Nos reciben Juan Pablo y Andrea en su casa. En la que ellos consideran su casa después de 2 años acogidos por una familia madrileña quienes con el deseo de servir a Dios por medio de su casa, construyeron toda una casa para recibir a una familia que lo necesitase. Nos permiten tener esta conversación en la hermosa ermita de la casa. No se nos escapa que antes de despedirnos de Pedro, la mediana, Elena, le susurra a su madre que no se le olvide decirnos que tiene un bebé en camino en su barriga. Pedro nos despide desde su trona, conectado a dos bombas para su alimenta, con una sonrisa maravillosa después de haber cenado.
BN: Andrea preséntate y si quieres como no está tu marido pues le presentas un poco también a él, quienes sois, que familia, porqué aquí, estas cosas.
Andrea: Yo soy Andrea y mi marido Juan Pablo. Nos casamos hace diez años y fuimos novios ocho años y medio. La verdad es un regalo llevar tanto tiempo juntos. Desde que somos novios siempre hemos pertenecido a algún grupo de alguna parroquia, siempre Dios ha sembrado en nuestro corazón el buscarle. Somos guatemaltecos. Guatemala es un lugar muy pequeño que todo el mundo se conoce y ya nos conocíamos, pero fue en la confirmación cuando comenzó. El sacerdote dijo que la homilía era una Buena Nueva y que él no iba a hablar nada y que quien quisiera podía compartir lo que estaba sucediendo en su corazón. Juan Pablo habló, porque su hermana una vez le había dicho que compartiera lo que sintiera en el corazón para poder ayudar a otros, y él, ese día, dijo que no sabemos a quién le podemos hacer daño por no compartir lo que hay dentro de nosotros. ¡Daño! Podemos dañar a alguien que necesita oír esas palabras si nos callamos. En ese momento me dio una vuelta el corazón, me acerque a él y le dije que lo que él necesitara que Dios le iba a ayudar y que él podía. Y bueno, ahí empezó todo y la verdad que un regalo. Dios nos regaló un noviazgo en castidad. Eso fue un regalo suyo porque todo a nuestro alrededor se movía en contra de, pero nosotros lo decidimos sin que nadie nos dijese nada. Fue el Espíritu santo, probablemente a través también del sacerdote con el que hicimos la confirmación y después nos casó. Se llamaba padre Antonio Gómez, lo queremos muchísimo. Ahora estará viéndonos desde el cielo. Era español, por cierto, Jesuita. Luego casados, nosotros no estábamos abiertos a la vida, veíamos que era lo correcto, era el momento de trabajar. Juan Pablo ni se había graduado, entonces estaba estudiando medicina y yo estaba empezando a trabajar. Yo soy bailarina. Estudié en EE. UU. y recién había regresado a Guatemala y estaba encontrando un poco hacia dónde, cómo iba a ejercer mi profesión en Guatemala. Después de cuatro años de matrimonio tuvimos a Juan Ignacio.
Nos venimos a vivir a España porque Juan Pablo aprobó el MIR para hacer la especialidad. Nos fuimos a León y ahí es donde empieza realmente la belleza de nuestra historia, que bueno, todo ha sido bello, pero ahí es donde Dios se manifiesta en grande.
BN: Lleváis en España cuatro años y medio…
Andrea: Prácticamente cinco porque mi hijo mayor vino de cuatro meses. Era muy pequeño y sacamos el MIR aquí en Madrid.
Entonces nosotros estábamos allí, en León, y el domingo vimos a unos en una plaza bailando y dijimos:
– ¿Qué es ésto?
Leímos, “El papa Francisco nos invita a salir de misión a las plazas.”
Había un sacerdote haciendo un video y yo le toqué la espalda y le dije:
-Perdona ¿qué es ésto? – y el paró el video, se dio la vuelta y me dijo:
– ¿Y ustedes de dónde son?
– Pues de Guatemala.
-No puede ser, yo soy guatemalteco llevo siete años viviendo acá, me ordené de sacerdote hace un mes. Nunca había conocido una persona de Guatemala que vivieran en León ¿qué hacen aquí?
– Pues nos mudamos hace unos días y queremos encontrar un grupo en una parroquia.
– ¿Ah sí? Pues vénganse a las catequesis.
