En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muche- dumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén, Idumea, Transjor- dania y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él, y gritaban: – «Tú eres el Hijo de Dios.» Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer. (Mc 3,7-12)
Nada tiene de malo moverse en esta vida por interés, si este es legítimo y no daña el de los demás. Lo mismo ocurre con el egoísmo: le hay bueno y malo; es cuestión de la intención del corazón. Pretender la salud es un interés de lo más loable; sobre todo si se trata de la del cuerpo y del alma conjuntamente. De esta salud integral trata el Evangelio de Marcos de hoy: de cómo conseguirla y disfrutarla. Marcos presenta los hechos en una fina composición narrativa en la que se descubre el “método” o camino que conduce a la salud, porque es un proceso o itinerancia que implica esencialmente un movimiento de persona a persona: se inicia con el enterarse, con oír que hay alguien capaz de sanarnos, que “hace cosas” que se corresponden con la solución a nuestras necesidades; avanza hacia el encuentro con ese alguien, guiados por la visión que da la fe y concluye con el contacto personal, incluso con “echarse encima” del que puede curar. “Tocar” al Señor es la clave de este Evangelio. Porque si se llega al contacto, la salud está garantizada.
Hasta los espíritus inmundos acaban con el reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios, tanto en el sentido de un título personal, como en el de una función en beneficio nuestro. Llaman la atención los vv 11 y 12 del texto de Marcos, ¿Quiénes son estos “espíritus inmundos” que ven a Jesús y le confiesan Hijo de Dios? ¿Por qué les prohíbe severamente que lo propalaran? Aquí nos interesa la sutil propuesta del evangelista en orden a nuestro bien del alma. Caminar hacia el Hijo de Dios es el interés sobre cualquier otro que debe orientar nuestra vida. La búsqueda de una persona que manifiesta y realiza el Amor de Dios entre los hombres es la proposición más saludable que se nos puede hacer: Jesús es el Señor, el Hijo de Dios que cura, perdonando el pecado.