En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo: – «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Mateo 11,28-30
Pasar del esfuerzo voluntarista a la gratuidad de la acción de Dios; pasar del gnosticismo al conocimiento de Dios por la fe en la predicación del Kerygma, es el descanso que ofrece Jesucristo.
El Santo de Asís, descubrió la perla preciosa de la pobreza evangélica, vivió de ella y enseñó que su yugo es suave y su carga ligera. A la escuela del Evangelio fue transformado en expresa semejanza de Cristo crucificado, no por martirio físico, sino por incendio espiritual.
Jesús, “y aquí hay algo más que Salomón” (Mt 12, 42c), dice: Padre ésta es la Vida Eterna, que te conozcan a ti el único Dios verdadero y al que tú has enviado, Jesús el Mesías. (Jn 17, 3).
Al regresar los Doce de la misión itinerante (Mt 10, 6), Jesús da gracias al Padre: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a gente sencilla. Sí, Padre, pues tal ha sido tu decisión. Mi Padre me ha entregado todo, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni al Padre le conoce nadie, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. (Mt 11, 25b-27).
Para que todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en tí, que también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Les he dado la gloria que tú mediste para que sean uno, como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. (Jn 17, 21-23).
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor que me has tenido esté en ellos, y yo en ellos. (Jn 17, 25-26).