Nosotros a través de esta experiencia en la calle conocimos el camino Neocatecumenal y fue un regalo. Yo estaba embarazada de Elena, tenía tripota y poco a poco el Señor nos empezó a trabajar y empezamos a conocer, convivir por primera vez en nuestra vida a familias numerosas y empezamos a preguntarnos ¿qué es esto? ¿por qué? y ¿entonces nosotros qué, creemos en Dios o no creemos en Dios? ¿Creemos en Dios en una parte o creo en Dios en su totalidad?
Fue precioso porque vimos que Dios es tan bueno y tan con los brazos abiertos y no ahí apretándonos ni nada. El permite que uno vaya acercándose a Él al ritmo que uno puede porque Él, todo amor, lo daría todo desde un principio, pero es tanto, que yo no sabría recibir tanto amor de una, tengo que creérmelo e irlo viviendo. Con el paso del tiempo empezamos a caminar con nuestra comunidad. Entramos en contacto con la palabra de Dios, realmente experimentando un tu a tú con el Señor. Ahora vemos que el Señor nos estaba preparado para poder afrontar con sus fuerzas lo que estaba por venir. Ahí empieza nuestra historia.
Luego nos abrimos a la vida, a la voluntad de Dios. En este tercer embarazo dijimos: no vamos a saber si es hombre o mujer. Libertad, pues libertad por todas. Yo me sentía fatal porque no tenía nada preparado solo leche y bodys blancos y ya está, no necesita más. Yo quería disfrutar de los otros niños y además era como el primer verano que ya podíamos movernos un poco más en León, fuimos a la playa en Asturias, nos compramos una furgoneta porque el hijo o la hija venían…y tuve un embarazo precioso, estupendo y cuando Pedrito nació, nació muy bien y tal, pero la tercera noche pues se estaba muriendo.
BN: Todo esto ocurre en León. Ya veo que en un momento en el que de repente os planteáis esto que has dicho tu muy bien: creemos en Dios, pero ¿solo una parte o creemos en Dios verdaderamente? Entonces ahí hay una apertura, un querer conocerle a través de lo que vosotros habéis visto en estas familias numerosas que es un descubrimiento. Entonces… ¿quién es pedro? ¿Qué es Pedro para vosotros?
Andrea: ¿quién es Pedro? Pedro para nosotros verdaderamente es la oportunidad que Dios nos regala de vivir su voluntad, sin más. Otra cosa que empezamos a aprender de las familias numerosas es que nos hablaban con tanta naturalidad de los hijos que habían perdido: “tengo tres aquí, cinco en el cielo…”. Entre la gente que yo me movía en Guatemala, jamás. Qué regalo vivir la vida de esa manera donde la muerte es un paso. Entonces cuando Pedro nació y empezó a ponerse muy mal, un señor de nuestra parroquia nos dijo:
-Mira, la vida de tu hijo no está escrita y la vida de cada hijo es única. Si tu hijo debe morir en veinticuatro horas, esa es la historia perfecta y preciosa que Dios ha escrito de él.
No habían pasado ni cuarenta y ocho horas y Pedro se estaba muriendo. Desde ese momento Dios nos sembró una paz profunda en nuestro centro.
Entrar en detalle de la vida de Pedro, me puedo pasar aquí toda la noche. Mas de nueve cirugías, esperando un trasplante, con una posibilidad muy baja de que pueda salir adelante. Tiene una vía transhepática porque tiene todas las venas de gran calibre trombosadas, vive con una vía central metida en el corazón, en casa. Dios nos permite tener un santo, un ángel viviendo en nuestra casa. A nosotros nos regala la vida, porque nos regala recordarnos que al final todos estamos así de vulnerables de morir. Y es que, con él, como lo palpamos, como lo tocamos, pues lo tenemos más cerca y vemos de cuántas cosas nos ha liberado Dios.
Nuestra casa esta empacada en el seminario de León. De un día para otro, nos tuvimos que venir detrás de una ambulancia y yo le dije a Juan pablo cuando veníamos en el tren: ¿ya buscaste hotel? Y me dijo: no, no nos vamos a ir a un hotel. Y le dije: ¿Dónde vamos a dormir? Era diciembre. Y me dice: esto lo vamos a vivir en la voluntad de Dios, en su Providencia. Y me dijo: ¿quién te había dicho que lo que necesitásemos? Y le digo: tal matrimonio, un matrimonio que conocimos la primera vez que vivimos en Madrid de una parroquia de Goya y me dice: pues llámalos.
