¿Qué tienen en común el catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Autónoma de Madrid, el vicesecretario general de la Conferencia Episcopal Española y el presidente de la Cadena COPE? La respuesta es sencilla: coherencia, transparencia, fidelidad a los compromisos… Y es que los tres cargos convergen en una misma persona. Se trata de Fernando Giménez Barriocanal, madrileño de 45 años, casado y padre de cinco hijos, una voz valiente en la vida pública que no se esconde ni amilana a la hora de proclamar que Cristo es el sostén de cuanto dice y hace. De trato abierto,, reconoce este hombre de fe, sencillo y sin alardes, que su misión está fundamentada en el amor a Dios y a su Iglesia, a los que sirve con agradecimiento.
¿Cómo conociste el amor de Dios en tu vida?
Primero por mis padres, pero también en el colegio, y por supuesto en la Iglesia, a través del Camino Neocatecumenal.
En el año 2005 los obispos te nombraron Vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española. ¿Qué hace un laico ocupado en el dinero de los obispos?
En la Iglesia hay diferentes carismas. Algunos son fáciles de reconocer, como la itinerancia o la predicación, y otros pasan más desapercibidos. Yo pongo a disposición de la Iglesia los carismas que Dios me ha dado, para administrar los bienes de acuerdo con los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. ¡Y parece ser que los obispos se fían de mí!
Sustituiste en el cargo a Mons. D. Bernardo Herráez. ¿Qué aprendiste de él?
Estuve trece años con él codo a codo y aprendí, en primer lugar, el amor a la Iglesia. También me enseñó a tener prudencia y celo por proteger su patrimonio, ya que es un instrumento para la Evangelización, que es su tarea principal.
¿Cómo es trabajar con los obispos?
Al principio asusta un poco, pero pronto te das cuenta que son personas extraordinarias, con sus defectos y pecados como cualquiera. Es bastante más sencillo de lo que la gente piensa. Cuando vienen a la Conferencia Episcopal o a la Nunciatura, muchos lo hacen en autobús e incluso andando, se hospedan en casas de ejercicios… Algunos, por la diócesis que dirigen, deben vivir en el palacio episcopal correspondiente; pero otros muchos viven en una habitación de cualquier residencia sacerdotal. Sobre los obispos hay un mito, pero la realidad es otra.
tus preceptos son mi herencia perpetua
Como cristiano comprometido, ¿cómo afrontas cada día la misión encomendada?
Intento levantarme cada mañana de cara a Dios, rezar las Laudes con mi mujer, Mercedes, y decirle: ¡Señor, tú sabrás qué es lo que quieres que yo haga…! A mí, que soy tan impulsivo, el Señor tiene que moderarme cada día, y, si me equivoco veinte veces, pedir perdón otras tantas.
¿Cómo es tu mujer, la compañera que Dios te ha dado?
He tenido la suerte de que Dios me regalara desde jovencito a Mercedes, con quien comparto la fe. Comenzamos a salir a los 16 años y, tras un noviazgo cristiano en el que Dios nos cuidó, nos casamos y tenemos cinco hijos. A mí me complementa mucho porque somos totalmente opuestos en el carácter. Yo soy un charlatán, ella es pausada; yo soy un impulsivo, ella es muy reflexiva. Ante todo es muy paciente conmigo. A veces cuando llego a casa me dice: “¡Eh, que aquí no eres el presidente de la COPE!”. Con lo cual eso me viene muy bien.
¿Cómo compaginas la vida de familia con el ajetreo del trabajo?
Generalmente no ceno más que en mi casa, o a lo sumo con el Señor Cardenal, Antonio María Rouco. Me levanto entre las 4:30 y las 5 de la mañana y me pongo a trabajar en casa. A las 6:30 horas rezamos Laudes Mercedes y yo, y después nos vamos a los distintos trabajos. Por la tarde procuro estar pronto en casa. Me niego a tener reuniones a las siete de la tarde.
Eres profesor de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad Autónoma de Madrid. Como docente en contacto diario con los jóvenes universitarios, ¿cuál es su apreciación de la Iglesia?
