En la noche oscura del mundo, sólo la Cruz de Cristo ilumina la senda de la vida…
Mucho se ha dicho del hermano Rafael, y más últimamente desde que se le ha canonizado hace apenas tres meses. Pero quizá pocos han “tenido la oportunidad” de poder vivir cerca de él sus últimos días. Eso es precisamente lo que vamos a tratar de hacer en estas sencillas páginas. Con la ayuda de Dios, y pidiendo la intercesión del propio hermano Rafael, nos aventuramos a acercarnos a este último, acompañándole en silencio los últimos días de su vida… vividos plenamente cara a Dios en todo momento.
Rafael Arnáiz Barón nace en Burgos (España) el nueve de abril de 1911, y allí vive sus primeros años. Es el primogénito de los cuatro hijos de una familia enriquecida por hondas convicciones cristianas, que calarán profundamente en la personalidad del propio Rafael. Al llegar a la adolescencia, se revela en Rafael una notable riqueza humana, intelectual y espiritual, que se manifiesta en su talante personal abierto y positivo, y en su profunda sensibilidad que se va desarrollando en inquietudes y en contacto con la naturaleza, la pintura y las demás artes. La armónica integración en su personalidad de este conjunto de elementos con la visión y el sentido cristiano de la vida y de la realidad, hacen cristalizar en él, aún después de haber iniciado la carrera de arquitectura, la vocación monástica cisterciense, por la que opta – según sus propias palabras -: «siguiendo los dictados de su corazón hacia Dios, y el ansia de llenarse de Él». Así ingresó en el monasterio cisterciense de San Isidoro de Dueñas, el 15 de enero de 1934, presentando como único bagaje personal «un corazón muy alegre y con mucho amor a Dios».
A partir de entonces parece como que el proceso personal de Rafael se precipitara: sólo le quedan cuatro años de vida, pasados en temporadas alternativas entre la casa familiar y la comunidad monástica, a causa de una diabetes sacarina, manifestada repentinamente a los cuatro meses de su ingreso, hasta morir en la enfermería del monasterio el 26 de abril de 1938.
Rafael aparece como la realización plena de la gracia vocacional, polarizado por Dios, como lo refleja su expresión característica: «¡Sólo Dios!». La única aspiración de la existencia de Rafael fue «vivir para amar»: amar a Jesús, amar a María, amar la Cruz.
Y ahora…, en silencio, para no molestar a esta alma enamorada de Dios, acerquemos nuestro corazón y sentidos, acompañándole en sus últimos días.
“En la oración de esta mañana he hecho un voto. He hecho el voto de amar siempre a Jesús. Me he dado cuenta de mi vocación. No soy nada… Bendito Dios, no soy nada más que un alma enamorada de Cristo. Él no quiere más que mi amor, y lo quiere desprendido de todo y de todos. Virgen María, ayúdame a cumplir mi voto. Amar a Jesús, en todo, por todo y siempre… Sólo amor. Amor humilde, generoso, desprendido, mortificado, en silencio… Que mi vida no sea más que un acto de amor.
Jesús me manda una Cruz…; es su voluntad que humille mi soberbia ante las miserias de mi carne. ¿No he de amar todo lo que Jesús me envíe? Beso con inmenso cariño la mano bendita de Dios que da la salud cuando quiere, y la quita cuando le place. Soy de Dios, que haga conmigo lo que quiera. Quisiera mi Señor, amarte como nadie. Quisiera pasar esta vida, tocando el suelo solamente con los pies. Sin detenerme a mirar tanta miseria, sin detenerme en ninguna criatura. Con el corazón abrasado en amor divino y mantenido de esperanza.
Quisiera Señor, mirar solamente al cielo, donde Tú me esperas, donde está María, donde están los santos y los ángeles, bendiciéndote por una eternidad, y pasaron por el mundo solamente amando tu ley y observando tus divinos preceptos. ¡Ah!, Señor, cuánto quisiera amarte. ¡Ayúdame, Madre mía!”.