Les llamé, les conté y me dijeron que allí teníamos sitio de sobra, que nos esperaban con cena, que vivían enfrente del hospital. Esa noche la puedo volver a vivir porque nosotros llegamos a la casa de ellos y nos dejaron su cama, ellos durmieron en el salón en el suelo y yo me recuerdo que con Juan Pablo estábamos mirando una cruz en la habitación y llorábamos porque vimos como Dios nos da mas allá de lo que nosotros alguna vez hubiésemos dado.
“Nuestros hijos han vivido todo en la verdad, desde la tercera noche que Pedro se estaba muriendo,
se han despedido de él muchas veces, con naturalidad”.
Pedro ha estado un año y nueve meses en el hospital. Un tiempo de oportunidad de amar, de ser humilde, de perdonar, porque hay mucha tensión dentro del hospital. El niño de al lado se está muriendo, el niño de enfrente, la madre esta pateando la cuna, los padres de al lado están dando voces, una enfermera llega sonriente… pero la siguiente a lo mejor de mal humor… hay mucha tensión, no es un lugar agradable. Viviendo la voluntad de Dios, Él nos ha dado y nos sigue dando la fuerza cada día para seguir adelante y seguirle. Hemos tenido días de enfadarnos, de decir ¿hasta dónde?, ¿por qué tal?… pero ningún día de no verle. Aquí donde estamos, en la casa de esta familia que nos acoge, llevamos dos años viviendo, solo nos dan amor a nosotros y a nuestros hijos, todos los días.
Es que quizá yo necesite a un Pedro para permitirme vivir todo esto, porque de lo contrario me hubiera quedado en mis sueños que llegan de aquí a donde yo estiro mi mano, no hubiera podido ver mas allá. ¿Se puede ser feliz teniendo un hijo al borde de la muerte? Se puede ser feliz sabiendo que en cualquier momento Pedro puedo morir, veo que Dios nos regala ser felices, querernos y perdonarnos.
BN: Esto que cuentas de estos hermanos de Madrid, de esta familia que os acoge ahora también, ¿lo recibís vosotros como la solidaridad de unas personas buenas o como la iglesia que te abre los brazos y te acoge?
Andrea: La Iglesia. Por mas buenos planes que tengas y buenas ideas, esto va mucho más haya. Siempre hay amor, siempre hay perdón y siempre hay entendimiento. Lo mas precioso que yo he experimentado dentro de todo este tiempo ha sido la Iglesia per sé. Quiero decir, veo cómo personas que no nos conocían, personas de toda la iglesia, de muchísimos movimientos, de muchísimas parroquias del mundo rezando por nosotros. Así vemos que es la iglesia y que ves que hay un camino para cada quien dentro de la iglesia. A mi eso me apasiona.
BN: Y ahora, después de esta experiencia, de la enfermedad de Pedro y toda su circunstancia ¿no renegáis?
Andrea: No. (se ríe a carcajadas) Y ahora ha venido otro.
Al cuarto mes de Pedro, ahí para nosotros fue un momento de mucho discernimiento porque decíamos: Oh, abiertos a la vida y ahora ¿qué? Pedro vive en la UCI y ahí está que a los cuatro meses de Pedro me quedé embarazada y fue un embarazo ectópico. Me tuvieron que quitar una trompa. Además, era en Pascua. Entré en el quirófano, me drenaron litro y medio de sangre. Tenía mucho dolor y dije: si me muero, sé que Juan Pablo estará bien con los niños. ¿Cómo? No sé, pero eso no me toca a mí. Si vivo pues puedo seguir ayudando. Me pusieron una medicación que era muy fuerte y tuvimos que estar un tiempo de castidad dentro del matrimonio.
¿Qué es eso? Teníamos gente muy cercana que nos decía que nos íbamos a cargar nuestro matrimonio, que no lo hiciésemos y nosotros sabíamos que, si Dios nos lo ponía, El podía con nosotros y fue un tiempo precioso porque llegamos a experimentar el amor de Dios a un nivel, a una profundidad muchísimo más de la que alguna vez pensamos. Que luego, hemos vuelto a abrirnos a la vida y Dios nos bendice ahora con otro nuevo hijo y vamos, una alegría.
Nosotros lo hemos vivido con Pedro y lo hemos aprendido: el presente. Hoy tengo un bebe dentro de mi de seis semanas y media que el corazón le late y estamos felices, si lo pierdo, pues ya está, pero ese vivir el hoy… Juan Pablo escribió un día que Dios le iluminó, escribió unas palabras, “El devorador del presente”. El demonio lo que quiere es devorarnos el presente que es nuestra oportunidad de vivir y de ser felices. Yo aquí, queriendo estar más con Pedro, me paso todo el día trayendo medicinas, yendo al hospital y cuando estoy con él no puedo estar con él porque tengo que tal y cuando estoy no sé, date cuenta. El devorador del presente.