En los últimos años ha habido momentos de fricción, de gran rechazo a la imagen de la Iglesia. La gente joven tiene una percepción de la Iglesia muy diferente de cuando realmente la conoce. Cree que es una Iglesia antipática, vieja, que dice “no” a todo, que parece estar empeñada en fastidiar la vida… ¡y es todo lo contrario! Aunque muchos jóvenes participan activamente en ella, y cada vez más, todavía hay mucho desconocimiento. La crisis está ayudando a que haya más posibilidad de apertura y oportunidad de evangelizar en la Universidad que hace diez años.
Has sido el director financiero de la JMJ Madrid 2011. ¿Qué te ha supuesto esta experiencia?
He vivido de cerca la parte más fea y árida, que es la del tema del dinero. Pero ya advertí que, pese a todo, nada me iba a robar el tesoro de encontrarme con Jesucristo y con el Vicario de Cristo. Viví la extraordinaria experiencia de ser recibido, junto a mi mujer, por el Santo Padre. Ha sido una gran oportunidad de renovación y reafirmación en la fe. Esto compensó los muchos quebraderos de cabeza que supuso la organización.
la misericordia y la fidelidad se encuentran
¿En qué se diferencia la Iglesia de otros organismos que también realizan una encomiable labor asistencial?
La labor asistencial de la Iglesia no se puede entender fuera del conjunto de su misión: primero, anunciar a Jesucristo y dar a conocer la buena noticia que cambia el corazón del hombre. En segundo lugar, permitir que esa semilla crezca y poder vivir la fe. Por eso solo aquella persona que ha descubierto a Jesucristo y vive la fe se da cuenta de que en el rostro del otro, especialmente en el del más necesitado, está Jesucristo. El cristiano no hace las cosas por filantropía o por gustillo. En Cáritas, Manos Unidas o cualquier organismo asistencial de la iglesia se hace todo desde la experiencia real de ver a Cristo en el otro.
Se habla mucho de los acuerdos Iglesia-Estado como un privilegio, pero no son más que una garantía de libertad religiosa, ya que la Iglesia ahorra al Estado mucho dinero. ¿Cuáles son esas cifras?
España tiene suscritos unos acuerdos con la Santa Sede, como otros 150 Estados también los tienen con ella. No es una anomalía. Los acuerdos tienen carácter constitucional y gozan de plena vigencia, es decir, garantizan el principio de libertad religiosa previsto en la Constitución Española de 1979. El Estado español tienen acuerdos de colaboración con las confesiones religiosas de notable arraigo en nuestro país: musulmanes, la federación de Iglesias Evangélicas y la comunidad hebrea. El Estado está obligado a proveer de los servicios básicos para que puedan vivir su fe los millones de contribuyentes católicos residentes en España. Por ejemplo, hay más de trescientos mil padres cada año que quieren que sus hijos se bauticen… Evidentemente la aportación de la Iglesia a la sociedad española está cifrada en varias decenas de miles de millones de euros.
La actual crisis hunde sus raíces en causas económicas pero también en la ausencia de valores, en el relativismo, la eliminación de la dimensión trascendente… Son estos momentos de desconcierto una buena ocasión para cambiar. ¿Qué giro debería hacer el hombre moderno de hoy?
El hombre, por todas estas corrientes de pensamiento se ha ido alejando de Dios, y al final intenta explicar lo que le rodea racionalmente y no llega, o intenta hacerlo vitalmente y cae en la desesperación. Por eso en España se suicidan más de 3.800 personas al año. Es un momento extraordinario para darnos cuenta de qué es el hombre, y esto solo puede entenderse como ser amado por Dios, hecho a su imagen y semejanza… Ahí es cuando empieza a entender qué pinta aquí. Cuando uno está aburguesado, no necesita a Dios para nada; pero cuando te quedas en el paro y no puedes pagar la hipoteca, o se muere un familiar por cáncer, entonces te preguntas qué es esto, y la respuesta necesariamente viene de arriba.
Parece que vivamos resignados al arbitrio del gobierno de turno. ¿Qué hemos de reclamar de las administraciones públicas?
