es el mayor de nueve hermanos. ¿Cómo le influyó este hecho para su vida de adulto?
Ahora somos siete. Me ha servido para ganar en responsabilidad, en tener que hacer las cosas bien, en dar ejemplo a los demás. He tenido que estudiar mucho para dejar hueco a los otros hermanos. Es un ejercicio de vida que merece la pena. Ha sido una fuente de compensaciones.
Poseedor de una sólida preparación cultural, ¿dedica también tiempo a su formación espiritual?
Lo procuro siempre, bien con lecturas de todo tipo, bien con el trato con personas que al final sienten lo mismo que yo y están en la misma onda. Eso siempre enriquece.
Según usted, uno no se debe creer nunca su propio personaje, pues el personaje lo lleva dentro. ¿Quién es Manuel Pizarro? ¿Cómo es la persona que está detrás del abogado del Estado, del presidente de Endesa o ahora del diputado del PP?
Una persona normal que ha trabajado mucho en esta vida y también que ha tenido mucha suerte; que le han ayudado y ha ayudado a mucha gente. Una vez me lo preguntó un amigo cuando entré en la Academia de Jurisprudencia y yo creo que la mejor definición está en los Evangelios, es decir, alguien que pasa por la vida haciendo el bien. En la medida que puedo procuro devolver el bien que he recibido. En fin, una persona normal que le ha tocado trabajar mucho, no tengo ningún mérito.
Siendo una de las personas más influyentes de España en materia económica, ¿quién o qué le influye realmente a usted?
Es un cúmulo de cosas: me influye la vida de los demás, los acontecimientos que suceden, el ver cómo lo pasan los de alrededor. También algo que a los cristianos nos importa mucho, y es el mal en el mundo, hasta qué punto podemos remediar las situaciones de los demás. Para eso la mejor receta es que haya trabajo, que se genere riqueza y no pobreza, que haya un nivel cultural adecuado, una enseñanza y una vida familiar plena. Yo creo que la primera escuela es la familia, el primer elemento de transmisión de valores y el ejemplo más importante. Lo primero que a uno le influye es el entorno familiar, luego los amigos y la gente que te va acompañando a lo largo de la vida. Cuando llegas a una cierta edad, te das cuenta lo mucho que recibes de la gente todos los días y quieres devolverlo. Por eso estoy ahora en la Política.
Es un hombre distinguido por muchas menciones honoríficas, ¿por qué razón le gustaría que le recordasen?
Por haber intentado hacer el bien todos los días. No creo que deliberadamente haya hecho el mal, sobre todo porque es un ejercicio inútil. El que se distrae en este tipo de mezquindades, al final no consigue nada en la vida.
En cuanto a la vida familiar quisiera que me recordasen por lo que dejo: el matrimonio (llevo 32 años casado), los hijos, los nietos y luego por lo que he hecho más que por lo que he dicho.
Ha desempeñado puestos relevantes tanto en la Administración Pública como en el sector empresarial y financiero. ¿De cuál se siente más orgulloso?
De todos, aunque lo que más ilusión me hizo fue aprobar las oposiciones de abogado del Estado, para lo que luché duramente. Se trataba de lo primero que conseguía después de estudiar muchísimo. Aquello me parecía otro mundo y realmente así era; como la metamorfosis de gusano a mariposa. A partir de ahí, aunque había que seguir trabajando, el resto vino un poco rodado.
¿Qué suponen para usted valores como fe, esperanza, caridad, justicia, responsabilidad, paciencia, respeto a los padres, agradecimiento, generosidad etc.?
Son valores que hay que recuperar. Las sociedades se basan en las vidas concretas y precisas de las personas y todo este tipo de valores son los que fundamentan la vida que yo he visto en mi ámbito personal, familiar y de relaciones, como es también la que intento transmitir a los demás. Al fin y al cabo, la misma vida que en tiempos de crisis económica se pone de manifiesto, puesto que la gente ve que esos falsos ídolos o esas adoraciones al becerro de oro, como en las que hemos estado en esta época, no valen para nada. Después de todo, en las crisis se está dando vueltas como en el Éxodo para al final saber dónde está lo verdadero, lo que vale la pena y lo que no. Los ídolos siempre acaban en nada.
