En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbi”. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbi”, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». (Mt. 23, 1-12)
Quiero empezar este comentario recordando mis años de seminarista en la década de los 80. Comencé el seminario siendo prelado de Madrid el Cardenal Tarancón. La catedral de la Almudena no estaba construida aún y las ordenaciones sacerdotales se celebraban en los barrios (casi todos de la periferia) en los que los futuros presbíteros habían realizado su formación pastoral, que no académica. Con la llegada de D. Ángel Suquía, éste quiso destacar la importancia de que estos importantes eventos (valga la redundancia) se celebrasen en la catedral, en esos años hacía esa función la “colegiata de S. Isidro” en la castiza calle de Toledo, cerca de la Plaza Mayor. Pero se quedaba pequeña.
Como buen vasco, además curtido en una diócesis gallega como lo es Santiago, D. Ángel no daba su brazo a torcer hasta que un día, creo que todo cariño y también con toda asertividad y hasta con todo acierto, uno de los ordenandos (el “Boti” le llamábamos) dijo a su eminencia: “Sr. Obispo, el lugar de la cátedra está donde usted sienta su c…” Ese año las ordenaciones fueron en la colegiata-catedral de S. Isidro; pero dos años más tarde, en las que me tocaba a mí; no sé si por razones prácticas o por convicción, el caso es que la cátedra pasó a la basílica de la Merced (patrona de los cautivos) donde recibí el sacramento de la ordenación sacerdotal y (¿casualidad?) mi “cátedra” está dentro de una prisión.
Y, todo esto, ¿a santo de qué viene? Pues que habrá que poner la cátedra en su sitio o habrá que poner en su sitio al que ha de estar en la cátedra.
Vayamos al diccionario: “Cátedra”: “Asiento elevado desde donde el maestro da lección a los discípulos”. Pero también podemos acudir a su etimología: “Cátedra” del griego “Kata”: “Hacia abajo” (cataclismo) y “Hedra” (asiento). O sea, la auténtica cátedra es situarse abajo y considerar superiores a los demás (Flp. 2, 3).
Basta pararse a situar en el contexto del evangelio de Mateo la cita de hoy; o lo que es lo mismo, recordar los anteriores domingos. Van de confrontación en confrontación con los “okupas” de la “cátedra de Moisés”: Los sumos sacerdotes y ancianos que se quedan con la viña; los “herodianos” beneficiarios de sus conchabeos con los romanos que intentan agarrarle con la moneda del césar; los saduceos con su trampa de la viuda de siete maridos y, por último, escuchábamos el domingo pasado, el doctor, letrado, erudito, sabio, catedrático… que quería poner a prueba a Jesús con la primera pregunta del catecismos escolar.
Cátedra desde arriba. Cátedra desde abajo:
-Okupas: “Lían fardos pesados e insoportables”
-Jesús: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt. 11, 30)
-Okupas: “Todo lo que hacen es para que los vea la gente”
-Jesús: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para no ser vistos por ellos” (Mt. 6,1)
-Okupas: “Les gustan los primeros puestos”.
-Jesús: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría. (Lc. 14, 8).
Hoy. 5 de Noviembre de 2017, en la “cátedra de Moisés” (desde abajo) hay un hombre humilde, que siendo maestro no se hace llamar maestro, que ha querido llamarse como el pobrecillo de Asís, y que eligiendo su nombre, a secas, no ha querido que le apostillen como “primero” para no ser primero en nada.
Pero la “cátedra de Moisés” (desde arriba) ¡es tan apetitosa para ser “okupada”!: Cadenas de TV; tertulianos de medios de comunicación, lobbies de poder, intereses políticos. Imposición del “pensamiento único”: Eminentísimos, excelentísimos y reverendísimos doctores de la hipocresía de la modernidad que ponen lo “políticamente correcto” al servicio de su egoísmo, aprovechando su erudición casuística para escoger entre los preceptos los que le convienen a la vez que cargan a otros los mandamientos que se dispensan a sí mismos.
Y lo cierto es que el evangelio, la buena noticia de hoy es tan sencilla como que nos invita a vivir como hermanos.
Tan sencillo como que hasta yo lo entiendo; y tan complicado como que el “okupa” puedo ser yo.