En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y
oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (San Lucas 2, 16-21).
COMENTARIO
Encontrar al niño es la clave de la felicidad en esta vida. Pero para encontrarla hay que buscar: Me vienen a la mente tus palabras: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” Mt. 6,33. Todo lo demás es añadidura, buscarte a ti es lo importante. Estos pastores, dice el texto, que fueron corriendo tras el anuncio del ángel. Es su alegría la que les hace salir corriendo lo mismo que a mi me sucede cuando en mi interior escucho tu llamada que tantas veces me ha llegado a través de la predicación, de los sacramentos o de los mismos acontecimientos con los que me hablas cada día. Si te escucho salgo de mi, de mis ruidos, de mis problemas. Salgo a buscarte porque ansío encontrarte, porque en ti esta la paz, la autentica alegría, el consuelo, la esperanza y en definitiva en ti y solo en ti esta la Vida. Y además busco encontrarme contigo en tu sencillez, en tu humildad, en esa manifestación perfecta que quisiste mostrarnos abajándote como dice el apóstol: “…se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre” (Fl 2,7). Y esa decisión tuya trajo la luz al mundo, esa luz que existía en ti desde el principio y que eres tu mismo iluminando mi vida cada día para que no me pierda en el camino. Que no rechace yo tu luz Señor y me pierda en las tinieblas de mis problemas y sufrimientos. Que sepa discernir distinguir donde apoyar cada uno de mis pasos. ¿Qué debo hacer hoy? ¿Qué debo decir? ¿Qué contestar cuando me pregunten? ¿Cómo hacer cuando me requieran? …Que no salga mi yo mas soberbio, que no aparezca mi yo mas engreído, que salgas tu en mi para que siendo yo uno contigo sepa estar, sepa hacer, sepa decir, y sepa ser lo que tu quieres que sea pero contigo. Y eso pasa por la auténtica y única verdad: LA HUMILDAD, esa que tu me muestras hoy con esta palabra haciéndote el mas indefenso de los niños y guardo como María y medito tantas veces en mi corazón las palabras que salieron de tu propia boca como mandato para todos los que deseamos seguirte: “…si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entrareis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3). No podre descender sin tu ayuda por eso hoy mas que nunca te lo pido ¡Ayúdame, Señor!
¡Buen día y comienzo de año… con el Señor!