¿Qué consecuencias conlleva este deterioro de los valores espirituales de la humanidad, patrimonio de todos los hombres en su conjunto?
Estamos en una época fuerte y a mí personalmente me gustan estos tiempos porque se pone de manifiesto el que construyó en tierra firme y el que lo ha hecho sin valores ni principios, sin saber adónde va. A ése se lo lleva la corriente. Eso pasó en muchas épocas bíblicas en las que, cuando no se encuentran ni siquiera diez justos, el fuego tiene que purificar absolutamente todo; y el que mira para atrás, se convierte en estatua de sal. Por eso hay que mirar hacia delante; con tus principios, tu historia y tradición; nunca hacia atrás.
¿Cómo podemos restablecer en Europa estos valores, dado el sistema político, económico y social presente?
El problema es que estamos inmersos en un relativismo económico y moral donde todo vale, puesto que el fin justifica los medios, y no estamos cuidando absolutamente de nada. Uno de los puntos que más me han gustado de la última encíclica de Benedicto XVI “Caritas in veritate” es hasta qué punto la sostenibilidad económica es también la propia sostenibilidad de la vida humana. Cuando se desprecia todo, desde la propia vida hasta cualquier mínimo elemento que no sirve para algo, como ocurre en este utilitarismo y relativismo actual, hay que volver a los valores que hemos visto siempre: la persona humana, su dignidad, la sostenibilidad de la presencia del hombre en la Tierra… Eso es lo que trae el cristianismo a la Roma pagana, donde estos principios no se valoraban. Las crisis periódicas van poniendo al hombre en su lugar.
¿Es optimista aun en los momentos actuales?
Yo siempre soy optimista. Una de las virtudes de los cristianos es la esperanza y para mí ésta no debe perderse nunca. Siempre se sale de las crisis y además fortalecido. Al final estas situaciones ponen a cada uno en su sitio ante su propio problema.
Actualmente está abierto el proceso de beatificación de un político italiano, Igino Giordani. ¿Por qué llama tanto la atención? ¿Es compatible ser político con ser cristiano?
La vida de los políticos es muy azarosa, pero Dios llama de muchas formas; lo que hace falta es acudir a esa llamada desde tu propio sitio. Uno debe ser auténtico y actuar correctamente allá donde esté, incluido en la política.
¿La verdad tiene que estar siempre por encima de la conveniencia política? ¿Por qué hay miedo a decir la verdad y llamar a las cosas por su nombre?
La verdad nos hace libres, como se recoge en los Evangelios y sigue siendo real. En esta crisis actual lo que se pone de manifiesto es que los balances no eran los verdaderos, como tampoco los informes de los auditores y reguladores, ni las sociedades de “ratings”, y entonces, cuando se construye en la falsedad, se cae absolutamente todo. Por tanto la verdad y la transparencia tienen que estar en la base. Ésa es la clave de cualquier actividad humana.
El miedo a decir la verdad será para los que tengan algo que ocultar, pero cuando los hechos responden a las palabras, uno está muy tranquilo.
Urge un compromiso por parte de los católicos para defender los valores cristianos: ¿cómo lo pueden hacer especialmente aquéllos inmersos en la vida pública?
Todas las personas de buena voluntad deben ser responsables con sus actos y ser consecuentes. No se puede consumir productos de empresas que con su publicidad promueven programas que atentan contra los propios valores, como tampoco se puede votar a aquellos políticos que están en contra de los principios, y así sucesivamente. Yo creo que hay que ser más radical, en el sentido de llegar a la raíz, y que los actos sean consecuencia de los pensamientos, valores e ideas. Eso echo en falta en la sociedad española, en la que el bolsillo va por un lado, la cabeza por otro y el sentimiento por más allá. Cuando no coinciden sentimiento, razón y cartera, la sociedad acaba desquiciada.
Para terminar, y tomando al peso su vida, ¿cree que Dios ha sido bueno con usted?
Sí, bueno y generoso. No tengo ninguna duda. Dios actúa en cada uno de nosotros para buscar una autenticidad en las personas y hacer el bien, que no es poco.