«En aquel tiempo, Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges —los Truenos—, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Celotes y Judas Iscariote, que lo entregó». (Mc 3,13-19)
Jesús llama a los que Él quiere. Todo es gracia. “Fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él”. Libremente, sin ser forzados ni violentados, porque el amor requiere libertad. “El que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, dice San Agustín. Así hace con nosotros. Todo es gracia, pero respetando siempre el don de nuestra libertad, porque tanto nos ama Dios que nos ha creado libres, porque no hay amor sin libertad.
Pero, ¿para qué nos llama? Llamó a los doce “para enviarlos a predicar”. Así hace con nosotros: nos llama para enviarnos a predicar. “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Nos llama para anunciar la Buena Noticia al mundo que sufre. Sin mérito alguno por nuestra parte, por pura gracia suya. Jesús conoce nuestra debilidad, nuestros miedos, y también nuestros peligros de orgullo y de soberbia. Por eso nos envía sin mérito alguno, “porque llevamos este tesoro en vasos de barro”. Es más, ha escogido Dios nuestra debilidad para anunciar al mundo la salvación.
Jesús sabe cómo está el mundo y quién es el príncipe de este mundo, y por eso nos envía con “poder para expulsar los demonios”. Porque no se trata de una llamada sentimental ni de un envío para locos, fanáticos o héroes. A todos nos llama por nuestro nombre, sabe quiénes somos, cómo somos…, y nos envía uno a uno, por nuestro nombre. Porque nos ama desde antes de la creación del mundo.
Los que están inmensamente agradecidos, los humildes, los que se saben grandes pecadores indignos de este amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, indignos de esta gracia, son los que al ser enviados salen a los caminos a anunciar la Buena Nueva a los pobres.
Javier Alba