Obianuju Ekeocha
Obianuju Ekeocha jamás pensó que se dedicaría a la lucha provida. Sin embargo, esta microbióloga nigeriana residente en Reino Unido es el azote de las empresas abortistas que buscan implantar en África sus políticas y su ideología como un nuevo modo de “colonialismo” que, además, no figura entre las prioridades de las mujeres africanas.
Por Blanca Ruiz Antón
Intentar resolver los problemas de África solo desde la visión occidental es, sin duda, un gran error, quizás deliberado, por parte de empresas, organizaciones y Gobiernos de países desarrollados, que intervienen en este continente sin tener en cuenta su potencial humano. Obianuju Ekeocha fue consciente de esto en 2012, y desde entonces no ha parado de trabajar para que el apoyo a las mujeres africanas no comience por su acceso al aborto, sino por su educación.
¿Cómo comenzó su lucha provida?
Crecí en una familia con valores tradicionales africanos, pero nunca me había sentido llamada a la lucha provida. Me trasladé a Reino Unido con 25 años y allí me di cuenta de que había cosas muy buenas de la cultura europea, pero también otras que no podía aceptar porque sus valores eran totalmente opuestos a los míos. En 2012, vi una entrevista a Melinda Gates en CNN, que hablaba de un gran proyecto de casi 5 billones de dólares que iba a comenzar en los 69 países más pobres del mundo, la mayoría de ellos en África. Iba a ayudar a las mujeres a “ser más libres”. Me pareció una buena noticia, pero luego me di cuenta de que en realidad estaba hablando de una distribución masiva de anticonceptivos.
¿Cuál fue su reacción?
Como africana sé lo que puede suponer todo ese dinero en la vida de las mujeres de África si se invirtiese en educación, sanidad o creación de oportunidades. Entonces escribí una carta que me salió del corazón y que titularon como “Carta abierta de una mujer africana a Melinda Gates”.
Su rechazo al aborto en África se basa en el profundo respeto a la vida que se tiene en ese continente.
Sí. En África hay 54 países, cada uno con su lengua, tradiciones, grupos étnicos… Somos muy distintos, pero tenemos algo en común: la importancia de nuestros lazos de sangre, de nuestros ancestros. No es algo relacionado con la religión, sino que pertenece de manera profunda a la cultura africana, que aprecia a la familia. Llevas la sangre de cientos de generaciones y cada niño que se aborta supone el final de una línea de sangre.
Usted ha definido de “colonialismo ideológico” la injerencia de organizaciones extranjeras en África.
Así es. Un día escuché al Papa Francisco hablar sobre “el nuevo colonialismo” y me di cuenta de que era precisamente eso a lo que me refería: los países de África están influidos por entidades, empresas o países occidentales que han llegado a convertir el continente en una mera colonia suya. Entonces comencé a estudiar, a ir a Naciones Unidas, a mirar las relaciones entre países africanos, países occidentales y entidades como la Fundación Gates, la Fundación Clinton o Planned Parenthood… Y cuanto más profundizaba, más me daba cuenta de los lazos que las unían y cómo desde fuera de África dictan el futuro de millones de personas a través de programas de supuestas ayudas. Este es el nuevo colonialismo.
«El Señor debía necesitarme para dar testimonio de que Él está vivo y nos escucha. Creo que por eso no me mataron»
“Cada niño que es abortado supone el final de una línea de sangre”
Hay quienes dicen que el aborto es un modo de resolver el problema de población de África. ¿Es cierto?
Definitivamente, no. He visitado muchos países de África y puedo decir que África no tiene un problema de población, sino de concentración en determinadas zonas. En mi país, Nigeria, la mayoría de la población se concentra en grandes ciudades como Lagos y Abuja, mientras el resto del territorio está prácticamente vacío. En las ciudades es donde los Gobiernos invierten en infraestructuras, escuelas, electricidad, agua corriente y oportunidades de trabajo. Por eso la gente deja las pequeñas ciudades y se traslada a las grandes, aunque tengan que ir a barrios marginales. En Lagos, que es solo el 1 por ciento del territorio de mi país, vive 1 de cada 9 nigerianos. Hace falta invertir en las pequeñas ciudades y pueblos.
También aseguran que los programas de “salud reproductiva” tienen el objetivo de “empoderar a la mujer”. ¿Cuál es su propuesta?
Mi propuesta es darle a la mujer la oportunidad de acceder a mucha y buena educación. Es lo único que puede sacar a la mujer y a sus familias en África de la pobreza.
¿Entonces, propone que el dinero destinado a “salud reproductiva” se invierta en desarrollo?
Kofi Anan explicó hace unos años en la ONU que el 80 por ciento de las enfermedades en África eran resultado de la falta de acceso al agua. Es increíble que esa cantidad de muertes tenga una solución tan sencilla. Por eso creo que es imprescindible comenzar por resolver los problemas de saneamiento y preguntarse por qué no se está haciendo. Además, solo el 5 por ciento del dinero invertido en cuidado y prevención del cáncer va para África. Más de 800.000 africanos mueren de cáncer al año y de esto no se habla. Grandes organizaciones quieren hacer sus “programas de salud” que es implantar el aborto, pero no piensan que para el cáncer de mama, por ejemplo, tenemos muy pocos profesionales cualificados.
Acaba de lanzar el documental String Attached y en 2017 publicó el libro Target Africa (Ignatius Press). ¿Cuál es el siguiente paso?
En el libro y en el documental resumo, a través de testimonios de mujeres africanas, la injusticia que sufren cuando se les ofrece un “regalo” que no saben que está “envenenado”. Por ejemplo, se entregan millones de dólares para que a las mujeres africanas se les implante el DIU sin explicarles sus efectos secundarios, y, además, en zonas sin acceso a médicos. También he comenzado charlas en YouTube, en las que cada mes analizo los titulares de noticias relacionadas con la lucha por la vida.
“África no tiene un problema real de población sino de concentración en las grandes ciudades”
Revista Misión