Los niños hoy me preguntaban, Elena que tiene cuatro años:
-Mamá… ¿y el nuevo bebe va a venir con sondita?
Y le digo: – Bueno mi amor, de primero Pedro no nació con sonda, se la pusieron al rato y de segundo, no lo sé, solo Dios sabe, pero vamos a estar bien.
Los niños tienen momentos que les cuesta, pero es una bendición vivir en la verdad. Ellos han vivido en la verdad todo el tiempo, desde la tercera noche que Pedro se estaba muriendo, se han despedido de él muchas veces, con mucha naturalidad. El bebe que se implantó en un sitio donde no debía, los niños lo recuerdan todos los días, dicen que somos siete. Esto nos hace ver que ese hijo, ahora en el cielo, intercede por nosotros desde los cuatro meses de Pedro, cuando estaba en la UCI.
BN: Entonces podéis decir, de esto que decías, del tiempo de la confirmación, de cuando os empezasteis a conocer, luego llegáis a León y os sorprende esta forma de vivir de las familias numerosas, de vivir el hoy, de vivir la vida como un don del cielo. Me hace recordar el libro de Job. Sabes la vida de Job y que al final dice: “Antes te conocía de oídas, pero ahora te han visto mis ojos, Señor. Ahora Señor te he conocido verdaderamente.”
Andrea: Dios sabe lo que hace porque mi querido esposo, en la cuaresma le dijo a Dios que le probase hasta el crisol, que él quería sentirlo, vivirlo y es lo que tú estás diciendo. Una vez una persona me dijo: Tú ya eras creyente antes de esto. Y le dije: Mira, yo antes era creyente, ahora soy viviente porque realmente lo vivo.
Cogiéndole la mano a Pedrito, porque no le pudimos coger hasta los cinco meses y cuando empezamos a cogerle el niño lloraba desconsoladamente, y me decían los médicos que no conocía mis brazos. Recuerdo que ese momento fue como una losa. El estaba acostumbrado a estar tumbado solo, con sus cables, sus maquinas y no conoce los brazos de su mama. Para mi ese momento fue muy fuerte, no lloré, pero veo como la virgen María ha tenido a Pedro en sus brazos todos los días que yo no pude porque es un niño feliz y activo. Pedro todo el día está corriendo, brincando, riéndose, todo el día. Le haces una cura a la dos de la mañana y te dice: “asias mamá” Tiene tanto al Señor dentro y yo tengo tan claro que la virgen María se ha hecho notar. Yo que la tenía ahí como una madre que qué linda verla en la iglesia. El rosario no lo rezaba y veo como ahora es una herramienta que me ha sostenido en los momentos que he tenido que estar quieta. Ahora porque estoy con mucho movimiento, pero estar en la UCI tantas horas, solo ver que uno se muere, que la otra mamá llora, el otro niño que está sufriendo, tu hijo que…un rosario, dos, tres, es que le da la vida a uno.
BN: Dice el evangelio que no se enciende una lampara para meterla debajo del celemín y que no se puede ocultar una ciudad situada en la cima de un monte. Pedro es un Cristo vivo, un ángel y está puesto como un candil para alumbrar alrededor. ¿Cómo es vuestra relación con las familias que tenéis al lado, el sufrimiento de los demás, padres desesperados, personal del hospital con dificultades para tratar con bebes enfermos? ¿Cómo vive la enfermedad de Pedro también vuestra familia en Guatemala?
Andrea: Cuando uno vive una situación de tanto sufrimiento y a la vez el amor desbordante de Él, cuesta mucho que otra persona se pueda poner en tu piel porque lo más normal es que recibas comentarios como: “este mes llega el donante, tu piensa positivo porque este mes llega”.