“Mi vida quisiera que fuera un solo acto de amor…, un suspiro prolongado de ansias de Ti. Quisiera que mi pobre y enferma vida fuera una llama en la que se fueran consumiendo por amor…, todos los sacrificios, todos los dolores, todas las renuncias, todas las soledades. Quisiera que tu vida fuera mi única Regla. Que tu “amor eucarístico”, mi único alimento. Tu evangelio, mi único estudio. Tu amor, mi única razón para vivir. Quisiera dejar de vivir, si vivir pudiera sin amarte. Quisiera morir de amor, ya que sólo de amor vivir no puedo. Quisiera Señor…, volverme loco… Es angustioso vivir así. ¡Es tan doloroso querer amarte y no poder!
“Cuando, después de vísperas, me arrodillé a los pies de tu Sagrario, vi que había pasado el día, y con él, el cielo azul, el sol brillante, mis penas y mis alegrías… Todo pasó y nada queda. Qué bien comprendo la vanidad de amar lo perecedero. Sólo lo que sufrí por tu amor al fin del día, me servirá para algo… Lo demás es tiempo perdido, y 1ah!, Señor, entonces sí que lloraremos el no haber hecho penitencia; entonces bendeciremos las pastillas envueltas en la oscuridad de la chocolatería… ¡Qué bueno eres Señor! Dulce eres cuando consuelas… Pero tu verdadero Amor nos lo muestras en las tribulaciones y en las pruebas”.
“¡Qué hermosa profesión voy a hacer el día de mi muerte! ¡Votos eternos de amor…! Para siempre… Para siempre… ¿Quién piensa en la tierra y en los hombres? Tos es perecedero, pequeño, deleznable…, sólo Dios… Todo lo externo es vanidad… Sólo Dios… El tiempo y el hombre pasan… Sólo Dios. Sólo Dios sea mi vida y María mi buena Madre, me ayude a caminar en este valle de miserias. Así sea”.
“Si el mundo que busca a Dios… supiera. Si supieran esos sabios que buscan a Dios en la ciencia, y en las eternas discusiones… Si supieran los hombres donde se encuentra Dios…, cuantas guerras se impedirían…, cuanta paz habría en el mundo, cuantas almas se salvarían. Insensatos y necios, que buscáis a Dios donde no está. Escuchad y asombraos… Dios está en el corazón del hombre… yo lo sé. Pero mirad, Dios vive en el corazón del hombre, cuando este corazón vive desprendido de todo lo que no es Él. Cuando este corazón se da cuenta de que Dios llama a sus puertas, y barriendo y limpiando todos sus aposentos se dispone a recibir al UNICO QUE LLENA DE VERAS. Sólo Dios llena el alma… ya la llena toda. No hay criaturas, no hay mundo, no hay nada que la turbe… Sólo el pensar en ofenderle y en perderlo la hace sufrir… Dios está en la Cruz, y mientras no amemos la Cruz, no lo veremos, no lo sentiremos… callen los hombres, que no hacen más que meter ruido”.
“Ojalá los hombres todos amaran la Cruz de Cristo… ¡Oh! Si el mundo supiera lo que es abrazarse de lleno, de veras, sin reservas, con locura de amor a la Cruz de Cristo…! Cuantas almas, aún religiosas, ignoran esto… ¡Qué pena! Cuanto tiempo perdido en pláticas, devociones y ejercicios que son santos y buenos…, pero no son la Cruz de Jesús, no son lo MEJOR… Sólo el insensato que no adore la Pasión de Cristo, la Cruz de Cristo, el Corazón de Cristo, puede desesperarse en sus propios dolores… Pero el que de veras ame, y sienta lo que es unirse a Jesús en la Cruz, ese bien puede decir que es sabroso el padecer, que es dulce como miel el dolor, que es enorme consuelo el padecer soledad, tedio y tristeza por parte de los hombres. ¡Qué bien se vive junto a la Cruz de Cristo! Cristo Jesús, enséñame a padecer… Enséñame esa ciencia que consiste en amar el menosprecio, la injuria, la abyección… Enséñame a padecer con esa alegría humilde y sin gritos de los santos… Enséñame a ser manso con los que no me quieren, o me desprecian…Enséñame esa ciencia que Tú, desde la cumbre del Calvario, muestras al mundo entero”.
“El mundo loco, no escucha… Loco e insensato vuela embriagado en su propio ruido…, no oye a Jesús, que sufre y ama desde la Cruz. Pero Jesús necesita almas que en silencio le escuchen”.
