“En aquel tiempo dijo Jesús al gentío: “En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los profetas y la ley han profetizado hasta que vino Juan, él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que oiga” (San Mateo 11, 11-15).
COMENTARIO
Estamos en presencia de un texto que parece contradictorio con la sintaxis predominante de la predicación de Jesús para alcanzar el reino de los cielos, y que desde luego, por su cortedad y falta de concreción, puede inducir a las versiones más variadas. Porque, ¿quiénes son los violentos que lo arrebatan?, y ¿cuál es la violencia que sufren los cielos? En principio, la solución podría venir por una interpretación más suavizada del término “violencia” que podría ser “fuerza”, “vigor” o “tenacidad”, en cuyo caso, los violentes serían “los fuertes”, “los vigorosos” o “los tenaces”, lo que nos colocaría en un contexto más amable para buscar una salida al dilema.
Esta es la posición elegida por el exégeta de Mateo William Hendriksen que nos ofrece la siguiente versión de ese texto: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino está avanzando vigorosamente, y los hombres vigorosos están tomando posesión de él ansiosamente”. Este “avance” del reino de los cielos lo podríamos encontrar en la respuesta de Jesús a los discípulos que Juan envió para preguntarles si era Él en que había de venir o debían esperar a otro, y a los que dijo: “…los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan…” Así, después de los cuatrocientos años de silencio de los cielos desde la profecía de Malaquías sobre el Elías que había de venir, es evidente que los signos anuncian cambios importantes sobre la llegada del Tiempo Nuevo de la salvación, y se resalta el restablecimiento del reino de Dios en la tierra a partir de Juan el Bautista, que en palabras de Jesús es el mismo Elías redivivo.
Pero también se quiere dar a entender que el reino de los cielos que se anuncia “no es para los débiles o vacilantes, sino para los hombres y mujeres que sean fuertes y comprometidos con la tarea de su salvación personal”.
En todo caso, adhiriéndonos al tenor literal de “la violencia que se proclama”, debemos tener en cuenta que las palabras de Jesús se pronuncian en un contexto se suma violencia contra su mensaje, pues el Bautista, su heraldo y mensajero, acaba de ser asesinado en la cárcel de Herodes, y de él dice Jesús que “…todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan…”, es decir, que Juan es la culminación de todas las profecías y todos los libros que se escribieron sobre su llegada, sobre la llegada del Mesías, del que dice Juan 3,30 por boca del Bautista: “Es necesario que él crezca y yo mengüe”, como expresión de la verdadera grandeza del hombre, que reside en la virtud de la humildad.
Pero dicho todo ello, acogiéndonos al ejercicio de esa virtud, digamos anhelantes que el misterio de Dios nos sobrecoge.