Yo tengo mas combate con aceptar que la gente no quiera recibir este regalo de Dios y vivirlo en su voluntad, que con aceptar que las cosas no son como yo quisiera. Una vez en la UCI vi a una madre que estaba cogiendo a su hija, que tenía muchas convulsiones, y la cogía como con pena, mirando a toda la UCI intentando evitar que vieran a su hija así. Se dibujaba en su rostro el sufrimiento de que con eso no podía vivir. Recuerdo que ese día yo estaba cogida de la mano de Pedrito y dije: “Señor quítame lo que me tengas que quitar, pero dáselo a esa madre. Si tú me vas a dar algo a mí, quítamelo, y dáselo a esa madre porque no puedo con la desesperanza de esa madre”. Pero la niña falleció. Tiempo mas tarde pensé que a lo mejor eso fue lo mejor para esa familia, para esa madre. A mi me gustaría decirles a todos: “Créetelo, Dios te ama, recemos, Él te sostiene, abre tu corazón, no tienes que hacer nada, solo querer, Él hace el resto, tú no haces nada. Igual con nuestra familia.” Pero luego recuerdo que la misión mía es solo eso, que yo no puedo ir mas allá, yo abro el regalo y que brille como tenga que brillar, que llegue donde tenga que llegar.
Una vez contactó conmigo una madre con una hija que tenía parálisis cerebral y me dijo que ahora veía a su hija con mucho amor, que ya no podía verla de otra manera, como un mal. Por eso Pedro para nosotros es la voluntad de Dios, en medio de nuestra pobreza. Yo sé que, a lo mejor, ofendo a la gente hablando como hablo, pero es lo que vivo. Después de estar un año y medio en el hospital, le dije: Señor, gracias por contar conmigo. Lo poco, lo bien, lo mal, de una manera o de otra, como lo haya hecho. Pero gracias por contar conmigo.
BN: ¿Como ha sido ese año y medio en el hospital, como os habéis organizado con los otros dos hijos?
Andrea: Tenemos la bendición de que nuestra familia en Guatemala nos apoya económicamente.
Mamás del colegio, amigos, nunca nos ha faltado nada y es que uno puede decir: “Qué fácil, hay quien no tiene ayudas”. Claro, pero es que yo sé que la providencia de Dios va mas allá y hoy toca el corazón de nuestra familia y nos ayuda. Sé que el Señor no nos va a abandonar. No se puede ver con nuestros ojos porque yo solo de pensar en el día de mañana, quiero mandarlo todo al carajo.
Las personas que nos ayudan son de Dios porque aman a Pedro como otro hijo, literal, y Pedro así les ama. Yo soy afortunada de que otra persona trate a mi hijo como su hijo.
Para mi es una pasada ver que el tiempo que paso con mis hijos, no les da la vida. Que lo que les da la vida es la fe que yo les puedo transmitir. Que ellos sepan que ellos pueden vivir algo igual, parecido a lo nuestro y que pueden ser felices. Mi marido una vez leyó que la gratuidad de Dios es tan bella que no nos la creemos porque pensamos que todo va acompañado de un esfuerzo personal. Cuando algo es gratuito y te hace libre, como que no te lo crees porque la soberbia no te deja aceptarlo.
Si este bebe, Dios quiere que nazca sano, estupendo, pero yo lo estoy disfrutando hasta más intenso que mi primer embarazo. La vida no nos pertenece. En qué momento nos creemos dueños de la vida, la vida no nos pertenece. Yo como lo veo con Pedro es: soy su madre, contribuyo con lo que puedo para que él esté aquí y nadas más.
BN: ¿Qué pronóstico tiene Pedro?
Andrea: Por ahora esperar el trasplante. Su intestino podría mejorar e ir absorbiendo y absorber tanto que no necesitase el trasplante, pero por otro lado tenemos esa vía en su corazón que normalmente dura unos tres, cuatro meses y lleva dos años. Inexplicable que no se haya salido ni una vez, que se ha infectado una vez y lograron los doctores superarla. Era tan grande el riesgo de sacarla, que prefirieron dejarla dentro, que con la infección en cualquier momento se complicaba y se moría literalmente y ahora dependemos de las dos cosas. Queremos tiempo porque el tiempo quizá consiga que el intestino termine de absorber y no queremos tiempo porque la vía al corazón está en tiempo super extra.
“Para nosotros es la oportunidad que Dios nos regala
de vivir su voluntad,
sin más”
BN: ¿Cómo se llama su enfermedad?
Andrea: Son varias, síndrome de intestino corto, trombosis venosa profunda de todo el territorio superior y parte del inferior y la enfermedad de Hirschsprung.
En este preciso momento llega Juan Pablo, el padre, después de estar de trabajando todo el día en el hospital. No queremos entretenerles mucho más, pero sí tenemos alguna pregunta guardada para él.
BN: ¿Tú crees que Dios es bueno contigo, con tu familia?