“Ah! Si el mundo me conociera y viera lo que soy… Si los hombres vieran mis torpezas y mi duro corazón, quedarían aterrados ante la grandeza de Jesús, que no desdeña cuidar a este pobre hombre, más digno de lástima que de amor… Y Dios me ama… ¡Ah! ¡Y de qué manera! Eso ya lo sé, y nadie más que yo. ¡Si pidiera publicarlo! ¡Si tuviera palabras que fueran lo suficientemente expresivas para ello! Una de las transformaciones que Jesús ha hecho en mi alma es la indiferencia. Yo mismo me maravillo, pues veo que he llegado a comprender algo que antes no comprendía… ¿Cómo es posible amar la vanidad, amando a Dios? Y vanidad es todo lo que nosotros deseamos y no desea Dios. Querer sólo lo que Dios quiere, es lo lógico para el que es de verdad su amador… Fuera de sus deseos… no existen deseos nuestros, y si existe alguno, ése es que es conforme a su voluntad, y si no fuera, es que entonces no estaría nuestra voluntad unida a la suya”.
“Si alguien me dijera al detalle lo que debo hacer para ser santo y agradar a Dios, yo creo que con la ayuda de Dios y de María lo haría todo. Con Jesús a mi lado, nada me parece difícil, y el camino de la santidad cada vez lo veo más sencillo. Más bien me parece que consiste en ir quitando cosas, que en ponerlas. Más bien se va reduciendo a sencillez, que complicando con cosas nuevas. Y a medida que nos vamos desprendiendo de tanto amor desordenado a las criaturas, y a nosotros mismos, me parece a mí que nos vamos acercando más y más al único amor, al único deseo, al único anhelo en esta vida… a la verdadera santidad que es Dios. ¡Qué bueno es Dios que me va enseñando todo esto! ¿Corresponderé yo como debo? Señor, no mires mis hechos, ni mis palabras, mira mi intención y cuando ésta no vaya bien encaminada a Ti, enderézala. No permitas, Señor mío, que sea desagradecido o pierda el tiempo”.
“Hoy Señor, durante la Santa Misa, veía mi gran inutilidad y consideraba como siempre en tus grandes beneficios… Veía tu inmensa piedad para conmigo que me permitía asistir al Santo Sacrificio, un día y otro, y yo como un bobo… ¿Cuándo empezaré, Jesús mío, a servirte de veras? Siempre estoy empezando, y nunca veo que haga nada… Sigo una vida regalada, cómoda e inmortificada… Ni hago bien la oración, ni la meditación, ni la lectura; en el trabajo… apenas trabajo. Cuando como y duermo, no hago más que eso… comer y dormir como un animalito, y así no puedo seguir… no debo seguir. ¿Más qué he de hacer? Inútil y enfermo… ¡Pobre hermano Rafael!, bástate purificar la intención en todo momento, y en todo momento amar a Dios: hacerlo todo por amor y con amor… El hecho en sí no es nada, y nada vale. Lo que vale es la manera de hacerlo… ¿Cuándo comprenderás esto? Qué torpe soy. ¿Cuándo comprenderás que la virtud no está en comer cebolla, sino en comer cebolla por amor a Dios? ¿Cuándo comprenderás que la santidad no está en hacer actos externos, sino en la intención interna de un acto cualquiera? Si lo sabes… ¿por qué no lo practicas? Dios mío, Dios mío, ayúdame a cumplir humildemente tu voluntad. Ayúdame a servirte, amando mi propia flaqueza e inutilidad… Señor, Señor, mira mi intención y purifícala tú”
“”Ánimo hermano, no desfallezca… Yo sé por experiencia lo que es sufrir cuando se lucha contra el mundo, y también sé que con una confianza muy grande en Jesús y en María nos harán triunfar. En cambio, qué dulce es luego la paz en la Casa del Señor. Todo llegará, incluso el fin de este destierro, que aún por poco tiempo quiere el Señor que recorramos… Ánimo y no desfallezca hermano. Ahora sólo le puedo decir, que es muy duro abandonar la libertad para abrazarse a la Cruz, pero una vez que con generosidad nos abrazamos a ella, ni el mundo entero, ni mil mundos que hubiera, serían capaces de apartarnos de ella. ¡Es tan dulce vivir junto a la Cruz de Jesús! ¡Es tan poco lo que Dios nos pide, para lo que nos da!”