Nuestros derechos, la vuelta a la normalidad, que se implanten aquellos valores que construyen la sociedad, como la vida —el bien más preciado que posee el hombre—, la familia —a la que el Estado tiene la obligación de proteger—, la educación en valores, para que la persona pueda desarrollarse íntegramente y no solo proporcionarle recursos materiales. Facilitar esto es también papel del Estado. Los ciudadanos hemos de reclamarlo participando activamente en la vida social, en las empresas, en las comunidades de vecinos, en los medios de comunicación…
contigo está la sabiduría, de tu trono de gloria envíala
Eres el presidente de la COPE y se te atribuye el mérito de sacar a la emisora de la crisis. ¿Qué estrategia has desarrollado?
Yo no soy el artífice de nada. Gracias a Dios, en la COPE hay un excelente grupo de profesionales que piensan que lo importante es escuchar, y en España se escucha poco. Hacía falta una radio con valores, compatible con el ideario de la casa y que no expulsara a nadie. La combinación fue atreverse a traer a un buen grupo de deportes e intentar apostar por un modelo de radio sostenible en el futuro, pero no a corto plazo. El mérito no es mío; es de un magnífico consejo de administración y de los obispos, que se fían… Podían no haberse fiado.
En este mundo globalizado y dominado por lo digital, ¿sirve el formato de siempre o necesitamos de una nueva radio?
Todo se renueva continuamente y hay que adaptarse. Los oyentes siempre han participado y lo siguen haciendo, pero con otras herramientas. Probablemente se vaya cambiando hacia otros modelos que atraigan más la atención; pero la cercanía, la comunicación, el mensaje, el impacto… eso va a permanecer siempre.
¿Cuál es el ideario de la Cadena COPE?
En la radio católica hay dos modelos: la radio generalista y la radio temática. En España tenemos dos ejemplos de esto: Radio María, como emisora temática estupenda, que yo escucho con frecuencia; y la radio generalista, como la COPE, con información general para católicos y no católicos, pero que a través de ese lenguaje generalista defiende sus valores. Hemos visto cómo a nuestros hijos les han dado la contracatequesis a las 10 de la noche en series de televisión. Debemos hacer lo mismo pero al revés, es decir, generar el ambiente propicio que permita a la persona desarrollarse en una modo de pensar congruente con la vida. COPE tiene un ideario claro en la defensa de la vida y de la verdad, de los principios democráticos y, por supuesto, de la difusión de los valores evangélicos. Lo mismo ocurre con Cadena Cien, una cadena de música destinada a los jóvenes en la cual no se van a escuchar palabrotas ni ideas anticristianas.
¿Importa entonces el Estudio General de Medios?
Importa a efectos económicos, para conseguir la publicidad que nos permita pagar las nóminas, pero no para ser el primero. Aunque tenemos claro que no a cualquier precio.
¿Cómo hacer accesible el mensaje de la Iglesia de Cristo a un mundo descristianizado?
Yo sé cómo no se debe hacer: reinventando el Evangelio. Una mala costumbre de algunos ante las iglesias vacías es acomodar el evangelio a los tiempos. El amor al enemigo cautiva a la gente joven, pero lo que no entusiasma a nadie es un evangelio descafeinado. Por supuesto que hay que presentarlo de otra manera, pero siendo el mismo mensaje íntegro de siempre. Si a un joven le dices que si le quitan la túnica dé también el manto, eso le hace cuestionarse… Hay otros cauces de comunicación que no son solo la homilía, como es el testimonio personal, que tanto mueve y transforma los corazones. La fe llega por la predicación; por eso hacen falta medios que permitan difundir el Evangelio: revistas como Buenanueva, emisoras como Radio María, la COPE… Todo acompaña.
¿Crees que Dios ha sido bueno contigo?
No bueno, ¡demasiado bueno! Infinitamente mejor que yo con Él. Yo me sigo escandalizando de mis pecados cada día, y para mí la mayor prueba de amor es, como dice San Pablo, que Cristo murió por nosotros cuando éramos pecadores. Esa es la mayor experiencia de fe que uno puede vivir, que Dios te quiere como eres. Con los demás puedo disimular, pero con Él estoy desnudo. ¡Madre mía, me conoce realmente y aun así me ama!