Juan Pablo: Sin lugar a duda, es una respuesta muy fácil. En una historia como la nuestra se puede ver de una forma sencilla. Es más fácil ver, por lo menos para mí, que era producto de mi esfuerzo, de mi estudio, de mi lo que fuera, pero cuando las cosas llegan a un punto donde ya mis fuerzas, mi tiempo, mi límite, se ve clarísimo. Las cosas no salen porque yo lo haga bien o lo haga mal si no porque es la voluntad de Dios que así sea. Vivir en esta casa es un ejemplo. El haber tenido que movernos de casa, trabajo y colegio y en pocos meses estar aquí acogidos sin nosotros tener que hacer nada. No hay duda. Esta historia la lleva El. Nadie, nadie pudo haber pensado que todo esto iba a suceder alrededor de la enfermedad de Pedro. Que estas personas hayan hecho esta casa justo para eso, para acoger a una familia con un hijo enfermo. De otra manera es imposible, solo Dios.
BN: ¿Esta casa estaba vacía y os la ofrecieron a vosotros?
Juan Pablo: Ellos la hicieron para eso. Cuando estaban viendo de cambiar de casa querían servir a Dios a través de la casa que se iban a comprar. No sabían cómo, pero esa era su idea. Vieron que en la parte de abajo se podían hacer dormitorios y una casa entera. Ellos querían poder acoger a familias que tuviesen que venir a España por problemas médicos con sus hijos. Conocieron nuestra situación y nos acogieron.
BN: Pedro es un regalo del cielo…
Andrea: Sin lugar a duda. Siempre está sonriendo y tiene unos ojos que lo dicen todo. El primer día que abrió los ojos fue el 24 de diciembre del 2016, Nochebuena. Él siempre estaba sedado, pero ese día, como a las cuatro de la tarde, estábamos los dos allí y nos abrió los ojos. Fue nuestro regalo de Nochebuena, conocer la mirada de nuestro hijo y hace un año en Nochebuena también fue su primera noche en casa con nosotros.
BN: Es increíble escuchar cómo vosotros vivís la vida, la muerte, la enfermedad, el día a día como un don de Dios, como un regalo. Todo es un regalo, lo que va bien y lo que no va tan bien, donde puedo disfrutar y donde Dios me la da todo. Yo solo tengo que dar gracias y aprovechar el momento. Esa mirada de tu hijo, una sonrisa, un gracias a las tres de la mañana…
¿Juan Pablo alguna vez te has sentido solo o que el Señor te ha dejado?
Juan Pablo: Mas que solo era incomprensión de mi parte hacia lo que Dios hacía. No entendía lo que quería, no entendía hacia donde quiere llevar todo esto y se lo preguntaba a Dios muchas veces, pero ¿solo?, nunca. Intentar comprender la voluntad de Dios y no entender. Eso se cura con un descanso y te das cuenta de que no tienes que entender nada, que lo que tengo que hacer es agradecer que hoy puedo estar aquí, que hoy puedo estar con Pedrito, que tengo una familia, que esperamos un nuevo hijo. El resto son cosas que ya pasaron o no pero que no existen. Lo que tengo ahora enfrente es lo que existe y con lo que puedo disfrutar. Entender la voluntad de Dios, no me quita ni me pone nada, solo es un regalo poderla seguir.
BN: ¿El ser médico (es especialista en anatomía patológica) te hace ser más consciente si cabe de la seriedad de la enfermedad de tu hijo? No puedes “engañarte” …
Juan Pablo: No, pero es justo eso. Si nos escapamos, vivimos en una irrealidad y vivir en la realidad es el regalo más grande que tenemos. Yo no podría tratar a mi hijo porque es un caso hiper complejo, pero gracias a mi profesión, lo entiendo, me puedo comunicar con los médicos y esto nos ayuda a ponernos en situación. La situación es muy muy grave, es incomprensible como él ha podido hacer todo lo que ha hecho, el que tenga dos años ahora con todo el territorio superior de su retorno circulatorio trombosado y que no tenga ninguna dificultad para caminar, para mover los brazos … Esto es poner los pies sobre la tierra, tener la muerte muy cerca, igual de cerca que todos nosotros, pero en él la podemos ver. Mi profesión nos han ayudado a poderle tener aquí en casa, ha sido para bien.
La vida de Pedro es una revolución para todo el que lo conoce. Y así nos vamos, conociendo cómo Dios hace las cosas. Cómo toca el corazón de una familia para que su generosidad facilite que un ángel pueda tratarse con las mayores comodidades y consiga con su sonrisa explicar a todo el que lo ve que la vida, la muerte, la enfermedad…son un don del cielo.