(Último manuscrito del Hermano Rafael, 8 días antes de su muerte, sacado de una carta que le dirigió a su hermano Leopoldo Arnáiz, que estaba en el frente de batalla, desde el convento de San Isidro el 17 de abril de 1.938).
“Hoy, día de Resurrección, el padre Abad me ha dado el escapulario negro y la cogulla, de manera que excepto la corona parezco un monje de veras. Estoy muy contento con mis anchas mangas que no sé qué hacer con ellas. ¡Ah! mi querido hermano, si tuviera tanto amor a Dios como tela me sobra… Espero que pronto termine la guerra, y todo se normalice, y podáis venir a verme en un cochecito que compréis muy chico y que ande despacito… la velocidad es muy peligrosa. Cuando me escribas dame detalles de todo, pues aunque trapense todo lo de mi casa me interesa, ya lo sabes tú bien, pues no quiero más que todo lo bueno sea para vosotros. Claro está que ante todo, Dios. Lo demás es secundario, pero muchas veces lo secundario es necesario para tener paz y amor a Dios. ¡Qué quieres, hermano, somos hombres…! Mira te envío estas estampas que he pintado a ratos, los domingos. El primero, como verás, es un humilde lego que ha elegido el camino de la verdad, “viam veritatis elegi”. En la noche oscura del mundo, sólo la Cruz de Cristo ilumina la senda de la vida… Sólo hay esa verdad que da paz para esperar, ánimo para seguir y confianza para no errar. Qué suerte, hermano, el que de veras se considera extranjero en el mundo y sólo sueña con Dios y con su verdadera patria… Su vida será una serena paz, pues sólo hay paz en el corazón desprendido. Trabajará con la mira puesta en Dios y su trabajo será bendecido. Tratará con los hombres y su trato estará fundado en la Caridad…”
“Crónicas de San Isidro de Dueñas”
– 26 de abril de 1.938. A las siete de la mañana y a consecuencia de un coma diabético fallece en olor de santidad el Hermano Rafael, Oblato de Coro.
– Exhalado el postrer suspiro, su rostro recobró la placidez y la dulzura y con la sonrisa en los labios, como sumido en dulce y venturoso sueño, dejó la tierra el hermano Rafael. Tenía 27 años.
– Toda la comunidad visitó en la pobre celda de la enfermería los restos humanos de aquél que había sido ejemplo en la práctica de todas las virtudes…, de aquel monje, humilde en su grandeza humana emanada de Dios…, paciente con las flaquezas ajenas…, sufrido en el dolor…, sonriente siempre…, de aquel enamorado de Jesús…, de aquel que fue un día pura llama de amor divino…
“Carta de su hermano Luis Fernando desde el frente de Teruel a una de sus hermanas”
Querida hermana, ayer me enteré de la triste noticia de la muerte de Rafael. Como comprenderás me quedé de una pieza, pues no me esperaba esto habiéndole dejado tan bien unos días antes y, créelo hermana, no debes afligirte, sino hacer como los trapenses: dar gracias a Dios por llevárselo con Él. Dios le ha probado. Ha entrado en la Trapa, ha salido enfermo; le ha costado dejar de nuevo a la familia; ha vuelto por segunda vez a dejar la Trapa, sufriendo todo el tiempo como no te puedes dar idea, y a la tercera vez de entrar en la trapa, cuando era más perfecto, cuando ya no sufría tanto, porque se había resignado, entonces Dios le dice: Así te quiero, y se lo lleva a su lado. ¿No crees tú que es para dar gracias a Dios? ¡Cuantas veces me ha dicho en sus cartas: Fernando, ¡el que busca a Dios lo encuentra!; él, toda su vida buscando a Dios y procurando acercarse a Él, hasta que lo logró. Ya te digo hermana, nos entristecemos y tenemos penas porque somos humanos y egoístas, y en cambio, cuando pecamos no nos entristecemos todo lo que debiéramos, que es la única pena que debiéramos tener.
El Hermano Rafael fue proclamado por el Papa Juan Pablo II como modelo para todos los jóvenes del mundo y, el 27 de septiembre de 1992, fue declarado Beato por el mismo Papa. Fue declarado Santo por el Papa Benedicto XVI el 11 de octubre de 2009.