Esperanza Puente defiende la vida con firmeza, pues sabe muy bien que una sociedad que condena al inocente es una sociedad enferma. Llanto y duelo, culpa y dolor fueron sus amargos huéspedes tras sufrir un aborto provocado. A falta de otra alternativa, el miedo y la soledad la empujaron a optar por la decisión más aflictiva de cuantas ha tomado. Pero pisotear este amor, lejos de encontrar alivio, la condujo a un infierno donde el desconsuelo oprimía su pecho y su alma. En el momento que experimentó el inconmensurable perdón de Dios, se cerraron todas las heridas. Hoy día entrega su vida a combatir aquello que, disfrazado de falsa libertad, aguijonea sin tregua a la mujer: dar muerte al hijo de su seno.
¿Cuándo conociste el amor de Dios en tu vida?
Nací en el seno de una familia cristiana donde se daba la transmisión de la fe. Tuve el privilegio de vivir con mi abuela que era una gran maestra de la vida, capaz de estar en el mundo en el que vivía con conciencia y coherencia. Sus enseñanzas me han acompañado siempre, incluso en la etapa en la que más perdida he estado.
¿Cómo fue ese tiempo?
Cuando llegué a Madrid procedente de un pueblo pequeño de Toledo, a finales de los años ochenta, eran los años de la “movida” madrileña. Como joven, entré de pleno en ella. Empecé a salir y trasnochar, a conocer gente diferente. Me sentía liberada. Fue esa fase en la que pisé el mundo de lleno y el mundo me tragó sin piedad, y eso tuvo sus consecuencias.
¿Cuáles fueron?
Yo era madre soltera, pues había tenido un hijo a los 18 años y, al decidir no casarme, los juicios y los prejuicios me lo hicieron pasar mal. Debido a esta vida desordenada en Madrid, me tuve que enfrentar a un segundo embarazo en soledad, pues el padre me abandonó. Tenía miedo a que me sucediera lo mismo que con el primer hijo y sólo se me ofreció el aborto como solución. Nadie me informó de posibles ayudas a la mujer embarazada ni de otras alternativas.
recuerdo angustioso que cercena el corazón
¿Qué pasó cuando abortaste?
Dios permitió que yo conociera el infierno y que experimentara su ausencia en el desierto en el que estaba. Pero no porque Él no estuviera, sino porque yo me alejé de Él. Yo tenía la certeza absoluta de que me iba a perdonar, pues gracias a Dios no he perdido nunca la conciencia de pecado, pero no me atrevía ni a pedirle perdón. Ése también es un engaño del demonio.
¿En qué consiste el Síndrome Postaborto (SPA), ese dolor tan inmenso que los defensores del aborto niegan, pero en el que cae toda mujer que aborta?
El aborto provoca dos heridas: la humana y la espiritual, y ambas deben curarse. La herida humana es culpabilidad, es angustia; tú has participado en la muerte de tu hijo y es irreversible, generando una impotencia tal que ya no puedes funcionar con normalidad. La herida espiritual se cierra cuando puedes confesarte; esa experiencia del perdón de Dios es muy importante, porque el saberte perdonada por Él te ayuda a poderte perdonarte a ti misma, que es lo más complicado y doloroso.
Estamos hablando de un hecho criminal con serias consecuencias para quien lo practica
Así es. El aborto trae patologías muy complejas: el remordimiento, la ira, la autolesión etc. La vida se convierte en un sinvivir negativo y hasta en las cosas más tontas la culpa sale. Aunque la flagelación es una práctica de siglos anteriores, la mujer que aborta se autolesiona con mayor virulencia y eso la gente no lo sabe. Hasta el punto, por ejemplo, de negarse a beber agua cuando se tiene sed. Incluso está demostrado que los hombres también sufren este síndrome.
¿Cómo lo pudiste superar?
Con ayuda. Dios cura todas las heridas, pero es verdad que se necesita ayuda psiquiátrica para cerrar la herida humana. Afrontar las consecuencias de haber hecho algo mal no siempre es fácil. Cuando sentí el perdón de Dios, fue un increíble renacer en la fe.
sólo del Señor viene la redención copiosa
¿Has experimentado que Jesucristo es el único que puede hacer reconciliarte contigo misma y con tu historia?
Sí. El saber que ya eres amada antes de existir, que alguien ha pagado por ti, es vivir con una esperanza sin parangón. Cuando no se tiene fe se sufre gratuitamente. Todos sufrimos, pero si tienes a Dios en tu vida, las cosas tienen un sentido; se vive de otra manera. Más le pesó la cruz a Cristo y la llevó por todos nosotros.
