«En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el reino de Dios Jesús les contestó: “El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros”. Dijo a sus discípulos: “Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación”». (Lc 17,20-25)
¡El reino de Dios!, nada más y nada menos. ¿Qué intención persiguen estos que han sido rapaces, hipócritas y ciegos delante de Cristo en tantas ocasiones? Ellos conocen perfectamente las Escrituras, ¿entonces? La respuesta más plausible sería la que tantas veces hemos oído: “para poner a prueba a Jesús”. Pero, ¿por qué no podríamos admitir que verdaderamente estuviesen desconcertados, que verdaderamente buscaran una respuesta que no acababan de entender, de encontrar, aun cuando eran maestros de la Ley?
Los biógrafos de Albert Camus atribuyen su profunda incredulidad a una herida que nunca cicatrizó, producida en la adolescencia cuando vivía en Argel. Tenía dieciséis años y paseaba con un amigo cuando les sorprendió un revuelo de gente. Cuando llegaron al lugar, en el suelo yacía el cuerpo inerte de un niño árabe, aplastado por un autobús mientras la madre lloraba desesperada y su padre se tragaba el horror en silencio. Camus, absorto, consigue tras unos momentos romper el silencio y, señalando el cuerpo del niño, levantó la vista la cielo y dijo a su amigo: “Mira , el cielo no responde”.
Igualmente, tras tantos años de opresión romana y de sufrimiento. Testigos de ultrajes y humillaciones esperan la restauración del Reino , ¡y no llega! Al menos, como ellos creen que debe de llegar: “El cielo no responde”, mientras Cristo les da una respuesta que no entienden: “El Reino de Dios está dentro de vosotros”.
¿La entendemos nosotros hoy? No como intérpretes intelectuales de un episodio acaecido hace dos mil años, no. ¿Cuántos Albert Camus conocemos? Tal vez dentro de nosotros exista “otro reino” que se ha instalado tras sufrir acontecimientos que no entendemos , aun cuando hemos sido bautizados en la fe de Cristo. Porque “llegará un tiempo en que deseareis vivir con el Hijo del hombre y no podréis”, porque tal vez estemos saciados de escuchar “que está aquí o allí”. Y tal vez estemos hartos de ir tras ello cuando lo tenemos en nuestro interior, porque no escuchamos lo que nos dice el Señor: “No os vayáis detrás”.
Porque Dios ha definido qué es la Verdad en la figura de su Hijo Jesucristo. Y esta generación anda errante, desorientada… Ha dejado de mirar a Oriente, donde se alzó la Cruz de Cristo, y así andan escuchando a los falsos profetas: ¡la verdad está aquí!, y cuando llegan… ¡No, ahí no, está allí!…. Y así , cansados de deambular de un sitio para otro, terminan por no creer en nada. Entonces, presos de la desesperanza, del hastío, de ver que su vida carece de sentido, que “no son” para nadie, que cada día la vejez y la enfermedad les acerca a la muerte que tanto temen, optan por los dos últimos caminos: o carpe diem o el suicidio. ¿Qué estoy exagerando? ¡Ojalá! Mirad a vuestro alrededor.
Vienen a mi memoria unos versos que pertenecen al poema Esposa , de Miguel d’Ors , que interpretan el amor en clave divina , en clave del Reino de Dios:
Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando : siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero, alguien
acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo, siempre
detrás del invisible umbral del aire.
Somos templos del Espíritu, por eso este amor es perseguido hoy; se le denigra, humilla y ridiculiza. O simplemente se ignora. Antes del fin del mundo, Cristo y su Iglesia tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.
Somos templos del Espíritu, por eso este amor es perseguido hoy; se le denigra, humilla y ridiculiza. O simplemente se ignora. Antes del fin del mundo, Cristo y su Iglesia tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.
Juan Manuel Balmes Ruiz