“¿Qué hay mejor que dar la vida por el otro?”
David es cordobés, y desde hace dos años vive en Madrid, en el Seminario Redemptoris Mater Nuestra Señora de la Almudena. Pese a su juventud, David ya ha tomado una de las decisiones más importantes que uno puede tomar en su vida: ha apostado por una vocación, en su caso, la del sacerdocio. Actualmente estudia Segundo de Bachillerato, y, si todo sigue el orden previsto, aún le quedan cinco años de Teología y dos de itinerancia para llegar a ser presbítero.
¿Quién o quiénes te han transmitido la fe?
Todo empezó con mis padres. Ellos eran cristianos pero no practicantes. Cuando se casaron, solo querían tener la parejita. No querían tener muchos hijos porque esto les supondría una carga. Pero todo cambió cuando, invitados por unos amigos, escucharon las catequesis para adultos del Camino Neocatecumenal. Decidieron empezar esta iniciación cristiana y llegaron a un punto en que se preguntaron: “¿Estamos abiertos a la vida, o solo tenemos dos hijos porque en realidad no nos fiamos de Dios?”. A partir de ahí, el Señor les colmó de bendiciones y les dio cinco hijos más. Ellos se dieron cuenta de que el Señor hace lo necesario para que la carga no pese tanto. Al principio fueron mis padres los que me transmitieron la fe, ahora la estoy experimentando ayudado por los catequistas y los formadores del Seminario.
¿Cómo se ha engendrado en ti ese deseo de conocer y seguir a Jesucristo?
Hace tiempo sentí la necesidad de donar mi vida porque el mundo no me llenaba. Gracias a Dios no carecía de nada material pero no estaba realmente contento; me faltaba algo en mi vida que me diese la felicidad plena. Y poco a poco lo estoy descubriendo en el Seminario: realmente, es Dios el que me da una vida llena de experiencias buenas. Estar delante de Dios es una gran experiencia. Pero sobre todo, en el Seminario he empezado a madurar y a saber lo que hay que hacer en cada momento determinado de la vida. Yo hoy en día puedo decir que esto es una gracia que el Señor me está regalando y que le debo la vida a Él, porque me la dio para que yo la diese.
¿Cuál es la historia que el Señor está haciendo contigo?
El Señor me ha sacado de muchos males; pero lo más importante que hoy puedo decir es que sigo siendo virgen. ¡Cuántos niños adolescentes hoy día, en la sociedad en la que estamos, han perdido la virginidad! El cuerpo es lo más importante que Dios nos ha regalado. Nos ha dado un cuerpo no para hacer lo que queramos con él, sino para cuidarlo. El Señor también me ha sacado de las drogas, me ha protegido de personas que me podrían haber llevado por mal camino y, sobre todo, se ha puesto delante de mí para alertarme de posibles caídas.
¿Por qué y para qué quieres ser sacerdote?
Quiero ser sacerdote porque veo en el mundo tanta falta de fe… Y habiéndola recibido yo gratis, cómo no darla a los otros. ¿Qué cosa mejor que dar la vida por aquel que, debido a las circunstancias, no ha podido conocer este amor que el Señor nos regala? Jesucristo dice que quien busque su vida la perderá, pero quien la pierda por Él, la encontrará. Yo quiero perder mi vida mostrando este amor de Dios, para poder recibir esa verdadera Vida de la que habla Jesús.
¿Cómo descubriste tu vocación al sacerdocio?
Mi vocación al sacerdocio se remonta a hace cuatro años. Yo veía que mi vida no tenía sentido alguno y que, cuando miraba por el otro, eso me daba felicidad. Sentía que tenía que dar mi vida por el necesitado. Muchos curas me decían que yo podría ser sacerdote. Fue entonces cuando empecé a cuestionarme qué quería realmente el Señor de mí. Hoy estoy en el Seminario —con combate porque soy humano, y como humano no puedo despreciar la belleza de las chicas, por ejemplo— pero el Señor está ahí para guiarme por la senda de la vida. Hoy por hoy, Dios me está colmando de gracias.
¿Cómo ha sido su llamada sobre ti?
Dios me llamó hace cuatro años, pero yo al principio no me veía siendo cura, porque mi proyecto era formar una familia cristiana. Con el paso del tiempo esta llamada se ha hecho más fuerte, más presente en mi vida. Hoy sigo viendo que este ministerio del sacerdocio es superior a mis fuerzas, pero como se dice en la Biblia, el Señor es fiel.
¿Fue difícil decirle sí? ¿Qué dijeron tus padres y amigos?
Al principio me costó decirle que sí porque no estaba muy seguro. Me resultó difícil irme de casa con diecisiete años y dejar mi ciudad, donde había pasado toda mi vida. Mis padres estaban y están muy contentos de que un hijo suyo, si Dios así lo quiere, sea sacerdote. Por otro lado, a mis amigos no les sentó muy mal que me fuese al Seminario, porque realmente los amigos se apoyan en los buenos y malos momentos. Quizás no compartían mucho mi decisión, pero aun así me dieron ánimos.
En los Evangelios vemos que es Jesús el que elige a los que serán sus discípulos. ¿Por qué crees que se fijó en ti?
Jesús elige a sus discípulos no porque sean menos pecadores, ni más buenos. Jesús hace una elección para poder salvar las vidas de todos. Realmente no creo que se fijase en mí por algo en especial, yo soy un hombre necesitado. Supongo que si hace esa elección será para que pueda tener un encuentro personal con Él que me pueda llevar a la vida eterna.
¿A qué has tenido que renunciar por seguirle? ¿Está mereciendo la pena?
Lo más significativo sería que he renunciado a tener una esposa, y ahora mismo, de una forma más cercana, a estudiar la carrera universitaria que yo quería: Matemáticas. Pero vale la pena abandonar todo por seguir a Dios, porque estoy descubriendo gracias a los formadores que me van guiando y formando, quién y cómo soy. Estoy muy contento porque estoy recibiendo amor. Solo con el amor de Cristo me basta.
Victoria Luque