¿Qué te ha aportado reencontrarte con este Amor?
La respuesta es sencilla: libertad absoluta. A Dios no hay que ponerle pegas ni límites. Yo no me atrevo a constreñirle. Si le pides a la vida más de lo que te puede dar, ahí vienen las frustraciones. Si le pones la fe y encima eres feliz con lo que tienes, entones es un tirar para adelante sin mirar atrás. También he aprendido a perdonar y no juzgar a los demás. Esto me sirve especialmente a la hora de ayudar a las mujeres que acuden a la Fundación RedMadre, hacia las que no podemos emitir ningún juicio, ni siquiera con un gesto. Ellas ya se están juzgando severamente a sí mismas, pues especialmente las mujeres que hemos abortado nos juzgamos sin piedad.
¿Conoces a muchas chicas que después de abortar se han encontrado con el consuelo de Dios?
Es difícil en estos tiempos que corren, puesto que ha habido un lapso en la transmisión de la fe y de los valores que hace que los jóvenes no sepan cómo amarse de veras, cómo formar una familia. El mundo tiene una necesidad imperiosa de esperanza, ya que los problemas son cada vez más complicados y las familias más desestructuradas. Pero cuando les hablamos de la Verdad, la gente no quiere mirarse al espejo porque se asusta y escandaliza de sí misma. Entonces se acostumbra a malvivir.
Sabemos que Dios es el único dueño de la vida y la muerte. ¿Qué ocurre cuando uno se toma esta atribución?
Se experimenta lo peor. Cuando sentí el perdón de Dios en este pecado concreto, fue un renacer en la fe increíble re, pero en el caso específico del aborto es que además se trata de tu hijo: carne de tu carne. Si cualquier padre o madre hace lo imposible por salvar al hijo que está en peligro, imagínate lo que se siente cuando se es consciente de haber participado en su muerte.
la serpiente continúa embaucando a Eva
Hoy día, con tanta información sobre cualquier tema, ¿la mujer sigue sin saber a lo que se expone con el aborto provocado?
Sí, y además se la sigue engañando y manipulando. Vulnerar la conciencia de las personas es peor que torturarlas físicamente. La sociedad española no se da cuenta que llevamos muchos años de guerra psicológica y silenciosa en la que nos están destrozando la conciencia natural, que es la esencia propia de todo ser humano, independientemente de su fe. La mujer sigue estando sola e indefensa ante un embarazo inesperado. Creemos que por fin nos hemos liberado, pero nos han engañado muy bien. Dejamos que se destruya la fábrica de la vida, que es la mujer, por fines económicos o comerciales.
¿Quién está detrás de tanta perversión?
Se trata de una cuestión diabólica sin duda. A lo largo de la historia de la humanidad el demonio no ha acampado tan a sus anchas como ahora. En el siglo XX ha obtenido dos logros: que no se hable de él y que lo malo se vea como bueno. Éste es el verdadero principio de la destrucción y no el cambio climático o la superpoblación.
¿Qué consecuencias tiene esta atrocidad en el mundo en el que vivimos?
Ir contra la maternidad es ir contra la especie humana y eso hace que nos autodestruyamos. Ahora mismo tenemos una sociedad de mujeres destrozadas y hombres rotos, lo cual impide caminar recto hacia el bien común. Una mujer emocionalmente destrozada es improductiva a todos los niveles: sociales, laborales, culturales etc. Un hombre roto tiene capacidad para hacer mucho daño.
Nos rasgamos las vestiduras contra el maltrato de género, pero asumimos con normalidad acabar con la vida del no nacido: ¿qué está pasando?
Efectivamente ésta es la realidad que tenemos y que no queremos ver. La violencia genera violencia y el aborto es un acto físicamente violento. En los últimos veinte años se ha triplicado la violencia en las calles, en los hogares, en los colegios y esto tiene una explicación. Si la esencia de la especie humana, que es proteger la vida incipiente, nos la cargamos, cómo no dar rienda suelta a los instintos más primarios. El resto de violencia viene dada; ¿por qué no te voy a pegar o darte un tiro si me apetece?
Por tu trabajo tienes que contar tu testimonio personal sobre el aborto, ¿cómo te ayuda la fe para llevarlo a cabo?
Dar testimonio no es fácil porque tienes que abrir constantemente la herida. Las mujeres que dan su experiencia públicamente a nivel internacional son mujeres de fe; si no, es imposible. Tú abres la herida en canal al contarlo y Jesucristo va detrás cerrándola. Por el desgaste psicológico que supone, sólo si está el amor consolador de Cristo se puede.